UN JUEVES DE PASIÓN MUY ESPECIAL.
Despojado de toda celebración comunitaria,
procesiones, visitas a monumentos…y poblado de dolor, miedo, incertidumbre,
experiencia de vulnerabilidad, soledad, enfermedad y muerte y, al mismo tiempo,
lleno también de realidades de generosidad, solidaridad, agradecimiento,
gratuidad y ¿Cómo no? marcado también por la traición, las mentiras, la insolidaridad,
la inhumanidad…
Esta
mañana leyendo el Evangelio de Juan se me han quedado grabadas estas palabras: “Que os améis como yo os he amado” (Jn
13,34). A lo largo del día me he ido preguntando: ¿Cómo amó Jesús de Nazaret?: A través de los testimonios escritos que
nos han dejado las primeras comunidades cristianas, algo podemos decir de cómo
fue ese amor.
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Un amor revolucionario, que subvirtió los
criterios sociales y religiosos de su tiempo, descolocó adverbios, adjetivos,
nombres: arriba-abajo, dentro-fuera, más-menos, primeros-últimos,
sabios-necios, ciegos-videntes, justos-pecadores, sanos-enfermos….
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Con sus hechos subvirtió las creencias
religiosas de su tiempo para reivindicar las del Dios en el que él creía y por
eso hizo de todas las periferias su centro…
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Un amor inclusivo. No discriminó a nadie, formó
una comunidad de iguales uniendo en torno a sí a mujeres y hombres, un
recaudador de impuestos y a los “hijos del trueno”, ricos y pobres, sabios y
necios.
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Un amor universal y preferencial. Todas las
personas cabían en su corazón, pero de un modo especial las personas excluidas
por cualquier razón, pobres, enfermas, marginadas, consideradas pecadoras,
mujeres y niños, judíos y paganos.
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Un amor que se hace estremecimiento de las
entrañas que genera una actitud de compasión operativa.
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Un amor que se hace cuidado sencillo y desde
abajo.
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Un amor que escandaliza porque rompe los
cánones establecidos, pone al ser humano por encima de la ley y el templo, lo
mismo se invita a comer en casa de un hombre rico que parece había robado
bastante, como acepta la invitación del fariseo Simón, igualmente comparte mesa
y comida con personas consideradas indeseables y pecadoras y acoge como discípulas
a mujeres.
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Un amor que se hace denuncia profética de las
causas del dolor y la pobreza de su pueblo, aunque eso le cueste la vida.
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Un amor desinteresado y agradecido, que sabe
dar, pedir y recibir.
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Un amor que sirve y lava los pies por amor
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Un amor que perdona sin que le pidan perdón.
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Un amor que llama “amigo” a quien le está
traicionando.
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Un amor con capacidad de crear vínculos de
amistad profunda sin romper la fraternidad.
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Un amor humilde que sabe hacerse discípulo de
la vida: mujeres, paganos, pastores, semillas, sal, luz…
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Un amor festivo que sabe celebrar y cambiar las
cien tinajas de agua en vino para que siga la fiesta.
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Un amor que se hace verdad en su cuerpo y por
eso pudo ser presencia visible de un Amor invisible.
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Un amor hasta el extremo, que sabe dar la vida
por coherencia y libertad.
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Un amor que Jesús reconoce recibido como don:
“Como el Padre me amó…”
¡Qué
lejos me siento de ese amor y por otro lado cuánto deseo aprenderlo de Jesús y
hacerlo pobremente verdad en mi vida cotidiana!
En
este día de dolor y de esperanza, de muertes y de vidas entregadas, de duelos
sin duelos ni consuelos, ni abrazos reconfortantes, ojalá encontremos el modo
de hacer llegar nuestro amor concreto y cercano a otras personas y grabemos en
nuestro corazón, de una vez para siempre, que lo único que salva es el amor
operativo.