Pensamiento y responsabilidad

domingo, 5 de abril de 2020

El Coronavirus nos llevará a un nuevo Renacimiento.

El “capitalismo” se ha roto. Sus esquirlas mortales saltaron sobre un mundo que se creía desarrollado.
El momento sociológico que vivimos, con el maldito Coronavirus en medio, y la disponibilidad de tiempo para pensar nos pueden permitir navegar en el mar de las ideas filosóficas y llegar con nuestros propios argumentos a un lugar que nos parecería imposible asediar hace pocos meses.
El renacimiento del capitalismo en la posguerra, y en particular el ímpetu hacia la globalización después de la Guerra Fría, resucitaron la Esperanza en las capacidades reguladoras de los mercados. Hoy, a más de una década de la crisis financiera global, esta Esperanza está otra vez en crisis. Ahora que vuelve a afirmarse la tendencia natural del capitalismo al estancamiento.
El ascenso de una derecha racista, en un capitalismo influyente, la fragmentación del centro político y el aumento de tensiones geopolíticas son síntomas de la descomposición del capitalismo. Ahora la presencia del Coronavirus y de sus consecuencias demoledoras nos han lleva a un planteamiento ideológico más apegado a proyectos neo renacentistas que capitalistas.
Esa clase de capitalismo que creía en una especie de mano invisible y en la autorregulación del mercado ha desembocado, sin gloria alguna, y habrá que tomar conciencia de ello, en la crisis financiera que Estados Unidos y el fenómeno del Covic 19 está viviendo dramáticamente, que es la de un modelo que quisieron imponer al mundo. Crisis que está teniendo hoy reflejos muy graves en Europa, en Rusia, en China y en otras regiones, ya que no es más que una mera cuestión de tiempo. Vivimos los coletazos del imperio capitalista. Al menos su equivalente moderno. El mundo habita un gozne de tiempo que llevará al ser humano a un nuevo Renacimiento. El capitalismo actual ha ido demasiado lejos y se ha roto, fracturado y sus esquirlas han saltado como proyectiles mortales sobre millones de personas, de un mundo que se creía desarrollado
Hay que reformar el sistema económico actual. Se llame capitalismo progresista, socialismo participativo o democracia de capital. Lo innegable es que el sistema imperante y decadente tiene fallos. El capitalismo nos ha traído más trabajadores en la pobreza, crisis bancarias, la mayor desigualdad de la historia, un populismo fascista y las cenizas de la emergencia climática.  Además, el sistema, está cercando a las clases medias, que es la base para medir una prosperidad bien repartida.
El capitalismo hoy, entendido también como un sistema de poder, sigue poniendo en peligro la existencia de la vida en la Tierra. Necesitamos una “economía del afecto”. Una que no ignore, a la mayoría de la Humanidad: los niños y las mujeres. Ni el trabajo esencial que éstas desempeñan. A veces sin ser retribuido, a veces infra pagado. Un sistema que entienda que tal vez el único oficio real que existe desde que el hombre aprendió a sentir es cuidar de sus seres queridos. El auténtico sistema socioeconómico del siglo XXI.
Bertolt Brecht el dramaturgo y poeta alemán, más influyentes del siglo XX, sentenció: “una nueva sociedad democrática no es una fantasía idealizada. “Es cierto que aún no estamos en una era de cambio sistémico. Sin embargo, de manera constante pero segura, y en medio del dolor y las negativas propuestas populistas, se están creando movimientos políticos, ambientales, raciales y culturales, así como nuevos esfuerzos de estructura institucional, orientada a una posible reconstrucción a largo plazo”. Vibra en el aire una necesidad de cambio. Porque algunos peligros se conocen desde hace tiempo. “

2 comentarios:

  1. Gracias por una visión optimista!!!
    Dios te oiga y las amenazas de dictaduras y yo primero, se diluya...

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  2. Ojalá, pudiera ser posible que está lamentable experiencia nos pueda servir para tomar una nueva conciencia de lo que necesita nuestra sociedad. Afuera dictadores,dictadorcillos y dictarodazos repartidos por los lugares del mundo. Rusia,China, Usa....

    La conciencia solidaria y los valores morales son incompatibles con el capitalismo que nos inunda.

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