jueves, 28 de julio de 2016

Paseo de la memoria por el “INFANTA” 7



Mi canción, mis lágrimas… y las vuestras, para los compañeros desaparecidos
...Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.´....
Antonio Machado
A la buena gente se la conoce en que resulta mejor cuando se la conoce. La buena gente invita a mejorarla, porque ¿qué es lo que a uno le hace sensato? Escuchar y que le digan algo. BB
Pero, al mismo tiempo, mejoran al que los mira y a quien miran. No sólo porque nos ayudan a buscar comida y claridad, sino, más aún, nos son útiles porque sabemos que viven y transforman el mundo.
Queremos recordar a todos aquellos compañeros del Infanta que ya no se encuentran entre nosotros, como: Giro, Robles, Carlos González, Elías, de las Casas, Portales, Garrido….y muchos más, que tampoco participan de todo
aquello que cambia a pasos agigantados, que lo que antes era bueno ahora no lo es y viceversa; de muchas cosas que fueron malas y ahora o lo son tanto.
Que ciertos dirigentes sufren una ceguera para las distancias largas que resulta estremecedora. Se obstinan en resolver problemas inexistentes o se dedican a crearlos en una suerte de absurdo onanismo, de exhibicionismo narcisista que obliga al pueblo llano a estar pendiente de sus ingeniosidades, de sus inanes inspiraciones salvíficas que habrían de llevarnos (así se nos vende) a una utopía dorada, pero no conducen más que a la impotencia y la desesperación. Entretanto, lo que de verdad sí importa queda diferido una y otra vez, condenado a girar sin fin en la rueda del hámster, mientras los problemas reales se agravan, o se perpetúan, o se expanden, o se pudren de vejez y van cosechando nuevas víctimas.
La vida no os permitió presenciar completa el espectáculo de la crisis que se desató. De haber estado aquí la hubieses sufrido en vuestras carnes de jubilados y pensionistas, de pacientes de la sanidad pública, de usuarios de prestaciones sociales, de abuelos/as con nietos en la educación pública, de miembros de una clase media sometida a estricto adelgazamiento, de ciudadanos responsables que se hubiesen preguntado: ¿qué están haciendo con nosotros? Y la misma pregunta os hubierais hecho tras asistir cada día en el telediario al impúdico espectáculo de la corrupción en tiempos de recortes, de los cohechos, de las comisiones ilegales, de los privilegios para quienes masacraron empresas, dilapidaron fondos públicos y propagaron, con su ineptitud interesada, estrecheces y ruina entre sus conciudadanos. Ante tal panorama habrías sentido miedo por el futuro de nuestra España, vosotros que conociste calamidades y aprendisteis que los pueblos llevados al límite rugen con furia y dan zarpazos desesperados cuando se les tienta en exceso. Muchas veces se ha dicho de nosotros, no sin razón, que somos una nación cainita, nuestro peor enemigo, una nación donde las corruptelas anduvieron sueltas tanto por las altas como en las bajas esferas. Pero al final, creerme, os hubieseis admirado de la paciencia y tenacidad de nuestros paisanos, de su valentía y sentido común para mantener a flote el país y, de paso, salvaros. Al final os hubieseis sorprendido y alegrado porque las costuras del país no hayan reventado bajo tanta presión y agotamiento, porque la buena gente haya continuado levantándose cada mañana para cumplir sus obligaciones con una sonrisa en los labios y unos gramos de esperanza en el corazón como vosotros.



Un paseo de la memoria por el colegio INFANTA MARIA TERESA 6

Los “trompitos” del Infanta
En aquel tiempo de las sesenta, una etapa durante la cual aún se sentían coletazos de la posguerra, los "gabrieles" o garbanzos, una vez cocidos permanecían recios, pero que había que comer para mantenerse en forma proteínica. Se solían acompañar con cualquier cosa que se pegara al riñón. A la vista de los “trompitos del Infanta” cantábamos aquella cancioncilla de: “No existe tía más guarra, que la patrona mía, nos pone por judías, bolitas de alcanfor. Y de segundo plato mosquitos trompeteros, que saltan en el plato, al compás del cucharón….”.

Los trompitos del Infanta
Trompitos y Ragú, un guiso de estofado de trozos de carne, eran comidas habituales en la dieta de medio día. Algún alumno a forma de catapulta colocaba algún trompito en la cuchara y lo lanzaba a otro con el riesgo que si le pillaban deberia sacrificar el siguiente domingo. Desde luego los garbanzos eran muy alimenticios ya que están compuestos por hidratos de carbono.
Las legumbres en general eran uno de los grandes atractivos de los estraperlistas españoles hasta el acuerdo de España con Estados Unidos. A partir de ese momento, se produce una mejora en la alimentación de los españoles, ya que finaliza el bloqueo a que los habían sometido los países que habían intervenido en la Segunda Guerra Mundial. Los potajes fueron la gran línea argumental de la alimentación de la posguerra y en mi casa no fueron ninguna excepción, sino todo lo contrario. Acompañados de bacalao, se hicieron imprescindibles durante muchos años en la Semana Santa, cuyo único secreto era una cocción muy lenta. Estos potajes tenían además grandes ventajas como que se podían comer de un día para otro
La merienda siempre resultaba monotemática carne de membrillo o un chocolate malo, malo que se acompañaba con un “chusquito de pan”. Algunos internos asistían el pan con chorizo de la matanza del pueblo, yo recuerdo un chorizo que guardaba Alejandro de las Casas de Estorninos un pueblo de Cáceres, buenísimo, al que siempre reclamaba un trocito que el partía con una navajita. Navajita que valía lo mismo para cortar el chorizo, afilar un palo de madera o clavarla en el suelo.
Recuerdo a un compañero interno cuyo nombre era Elías, no memorizo el apellido. Que jugaba al frontón maravillosamente con un  externo que se llamaba Valeriano García Fernández, santanderino. Jugaban con una pelota confeccionada con el hilo gris derivado de deshacer unos  calcetines que se les entreg
aba a los internos como ajuar. Esta pelota de frontón encerraba una canica resultando una bola dura, dura que algunas veces, los menos, forraban con badana de cuero. Este resultado artesano fortalecía la palma de la mano hasta hacer un callo.

miércoles, 27 de julio de 2016

Un paseo de la memoria por el colegio INFANTA MARIA TERESA 5



“La letra con sangre entra” “Quien bien te quiere te hará llorar”
En los sesenta, la autoridad y el poder del profesor eran componentes fundamentales en las relaciones, profesor alumno. La disciplina se consideraba fundamental. D. Manuel Carrascosa, situaba su práctica didáctica en el eje dominación-omnipotencia e intentaba dirigir el colegio esperando sumisión y obediencia del conjunto del alumnado.
Por el contrario, la actualidad, los docentes se sienten impotentes y desamparados, su tarea no está respaldada, ya sea desde el propio sistema educativo o de la falta de acompañamiento de la familia de los alumnos. Sienten que deben soportar en soledad la relación con padres y alumnos que presentan problemas, percibiéndose sobrecargados en múltiples tareas y exigencias.
Sin embargo, como he apuntado en el preámbulo, en mi época del Infanta  el lugar del docente era el  saber y el poder, fundamentándose en el principio de autoridad. En el COLEGIO INFANTA MARÍA TERESA, los castigos estaban a la orden del día y, según quien los aplicara, podían ser degradantes para el alumno. Cualquier falta o incumplimiento de la norma, por leve que fuera, podría ser merecedora de  penalización. La sola presencia de Carrascosa y su actitud altiva bastaba para imponer disciplina, por eso no importaba si alguna vez se excedía, desatando el temor en las conciencias
D:Manuel Carrascosa, director en los sesenta
La puesta de límites para favorecer el aprendizaje pasa a ocupar un lugar central, que deriva en excesos e insuficiencias y conduce a la cuestión de la disciplina. La palabra disciplina disponía de un doble significado estrechamente vinculado a lo educativo. Con referencia tanto a las áreas del conocimiento, como a las reglas que mantienen el orden y la obediencia. Un aspecto positivo de esta acepción relacionaba la disciplina con una forma de autodominio, que permitía alcanzar metas a pesar de los obstáculos.  La disciplina se orientaba a enseñar a obedecer mas que a ayudar a reflexionar.
Cuando a mis hijos, ya mayores, les contaba que para mis padres el profesor siempre tenía la razón y aunque no la tuviera había que dársela en base al sentido de autoridad; mis hijos flipaban.
Que un inspector como Zarco hiciera ponerse firme a un joven y ante todos sus compañeros le propinara guantazo tras guantazo durante un buen rato y cuando el alumno se llevaba la mano a su rostro, comenzaba otra sesión de tortazos….. O castigar a un alumno, por saltase una clase, con domingos indefinidos toda una pasada. El nivel de castigos no se ajustaban a la falta y la dignidad del alumno se sentía seriamente afectada. Había varios profesores  a los que nunca vi poner la mano encima a un alumno, otros sin embargo lo tenían por norma, especialmente los inspectores con algunos alumnos. Efectivamente, eran otros tiempos y a nosotros nos suponía hacernos unos hombres de provecho.
Tengo constancia que diariamente estos trabajos los leen unas cuatrocientas personas. Esto me anima a seguir escribiendo. Sin embargo me gustaría tener más aportaciones de los lectores ex colegiales, con comentarios en el blog y poder establecer un debate de opinión.

martes, 26 de julio de 2016

Un paseo de la memoria por el colegio INFANTA MARIA TERESA 4



La amistad duplica las alegrías y divide las angustias.
Comencé el colegio en octubre de 1958. Yo, era un niño más bien apocado e hiperprotegido por mi madre y que llegaba de un pequeño colegio privado.
Quiero dar mi evocación y afecto a todos aquellos que compartieron conmigo esta etapa de la vida. Mi recuerdo para los que han desaparecido  en el tiempo.  Recientemente  D. Alejandro de las Casas Antúnez. DEP
Una vista actual del colegio
Mi hermano pequeño, Carlos, entro en el Infanta desde primaria, pero yo me incorpore en cuarto de bachillerato. Desde el principio fui mediopensionista y por tanto permanecía en el colegio desde las 9 de la mañana hasta las 6 de la tarde. Mi memoria fotográfica de lo antiguo, me permite ahora conservar innumerables imágenes de esa etapa de mi vida. Recuerdo las caras de mis compañeros, de mis profesores, inspectores y del entorno arquitectónico y urbanístico del colegio. Comencé el colegio en octubre de 1958, yo era un niño más bien apocado e hiperprotegido por mi madre que llegaba de un colegio privado. Me introduje  en un entorno social dominado los internos que debían organizarse la vida para desenvolverse dentro de espacio sin problemas.
Los externos éramos una minoría clara y solían establecer su camarilla. Yo conecte rápidamente con el interno, Miguel Ángel Barroso Lanza, el perfecto complemento para un “enfermito” como yo. Miguel Ángel representaba la decisión y la fuerza, era un poco travieso pero noble y se desenvolvía perfectamente por el colegio. Conecte con él y con el grupo de internos afines Lleó, Gago, López Andrada… Comencé a contar en casa mis andanzas por el colegio y mis amistades y refería mi aprecio con Barroso, un chico de 13 años como yo, que había nacido en un pueblo de Cáceres pero que su madre y hermanos vivían en Renedo de Piélagos provincia de Santander.
Mis primeros pasos en el Infanta no fueron fáciles y habrían sido más difíciles de no haber contado con la ayuda de mi amigo Miguel Ángel. Ya comente que Barroso era un poco “trasto”, razón por lo cual algunos domingos se los pasaba “empapelado” estudiando con otros compañeros. Coincidía con en el en el cine del colegio que ponían películas de aventuras con un montón de cortes, pero que tenían su gracejo, me divertía ir al cine alguna vez. Recuerdo una película de pirata que se llamaba el hidalgo de los mares que no pudimos verla entera, después de más de una docena de cortes se fastidio el proyector, no hace demasiado tiempo decidí terminarla de ver en la tele.
Las ovejas en General Mola tan habituales ver a diario
El colegio era heterogéneo había alumnos de primaria de bachillerato universitario, bachillerato laboral, talleres y preparación militar, También una residencia de universitarios y un grupo de formación profesional de adultos. Sus instalaciones eran enormes. El camino desde casa pasaba por un inmenso descampado en donde había un enorme campo de futbol, después se pasaba por la imprenta del comandante Rubias antes de llegar al edificio del cole. Al otro lado de la prolongación del General Mola estaba el Parque móvil de la guardia civil; unas inmensas instalaciones que cruzaba de niño, algunas veces, para ver a mi tío Emilio. Nada que ver con el edificio de Tráfico anejo al colegio y muy posterior. Todo ello se transformó en viviendas y no precisamente para el cuerpo que deberia ser objeto de un minucioso examen. Igualmente ocurrió con el descampado y el magnífico campo de futbol y la imprenta. Sobre este particular ruego la colaboración de los compañeros para intentar aclarar algunas cosas. Las Cuarenta Fanegas del Duque de Ahumada se reducían drásticamente durante el desarrollismo de finales de los sesenta y el inicio de los setenta.
Ahora el colegio tiene otro uso, que no he terminado de comprender. Pero me imagino que la asociación y los antiguos alumnos habrán tenido ocasión de debatir este asunto. Desde luego por lo que fue y por lo que represento el colegio que inauguro Camilo Alonso Vega y Joaquín Ruiz Jiménez, existe el continente pero no su contenido. Un magnifico lugar en una zona importante de Madrid, que ya no será de los huérfanos de la Benemérita.
Pido colaboración a todos para seguir completando estas crónicas que son leídas diariamente por unas 500 personas, me imagino que nayaritamente ex alumnos/as

  U n socialista, no debería estar de acuerdo con el pacto entre socialistas en Cataluña. Cada persona mira a través de un cristal de di...