LA POLÍTICA DEBE CONCILIARSE CON LOS IMPERATIVOS DE LA HONESTIDAD.
Las
ideas políticas de Rousseau influyeron en la Revolución francesa, el desarrollo
de las teorías republicanas y el crecimiento del nacionalismo. Su herencia de
pensador radical y revolucionario están expresadas en sus más célebres frases,
una contenida en El contrato social:
“El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado”; la otra,
contenida en su Emilio, o De la
educación: “El hombre es bueno por naturaleza”, de ahí su idea de
la posibilidad de una educación; y por ultimo "Los que quieren
tratar a la política y a la moral en forma separada nunca entenderán nada sobre
ninguna de las dos". Eso escribió Jean-Jacques Rousseau. La
práctica de la política no sólo puede, sino que debe conciliarse con los
imperativos de la honestidad. Pero, ¿qué es la honestidad o la deshonestidad en
un político? ¿Es posible que un político sea honesto?
Esta cuestión llega al corazón de la
democracia, porque cuando los electores descalificamos a los políticos por corruptos,
los movimientos antidemocráticos progresan. Sin embargo, todos los políticos
saben que la ambigüedad y la componenda tienden a triunfar sobre las verdades
universales. A veces es necesario elegir el mal menor. Nuestros patrones
normales de decencia y probidad no siempre se pueden aplicar, aunque no porque
el cinismo y la hipocresía sean lo único que importa en política. Por caso el
príncipe de la ambigüedad, Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord, más
conocido como Talleyrand. No sólo
corrupto, sino también un notorio traidor a varios jefes consecutivos, se decía
que no había logrado vender a su propia madre porque no había podido encontrar
compradores.
LA DESHONESTIDAD POLÍTICA PUEDE ADOPTAR
FORMAS DISTINTAS:
1.
El
deshonesto/a mayestático/a. Sí es inteligente, puede ser un/una líder, ideólogo/a
pero siempre deshonesto/a en cualquier circunstancia y con intereses fundamentalmente personalistas.
2.
El/la diletante,
con buenas intenciones; torpe y aficionado/a, sus acciones dañan los intereses que busca promover.
3. Los/as "apostadores/as", por
otra parte, hacen mal uso de la competencia. Son hábiles pero despiadados/as, carecen de humildad y evaden la reflexión.
4.
El/la
"alborotador/a", pariente cercano del apostador/a, y busca lograr sus crecientes ambiciones
por cualquier medio, sin importar los riesgos y a pesar del costo para los
demás.
5.
El/la
"fanático/a" político también es deshonesto/a, ya que está cegado/a
por la convicción de que tiene la razón en todo.
6.
El/la
fanático/a es inflexible y no se detiene, es una aplanadora que aplasta todo lo
que encuentra en su camino.
7.
El/la
"operador/a" que concierta los arreglos políticos no es menos
deshonesto/a, porque carece de la visión". Es cobarde, no tiene principios y se echa para atrás ante la
responsabilidad.
Más allá de estos tipos distintivos del
político deshonesto hay posturas políticas más generales. En primer lugar están
las formas cínicas del pragmatismo, encarnadas en el principio de que el fin
justifica los medios siempre que las exigencias morales entren en conflicto con
los intereses políticos.
En el otro extremo está la postura
ingenua, utópica y moralista que es igual de deshonesta. Quienes la predican,
deploran la aspereza y la relatividad de la política y hacen llamados inútiles
para el renacimiento moral. Eso no significa que no podamos identificar a los
políticos honestos cuando nos encontramos con ellos. Emmanuel Kant describió a
dos tipos de políticos. El "moralista político" busca "forjar la
moral" según las necesidades de la política entendida como un
juego cínico. Es una etiqueta que se aplica con facilidad a todos los tipos de
políticos deshonestos descritos. El segundo tipo de Kant es el "político moral" que rechaza el
pragmatismo cínico pero que no cae en la moralización ingenua. Un/una político/ca honesto/a, considera a la política como una
herramienta para alcanzar el bien común. No es
ingenuo/a y sabe que con frecuencia es necesario ser paciente, hacer arreglos y
seguir una política de pasos pequeños. Sin embargo, mientras busca las metas
parciales no pierde de vista los objetivos más amplios.
En resumen, un político o política honesto/a
aplica un pragmatismo basado en principios, en el valor para decir cosas
desagradables, pero siempre con una actitud constructiva. En efecto, la crítica
irresponsable (el afán de revelar y publicar un problema sin la voluntad de
proponer soluciones factibles) es tal vez la forma más común de deshonestidad
en política.