miércoles, 8 de octubre de 2014

MÁS DE 24.000 MILLONES DE EUROS



BARAÚNDA DE LAS TARJETAS

Su bulto económico es una nimiedad en comparación con la deuda para los españoles por la pésima y punible gestión de Caja Madrid. MÁS DE 24.000 MILLONES DE EUROS (CUATRO BILLONES DE LAS ANTIGUAS PESETAS, nos va a costar la broma, sin contar los intereses devengados por la parte del rescate bancario que fue a tapar su agujero. Sin embargo, nadie ha depurado aún responsabilidades políticas, pese las fundadas sospechas de que ni el Banco de España, ni la Comunidad de Madrid, en manos de Esperanza Aguirre que también tenía funciones de control, actuaron en su momento con la debida diligencia.

Ahora sí, el presidente de la CAM, Ignacio González del PP, ha cesado sin pérdida de tiempo a su director general de Economía, que fue uno de los beneficiarios de las tarjetas en tiempos de Blesa. Otro de ellos, Carmen Cafranga, que estaba al frente de la Fundación Obra Social y Monte de Piedad de Caja Madrid, presentó su dimisión ayer, pocas horas después de que los detalles de la infamia, con los nombres y apellidos de sus principales responsables, aparecieran en la prensa. 

Tal vez por eso, sorprende la rapidez con que han reaccionado el PP y el PSOE ante el último pelotazo: casi un centenar de consejeros y altos directivos de la entidad y antes de Caja Madrid dispusieron durante más de una década de tarjetas de crédito sin rendir cuentas a nadie. Era, literalmente, dinero negro de plástico, porque se cuidaron mucho de declarar a Hacienda. Con él gastaron a manos llenas en comidas, viajes y ropa. Hasta efectivo sacaron con esas mágicas tarjetas, que todo lo conseguían y, por si fuera poco, parecía que ni siquiera dejaban huella. 

Porque dudo mucho que quienes tan alegremente se los gastaron, entre los que figuran sindicalistas y empresarios, vayan a tener ahora la decencia de devolver hasta el último euro y a liquidar con el fisco todo lo que eludieron. Es verdad que tres de ellos, incluido Rato, ya lo han devuelto en previsión de males mayores; pero hay que hacer un gran esfuerzo para imaginar que el resto vaya a seguir su ejemplo. De entrada, algunos han puesto la excusa de que se les había asegurado que todo era legal, sin duda con objeto de esquivar las consecuencias económicas y penales del caso. Quizás esperan que nos creamos que eran los tontos más listos del pueblo.

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