lunes, 2 de junio de 2014

LA RENTA Y EL PODER

EL CAPITALISMO DICE: NO HAY PARA TODOS”
La vida de las personas depende del juego de la competencia. No un libre juego, sino un juego con cartas marcadas, donde el fuerte se vuelve más fuerte y hace que el débil pierda siempre.
Se trata de un capitalismo de ruleta en donde la rueda está viciada y hace ganar siempre al que ya está ganando. Al inicio, había que salvar a los bancos, acaso el tejado caería sobre nuestras cabezas. Se ha salvado a los bancos y cuando la crisis arreció, los que han quebrado son los países, mientras los bancos y los altos ejecutivos de las grandes empresas se han vuelto aún más ricos.
“No hay para todos” fue la revelación sincera de quien sabe que la crisis es un filtro, que excluye los derechos de los más débiles y concentra todavía más la renta y el poder. Hay economías que empiezan a recuperarse, pero sin reflejo en el nivel de empleo, índice más directo de las necesidades de la gran mayoría, que vive de su trabajo.
El capitalismo no es un sistema hecho para producir, sino para acumular. Si no hay incentivos, no hay inversión. Si la mejor manera de acumular es la producción, se canalizan hacia ella los capitales. Si no, los concentra en la especulación financiera. Es lo que caracteriza el capitalismo en su fase actual. Del Estado de Bienestar, de Estados que reconocían el derecho a tener derechos, a Estados que promueven el abandono y el sálvese quien pueda, el “No hay para todos”.
Como define Jeremy Rifkin en su libro Fin del Trabajo, la labor realizado por el hombre es reemplazado por maquinas. Hasta hoy el sistema capitalista cimentó sus bases en el concepto de productividad, pero con el avance tecnológico esa productividad se ha multiplicado, desplazando las fronteras de producción hasta límites todavía no encontrados. Ahora nos estamos sumergidos en una nueva fase de la humanidad caracterizada por la decadencia de lo que hasta hora entendíamos por trabajo, el número de personas desempleadas o infra empleadas va aumentando. Las nuevas tecnologías sustituyen a las personas en muchos sectores económicos, desde los procesos de fabricación o la agricultura hasta las actividades funcionariales.
En resumen, muchos trabajos están desapareciendo definitivamente polarizando al mundo en dos fuerzas, una de elite que controlará y gestionará la economía global de alta tecnología; y, por la otra, un creciente número de trabajadores con escasas esperanzas de poder conseguir un empleo estable y digno.

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