EL
CAPITALISMO DICE: “NO HAY PARA
TODOS”
La
vida de las personas depende del juego de la competencia. No un libre juego,
sino un juego con cartas marcadas, donde el fuerte se vuelve más fuerte y hace
que el débil pierda siempre.
Se trata de un capitalismo de ruleta
en donde la rueda está viciada y hace ganar siempre al que ya está ganando. Al
inicio, había que salvar a los bancos, acaso el tejado caería sobre nuestras
cabezas. Se ha salvado a los bancos y cuando la crisis arreció, los que han quebrado son los países, mientras los
bancos y los altos ejecutivos de las grandes empresas se han vuelto aún más
ricos.
“No hay para todos” fue la revelación
sincera de quien sabe que la crisis es un filtro, que excluye los derechos de
los más débiles y concentra todavía más la renta y el poder. Hay economías que
empiezan a recuperarse, pero sin reflejo en el nivel de empleo, índice más
directo de las necesidades de la gran mayoría, que vive de su trabajo.
El capitalismo no es un sistema hecho
para producir, sino para acumular. Si no hay incentivos, no hay inversión. Si
la mejor manera de acumular es la producción, se canalizan hacia ella los
capitales. Si no, los concentra en la especulación financiera. Es lo que
caracteriza el capitalismo en su fase actual. Del Estado de Bienestar, de
Estados que reconocían el derecho a tener derechos, a Estados que promueven el
abandono y el sálvese quien pueda, el “No hay para todos”.
Como define Jeremy Rifkin en su libro
Fin del Trabajo, la labor realizado por el hombre es reemplazado por maquinas. Hasta
hoy el sistema capitalista cimentó sus bases en el concepto de productividad, pero
con el avance tecnológico esa productividad se ha multiplicado, desplazando las
fronteras de producción hasta límites todavía no encontrados. Ahora nos estamos
sumergidos en una nueva fase de la humanidad caracterizada por la decadencia de
lo que hasta hora entendíamos por trabajo, el número de personas desempleadas o
infra empleadas va aumentando. Las nuevas tecnologías sustituyen a las personas
en muchos sectores económicos, desde los procesos de fabricación o la
agricultura hasta las actividades funcionariales.
En resumen, muchos trabajos están
desapareciendo definitivamente polarizando al mundo en dos fuerzas, una de
elite que controlará y gestionará la economía global de alta tecnología; y, por
la otra, un creciente número de trabajadores con escasas esperanzas de poder
conseguir un empleo estable y digno.
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