RELACIONES PERSONALES Y AFECTIVAS CON LAS MÁQUINAS.
UNA VISIÓN DE LA PELÍCULA HER,
PARA MIS LECTORES
El film plantea un inquietante futuro cercano, dominado por la tecnología, Theodore,
hombre solitario, aunque muy social, decide comprar un sistema operativo para
que le ayude a enviar correos, corregir documentos y darle conversación. Dicho
Sistema Operativo irá poco a poco aprendiendo del mundo, actualizándose sin
parar, expandiendo sus límites de manera insospechada, consiguiendo
cambiar la vida de Theodore, transformar su corazón. Una realidad
demasiado verosímil que puede dominar el futuro de los jóvenes.
La historia puede parecer algo lenta, sin embargo está impecablemente
contada, plantea numerosas preguntas de
corte filosófico, acerca de la tecnología, su futuro, pero sobre todo,
acerca de nuestras relaciones personales con las máquinas informáticas; muy
especialmente, sobre si es posible para una máquina amar o, en caso de que
pueda, cómo es posible que lo haga: ¿dónde están esos límites?, ¿son algoritmos
simples que se van desarrollando conforme avanza el tiempo? La historia, que
puede parecernos banal en principio o alejada de la realidad, también explora
la capacidad que tenemos los humanos de amar, de si es posible superar las
barreras que nuestros límites físicos nos imponen a todos los niveles:
emocionales, intelectuales, etc.
Al salir del cine, en el trayecto de metro hasta mi casa, en la media
noche, pude comprobar una realidad presente: todos los jóvenes permanecían en
el vagón en silencio atados por medio de sus audímetros a su terminal móvil,
como si fuera el centro de cualquier atención. Esta experiencia supuso que
apareciera en mi cuerpo un lento escalofrió. Todo lo que terminaba de ver como
una ficción aparecía hecho realidad ante mis ojos nuevamente.
Me había recreado en una película singular, sutil, profunda e
irónicamente divertida reflexión sobre nuestra relación con la tecnología, y
con las personas. El director recrea el espléndido anacronismo de una película
romántica que hace reír y llorar y resulta cálida, totalmente dulce y
completamente seria por todas partes. Es más, nos permite intentar atisbar qué
puede pasar, de hecho ya está pasando, con las virtualidad y el mundo
tecnológico. ¿Cómo ven el mundo seres creados por nosotros?, ¿qué límites
tienen?, ¿puede una inteligencia artificial ser superior a la humana en cuanto
a emociones?, si las emociones son humanas ¿qué demonios siente una máquina?,
todavía más inquietante: ¿qué puede llegar a sentir una voz?, ¿cómo puede una
simple voz, en un mundo de imágenes, transformar una vida humana e incluso su
propia naturaleza virtual?
La voz femenina
en of consigue seducir con un quebrado tono que llega a destruir las barreras
digitales para introducirse en las físicas. La narración se va alzando en un in crescendo donde el amor físico,
virtual e, incluso, post-amor se van entrelazando y sucediéndose sin parar.
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