GANAMOS MENOS CON EL
PRETEXTO DE SALIR DE LA CRISIS, SE NOS OBLIGA A PAGAR MÁS IMPUESTOS
Los
cambios del marco laboral por la reforma de febrero de 2012, A las empresas, no
sólo les han permitido aligerar drásticamente sus plantillas. También están sirviendo para recortar los salarios sin
el menor miramiento, con frecuencia al margen de la negociación colectiva, ante
el miedo general a las nuevas facilidades para el
despido.
Además no es un fenómeno que remita:
en el tercer trimestre de 2013, la masa salarial global, ósea lo que cobran
todos los trabajadores por cuenta ajena, ascendió en España a 111.545 millones
de euros. Cifra inferior en un 3,5% a la del mismo periodo del año anterior y
que la devuelve al nivel de 2005,
según los últimos datos oficiales difundidos por el Instituto Nacional de
Estadística. Bien es verdad que en ese retroceso influye la fuerte destrucción
de empleo habida durante la crisis; pero si nos fijamos en los costes laborales
unitarios, que descuentan tal efecto, la situación no es mejor. Hoy están en España un 20% por debajo de la
media europea y, frente a nuestros principales competidores (Alemania,
Francia, Italia), la diferencia puede
llegar a ser aún más grande.
Como consecuencia de esa devaluación
interna, las empresas españolas han obtenido ganancias de competitividad que
explican en parte la mejora de las exportaciones en los últimos meses. Sin
embargo, se trata de una competitividad basada en el precio y no tanto en la
calidad de los bienes y servicios ofertados, que necesitaría inversiones
imposibles con la pertinaz sequía del crédito. En esta misma línea, la caída de
las rentas de los trabajadores ha corrido paralela a un aumento de las
empresariales y del capital, hasta el punto de que en septiembre último casi
igualaban su peso respecto al PIB. Algo que no es usual, pues en la zona euro,
los porcentajes que unas y otras representan sobre la riqueza nacional era en
2012 del 38,3% y del 50,4%, respectivamente.
Además, el avance de las rentas no
salariales no se está reflejando en un aumento proporcional de su contribución
al sostenimiento del Estado. Antes bien, mientras que por las retenciones en
las nóminas se habían recaudado hasta septiembre 50.000 millones, en línea con
2012, la aportación del impuesto de sociedades, por ejemplo, había sido de sólo
7.300, una tercera parte que ese año.
Dicho de otra manera: a los
trabajadores ahora no sólo se les exige que ganen menos con el pretexto de que
es la única forma de salir de la crisis, sino que al mismo tiempo se les obliga a pagar más a Hacienda.
Y, encima, los servicios que reciben a cambio van disminuyendo por culpa de la
demonización que el PP hace de todo lo que huela a público, un día sí y otro
también.
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