SOLO ALGUNOS PRIVILEGIADOS PAGAN MENOS
IMPUESTOS Y LLEVAN SU DINERO DONDE NO PAGAN CASI NADA.
Antes
del estallido de esta recesión ya había
una ideología que se empeñaba en recortar los gastos y las políticas sociales.
Su empeño ha conseguido más fácilmente los resultados que se buscaban: forzar
más recortes en las políticas sociales, justificándolos en una austeridad mal
entendida, cuando la austeridad debería basarse en otros parámetros, ya que los
gastos sociales no pueden ser responsables de la crisis porque son menores que
los ingresos sociales, al menos en los países de la UE. Y no lo digo yo, lo
dice Eurostat, lo dice la OCDE.
El
Informe de la Seguridad Social refleja que en 2011 los ingresos de protección
social fueron el 29,7% del PIB en los 27 países de la UE, y el 25,8% en España.
Al tomar como referencia el PIB las comparaciones son más fáciles, aunque están
condicionadas por la negativa evolución del PIB y los elevados niveles de
desempleo, que merman la recaudación fiscal, además de reducir los ingresos por
cotizaciones sociales. ¡Qué más quisieran los parados que contribuir a
incrementar las cotizaciones destinadas a ingresos fiscales!
En
las últimas décadas, los gastos
sociales han tendido a financiarse con los ingresos generados por las distintas
cotizaciones; por lo tanto, los gastos sociales no pueden ser
responsables de los déficits fiscales ni de la crisis. Culpar al gasto social
de la crisis es mentira o ignorancia, o ambas cosas.
Sin
embargo, al ignorar los datos disponibles y el debate sobre cómo utilizar las
políticas públicas en beneficio de la creación de empleo y la mejora del
bienestar colectivo, el resultado final es contundente: se recortan los
gastos y las políticas sociales para favorecer privatizaciones que solo
benefician a una minoría. Mientras tanto, se deteriora el nivel y las
condiciones dignas de vida de la mayoría de la población. Y no lo digo yo,
basta con ver cómo han perdido peso las rentas salariales en la distribución de
la Renta Nacional en los últimos años, por ejemplo en España.
Más
allá de las estadísticas, basta con salir a la calle y ver cómo, millones de
parados jóvenes, menos jóvenes y no tan jóvenes, están en el limbo de la
exclusión social, ya sea por el paro de larga duración o por los recortes en
las políticas sociales, o por todo a la vez. Es decir, por hacer pagar la
crisis a quienes ni la hemos originado ni la estamos haciendo más duradera e
intensa al insistir en recortar y recortar, cuando existen enormes bolsas de
fraude fiscal que podrían utilizarse para combatir los déficits públicos.
Algunos
privilegiados insolidarios pueden
presumir de pagar menos impuestos o de llevarse su dinero donde no pagan casi
nada. Para la mayoría de los ciudadanos
la presión fiscal está subiendo. Y lo peor es que los impuestos que
pagamos no sirven para mejorar nuestro nivel de vida. Es más, con las
privatizaciones, y con las subidas de las tasas y de los precios de los
suministros básicos, estamos volviendo a pagar por el acceso a los servicios
públicos a los que ya hemos contribuido mediante el pago de nuestros impuestos
directos e indirectos. A los ciudadanos no se nos trata con la dignidad que
merecemos ni en el ámbito local y regional, ni en el estatal.
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