lunes, 11 de noviembre de 2013

Conciencia del ciudadano



EL RECHAZO CIUDADANO DESLEGITIMA A LA CLASE DIRIGENTE
El pueblo de Islandia, cuando decidió destituir y juzgar por negligencia a su primer ministro Geir Haarde, el primero que se sentaba en el banquillo por su mala gestión económica, concitó la envidia y la admiración de millones de ciudadanos aplastados por sus gobernantes en todo el planeta. Sentimientos similares de respeto y admiración despertaron los ciudadanos alzados de Túnez, Egipto, Libia, Siria, Yemen y otros países regidos por tiranos desalmados.
El número de ciudadanos que se sienten enemigos de sus respectivos gobiernos crece en todo el mundo, del mismo modo que los políticos adquieren conciencia de que los ciudadanos, indignados ante el fracaso de sus gobernantes, están dispuestos a expulsarlos del poder y arrebatarles sus injustos privilegios y ventajas.
La antipatía profunda entre el poder político corrupto y ciudadanos, un fenómeno que cada día se parece más a una movilización entre los dos bandos, será el gran signo de los tiempos durante el presente siglo XXI. Ese rebate entre políticos y ciudadanos marginados y oprimidos es la única tesis que explica el resultado de las encuestas en España, donde, a pesar del maquillaje, la corrupción de los políticos y los políticos como grupo son dos de los cuatro grandes problemas del pueblo, reflejando así un rechazo ciudadano a la clase dirigente que, en sí misma, deslegitima a los que están gestionando mal el pueblo, en contra de su voluntad.

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