PANDEMIA DESIDEOLOGIZADA DE
ARRIBISTAS AL PODER COMO MEDIO DE TAPAR CARENCIAS
PROFESIONALES.
La política, según
Aristóteles, consiste en la toma de decisiones para la consecución de los fines
de un grupo ideológico, un ejercicio de voluntades cuyo objetivo último es
hacerse con el poder. Quien detenta el poder, se considera legitimado/a para
dictar las normas y leyes que determinan la obligatoriedad para todo el
conjunto de ciudadanos, de seguir las exigencias dictadas en las disposiciones
de quien lo detenta.
La salud democrática de una nación
depende, en buena medida, de la calidad ética de sus ciudadanos y de sus
representantes políticos. El fortalecimiento de las instituciones políticas y
su credibilidad depende de muchos factores, pero, substancialmente, de la
confianza que sean capaces de generar a la ciudadanía.
La vieja España, repleta de amores,
odios, venganzas y pasiones, a lo largo de su veterana historia ha conocido de
todo: absolutismo, autocracia, liberalismo, dictadura, socialismo y
conservadurismo. Y salvo excepciones, no es posible decir que los españoles nos
podamos sentir orgullosos de aquellos que, a lo largo de los tiempos nos han
gobernado. Pero, volver la vista atrás no sirva para nada, salvo para reconocer
los errores en los que no se debería volver a caer. Lo que políticamente
acontece en los últimos tiempos en España, que con sus ilusiones últimamente
perdidas y sus ubres estrujadas reclama confianza y tiempos mejores.
Después de haber superado cuarenta años
de dictadura fascista, que marcó uno de los periodos más negros de la Historia
de España, por fin llegaba la anhelada democracia.
El asentamiento del proceso democrático, trajo
consigo la aparición de una nueva figura: El o la "trepa" el intruso
o intrusa se reprodujeron en los distintos partidos. Desprovistos/as de
escrúpulos, estos individuos/as no dudaron en usar medios poco éticos con tal
de lograr obtener lo que querían en la vida, agotaron todas las instancias para
alcanzar sus objetivos personales predeterminados ya sea en el poder general, autonómico
o local, aunque ello supusiese poner en entredicho el crédito de su grupo
ideológico. No importaba mudarse de una ideología política a otra, en el intento de tocar poder sin
valorar si los medios utilizados para ello eran o no éticos, la creciente
presión de estos/as individuos/as por destacar en el ámbito político y así
poder acceder a privilegios inmerecidos, se convirtió en pandemia donde los valores morales no tenían cabida alguna. Estos mismos políticos
están permitiendo las reducciones generalizadas en los logros sociales y no
permiten devaluar el gigantismo político de las administraciones públicas tanto
del Estado como de comunidades autónomas y, de manera incomprensible, de las
administraciones locales. Una nueva reorganización de las administraciones
locales tiene que producirse, devolviendo la competencia urbanística a la
administración general para así evitar situaciones de corrupción como las
vividas en los últimos años. Los planes generales, parciales etc. Deben ser
considerados desde otros foros con menos intereses particulares.
En líneas generales para el/la trepa, esa aprobación política
compensaba el sentimiento de inferioridad que les generaba frustración en sus
actividades laborales, pues suelen ser seres anodinos y oscuros, más
perceptibles cuanto más bajo es el poder al que aspiran, de intelecto sólo
aplicable a lo perverso, fracasados profesionalmente en su gran mayoría cuando
no en paro, que no encuentran otra salida a su triste sino, distinta al peloteo
y adulación de aquellos abanderados que pueden proporcionarle inmerecidas
prebendas.
Ambiciosas y de poco potencial humano, manifiestan
unas pretensiones desmedidas para su trayectoria profesional sin
correspondencia con su potencial real. Todos podríamos dar nombres puesto que a
muchos les conocemos: Seres inicuos que se han convertido en el cáncer y descrédito
de la democracia actual. Individualistas, ocultistas, reservadas y egoístas,
trabajan de forma individual en provecho propio mostrándose como
autosuficientes sin llegar a serlo, puesto que individualmente poco valen y no
reconocen en público la labor de aquellos de los que han obtenido sus
conocimientos, atribuyéndose en muchos casos habilidades y méritos que les son
ajenos.
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