lunes, 8 de abril de 2013

MENOS COMPETITIVIDAD Y MÁS COOPERACIÓN



DEBEMOS PREPARARNOS PARA UN NUEVO ORDEN MUNDIAL. CON MENOS COMPETITIVIDAD Y MÁS COOPERACIÓN
Tendremos 100 trabajadores por 42 jubilados
Hay que fomentar la cooperación en el trabajo, educación, política, etc., en lugar de una competitividad separatista e individualista. Cada vez nos sentimos más necesitados de una interrelación cercana y unida en valores de paz y amor. Derrumbar el paradigma que representa idolatría al lucro, a la posesión material y al poder, que nos inocularon por medio de la cultura y de la religión
El Mundo ha sufrido profundas transformaciones en las dos últimas décadas impulsadas por la caída del Muro de Berlín; la penetración de Internet; la violenta irrupción del terrorismo; y la crisis económica occidental. Entre las consecuencias de ese cambio sobresale el alumbramiento de un mundo heterogéneo, el (re)surgimiento de las potencias emergentes y la deriva del eje de gravedad del poder global hacia el Este y hacia el Sur. La Humanidad entera se enfrenta a importantes retos comunes como: la sobrepoblación, envejecimiento, calentamiento global, dependencia energética, pobreza, terrorismo y crimen organizado, que exigen respuestas también comunes y, en muchos casos, inmediatas. La morosidad en la puesta en marcha de esas respuestas y la falta de una firme dirección en los asuntos globales provoca desasosiego. La aparición en la escena internacional de nuevos actores es a la vez una oportunidad de desarrollo económico y un desafío para el medio ambiente y la escasez de energía y otros recursos naturales, como también lo es para encontrar un sistema adecuado de gobernanza al nuevo orden o desorden mundial
Por primera vez en la historia reciente existe, sobre todo en Occidente, la creencia generalizada de que nuestros hijos van a vivir peor que sus padres. La nuestra es, pues, una era de incertidumbre, pero también de inseguridad. ¿Estaremos al borde de la tormenta perfecta? ¿Seremos capaces de capearla? ¿Quién estará al timón? Todas ellas son cuestiones fundamentales, que están reclamando unas respuestas positivas.
El desafío más importante es hoy sin duda cómo preservar nuestro planeta de la sobrepoblación, el agotamiento de los recursos naturales, la destrucción de la biodiversidad y el cambio climático. De ahora en 40 años habrá dos mil millones más de habitantes en el mundo. 97% de ese aumento se concentrará en países en desarrollo y sobre todo en los más pobres. Ello puede estimular grandes flujos migratorios. El envejecimiento es, y lo será aún más, un rasgo típico de nuestras sociedades. En el mundo desarrollado habrá 100 trabajadores por 42 jubilados. Lo que sin duda someterá a una fuerte tensión a nuestros sistemas de pensiones y de seguridad social
El poder dominante está globalizado, y nosotros tenemos que llegar e integrar no sólo al concienciado que ve y busca en Internet cómo opera esta elite, elaborando un sistema perverso en su exclusivo beneficio, sino también a los otros que inconsciente les sostienen. Esto son, de forma breve y resumida, la elite economía que dirigen, dueños de grandes corporaciones, dirigiendo a la clase política, con el control de la prensa y de la información y un entramado social corrompido, anestesiado o en el mejor de los casos, como el resto de los ciudadanos educados en unos credos manipuladores conscientes y subconsciente.
Con la conciencia clara y el conocimiento de lo que está aconteciendo y de cómo nos dirigen una masa de ciudadanos cada vez mayor y más consciente tendría el poder y la potencialidad de negarse a ser manejada. Es esta la puerta de la nueva revolución, la revolución pacífica. Pasó el tiempo de las revoluciones en las que se derrocaba un tirano para alumbrar una nueva forma de tiranía.
Esa conciencia colectiva de causas injustas ha sido el instrumento de grandes cambios de la segunda mitad del siglo pasado, que se realizaron de forma pacífica: Gandhi en la India. Luther King en EEUU o Mandela en Sudáfrica.
Derrumbar los paradigma que esta elite representa, de la idolatría al lucro, a la posesión material y al poder, conlleva liberarnos, todos y cada uno de nosotros, de creencias que nos inocularon en la infancia por medio de la cultura y de la religión. Más, creo que esto se está dando ya progresiva y masivamente en la mayoría de nosotros, que cada vez nos sentimos más necesitados de una interrelación cercana y unida en valores de paz y amor.
La ciencia ha descubierto, como la conciencia, descubrimiento o creencia de un número determinado de individuos puede hacerse extensivo y asimilado por el resto de sus congéneres. Este porcentaje es de tan sólo la raíz cuadrada del uno por ciento de la población que se trate. Deberíamos reflexionar el por qué se está despertando la humanidad a esta nueva conciencia que está sacando a la luz los trapos sucios de este Sistema. Y de cómo esta elite conoce este y otros avances científicos y los usa en su provecho.
Transformemos la vida del hombre en el planeta derribando este Sistema basado en el lucro por otro basado en la cooperación, la unidad e inclusive, aunque suene frívolo a algunos, en el Amor y la fraternidad.
Si somos capaces de manifestarnos tantos miles de disconforme en las grandes ciudades tenemos, también, la capacidad de volcarnos en encontrar las formas precisas para difundir información a los más dormidos, crédulos al sistema o a los que no tienen posibilidad, deseo o interés de entrar a Internet.

1 comentario:

  1. Fernando R. de Rivera8 de abril de 2013, 12:31

    Pero no es el momento de buscar culpables, sino de asumir los niveles de responsabilidad personal, familiar, institucional , social, etcétera, que nos permita mejorar la dinámica social en la que estamos inmersos. Implicarnos activamente en la implantación y consolidación de valores que garanticen un futuro más solidario, más respetuoso con el otro, que potencie el respeto a las diferencias culturales, religiosas ideológicas, basado en la igualdad entre hombres y mujeres, más tolerante, menos violento, en el que el esfuerzo recuperen su importancia como fórmula para el desarrollo individual y colectivo y, en definitiva, de todos aquellos valores que nos han permitido llegar a niveles de bienestar social, de democracia, de respeto a los derechos humanos, de preocupación social por los más vulnerables que nos permiten poner el adjetivo de avanzada a esta sociedad en la que vivimos.

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