miércoles, 6 de marzo de 2013

NO RECONOCER O DECIR: LO SIENTO ME EQUIVOQUÉ





Somos capaces de inventar los argumentos más peregrinos para excusarnos, por no decir “lo siento”, “me equivoqué”


Miguel de Cervantes opinaba que: Las honestas palabras nos dan un claro indicio de la honestidad del que las pronuncia o las escribe.


La honestidad es una cualidad que permite en actuar de acuerdo a como se piensa o siente. El respeto a la verdad en relación con el mundo, los hechos y las personas, que implica la relación entre el sujeto y los demás, y consigo mismo. El autoengaño hace que perdamos la perspectiva con respecto a la honestidad de los propios actos, obviando todas aquellas visiones que pudieran alterar nuestra decisión.
Ahora, en época donde lo importante parece ser los resultados, los logros, lo visible, cultivar el valor de la honestidad parece un coste disipado. Somos capaces de inventar los argumentos más peregrinos para excusarnos, por no decir “lo siento”, “me equivoqué”, “tienes razón”, “no se acerca de esto”, “¡enséñame!”. Pero, no sabemos cómo ser honestos con nosotros mismos o con aquellos que decimos querer y respetar. ¿Será que se nos ha olvidado como ser honestos? ¿Será que no consideramos la honestidad como un valor importante del ser humano?
Vivimos en una sociedad en que opinamos de todo y juzgamos a todos. Es como si ser “atrevido” se ha convertido en un valor, encubriendo la mentira, el engaño y la humildad. La honestidad, como otros valores, no se usa en la publicidad para promocionarla como sí se hace con otros productos.
La honestidad es el respeto a la verdad, que buscamos y, en cierta manera, exigimos a las personas con las que compartimos algún tipo de relación. Lo vemos como un valor importante para que las relaciones se desenvuelvan y crezcan en un ambiente de confianza y armonía. Una virtud que nos aporta seguridad y credibilidad en las personas, y en ocasiones admiración. Tristemente, recibimos mensajes que nos alejan de cultivar este tipo de valores y nos acercan más a un mundo de apariencias y frivolidad. ¿Será que los seres humanos hemos o regresado, que ahora la seguridad y la confianza nos la aportan otras apariencias sociales que no están relacionadas con la honestidad? .
Muchas veces los seres humanos tendemos a no querer enfrentar la verdad de las cosas porque el hacerlo implica tomar acción. En otras ocasiones negamos la realidad porque pensamos que si así lo hacemos en algún momento desaparecerá. Pero, pronto descubrimos que el tiempo pasa y no es así, al contrario, las cosas se complican más, acumulando una mentira encima de la otra alejándonos cada vez más de esa vida de paz interna que añoramos tener.
La honestidad conlleva el valor de hacernos las preguntas más difíciles y contestarlas con la verdad. Estas respuestas incluyen nuestras creencias, deberes, valores, responsabilidades y postura hacia la vida. Una vida de armonía y paz interna con nosotros mismos.
En nuestra vida encontramos a diario actitudes deshonestas como la hipocresía, que aparenta una personalidad que no tiene para ganarse la estimación de los demás; o la mentira; el simular trabajar o estudiar para no recibir una llamada de atención; el no guardar en confidencia algún asunto del que hemos hecho la promesa de no revelarlo; no cumpliendo con la palabra dada, los compromisos hechos y la infidelidad.
Ser deshonestos nos lleva a romper los lazos de amistad establecidos, en el trabajo, la familia y en el ambiente social en el que nos desenvolvemos. Incluso, la convivencia bajo estos parámetros se torna imposible, pues ésta no se da, si las personas somos incapaces de confiar unos en otros. La honestidad no es la desordenada apertura de la propia intimidad en aras de "no esconder quien realmente somos", implicará la verdadera sinceridad, con las personas adecuadas y en los momentos correctos. Ni la actitud desvergonzada por la que se habla de cualquier cosa con cualquiera… la franqueza tiene como prioridad el reconocimiento de la verdad y no el desorden. Hay que tomar la honestidad en serio, estar conscientes de cómo nos afecta cualquier falta de honestidad por pequeña que sea… Hay que reconocer que es una condición fundamental para las relaciones humanas, para la amistad y la auténtica vida comunitaria. Ser deshonesto es ser falso, injusto, impostado, ficticio. La deshonestidad no respeta a la persona en sí misma y busca la sombra, el encubrimiento: es una disposición a vivir en la oscuridad. La honestidad, en cambio, tiñe la vida de confianza, sinceridad y apertura, y expresa la disposición de vivir a la luz, la luz de la verdad.

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