No es verdad que estemos
secuestrados por la corrupción pero sí que la corrupción llegó muy arriba y que
afectó a mucha gente.
Que penetro en el mundo de la política y en la estructura
financiera y se ha cebado en muchos ayuntamientos del Estado propiciado por
algunas empresas promotoras de viviendas. También la corrupción ha calado en los
medios de comunicación.
Todo este estado de cosas
está produciendo en la ciudadanía un gran daño, por encontrarse demasiado
hostigada por los recortes impuestos desde el ejecutivo y estar dándose cuenta
de que, mientras pasa estrecheces como consecuencia de la crisis, la clase
política es sorprendida en corrupción a enorme escala.
El ciudadano se sumerge
en la indignación y escepticismo hacia la clase política teniendo en cuenta que
la visión clara de las cosas, excluye la incredulidad, el odio. Porque puede
ayudar a que evitemos escenarios parecidos a los que se produjeron en Italia en
los años noventa y que terminaron con la irrupción de una personalidad como
Berlusconi en la presidencia del Gobierno.
Sabemos cuál fue el
mecanismo que engrasó toda esta maquinaria, un dispositivo concreto que parte
de la complicidad entre la especulación inmobiliaria y las necesidades,
primero, de los partidos para financiarse y, después, del ansia de
enriquecimiento desmedido de muchos dirigentes políticos de fáciles tragaderas.
Fue ese mecanismo el que casi destruyó los controles democráticos. Son esos
mecanismos los que hay que destruir, no a la clase política en su conjunto.
Resulta evidente el bloqueo
percibido en las grandes instituciones y el corporativismo de la clase
política, y la mayoría social exige la renovación de esas élites y la
regeneración democrática del sistema político. Así mismo, resulta conveniente
expresar la indignación ciudadana y la protesta colectiva para frenar el
carácter antisocial de la política oficial e influir en ese proceso.
El conflicto no está entre
política sí o política no, si no se define el significado que le damos. La
opción mayoritaria que se refleja en la sociedad es de desconfianza y crítica a
esta política y a esta clase política que la gestiona, al mismo tiempo que se
refuerza la participación ciudadana y la acción democrática por una política
más social y unas instituciones más democráticas y menos corruptas.
Es cierto que las élites de
los partidos políticos, en cuyas filas hay infinidad de personas honradas,
reaccionaron con la peor de las medidas posibles cuando aparecieron las
primeras llagas: el recurso a la unidad y los llamamientos a la cohesión
interna y la defensa de los líderes. Los medios de comunicación tampoco supieron
mantener la tensión exigible en una sociedad sana en defensa del funcionamiento
democrático de las instituciones, dispuestos, bien al contrario, a rivalizar en
el simple escándalo para aumentar audiencias o lectores. Unos no supieron
mantener la tensión y otros, peor aún, se pusieron al servicio de intereses
oscuros.
Lo peor ahora sería olvidar
los mecanismos que llevaron a la corrupción de buena parte de esas élites. O
creer a quienes nos dicen que todo el mundo quedó enredado en esos engranajes.
No es cierto, aunque solo fuera porque no todos tenían acceso a esos
mecanismos. Pero también porque no todos los partidos se aprovecharon de ellos,
ni todos los políticos, ni todos los medios de comunicación.
Hay que identificar, antes
que nada, los casos de corrupción vinculados a los dirigentes de los partidos
con responsabilidad ejecutiva. De todos ellos, pero muy especialmente de
quienes dirigen ahora el Estado, porque para eso son las responsables de las
políticas que se llevan a cabo.
Hace falta ser obstinados en
el rechazo. Rechazo a los ministros que asisten al Congreso y que creen que
pueden atacar a quienes les critican; rechazo a quienes en la oposición no
plantean las cuestiones reales que nos afectan, rechazo contundente ante
quienes, desde la política o desde los medios de comunicación, quieren hacernos
creer que hay sucesos más importantes que lo que nos acontece a los ciudadanos,
vicisitudes más importantes que los seis millones de parados, que el control
democrático de las instituciones.
Tenemos
otro problema añadido: La ciudadanía no cree en las personas que administran y
ejecutan la Justicia
Según el II
Barómetro de la Justicia de la Fundación Wolters Kluwer los ciudadanos cree que
la administración de justicia funcional mal o muy mal en España. Cerca del 70%
de los españoles considera que la Justicia es muy lenta y que las sentencias no
se ejecutan con eficacia. El 49% no cree que los tribunales sean imparciales, y
el 54% tiene la percepción de que los jueces no realizan su función con total
independencia. El 64% ve la Administración de Justicia como garantía última de
defensa de la democracia y de las libertades.
En general, los resultados no son buenos y la
valoración de la Justicia por los ciudadanos está en uno de los momentos más
bajos de los últimos veinte años. Actualmente, la Administración de Justicia
tiene una valoración similar a la del Gobierno.
Nosotros debemos ser los primeros en luchar
por recuperar todo lo que nos arrancó esta crisis.
Es una justicia de pacotilla, puesta al servicio de la politica. De ciega no tiene nada. Los dos ojos y bien abiertos para ver mejor por donde viene el cazo o las directrices del mandamas de turno.
ResponderEliminarUna verguenza, que no ha interesado a ningun gobierno, darle el PODER, que se le da en la constitucion. ¿Para que? Para tener que enchironar a grandes cargos publicos; nada nada...ni tocarla ¡¡¡
Sera para arreglar esto el ministerio ese de IGUALDAD ????? jajajajajaj....me parto¡¡
Desde la famosa frase “La Justicia es un cachondeo” que pronunció, en 1985, el alcalde de Jerez, Pedro Pacheco, no podía pensarse que se convertiría en la expresión de millones de personas cabreadas con el sistema judicial. Se había perdido el respeto y el miedo a los jueces, que hasta ahora nadie se atrevía a insultarlos, aunque se pensase.
ResponderEliminarSe quejan desde la Fiscalía Anticorrupción que al parecer, en algunas provincias los corruptos se están empezando a comer los menús de los comedores escolares. Para tratar de corregir la proliferación de delincuentes, Anticorrupción se propone adaptar una flotilla de cien avionetas de fumigación agrícola que en el plazo de una semana podrían estar listas para volar sobre toda España y actuar sobre concentraciones de corruptos de diferentes tamaños y grosores. Ministros, diputados, senadores, concejales, alcaldes “Queremos que en un mismo vuelo rasante caigan corruptos de todas las especies, tanto los normales, como aforados o incluso los que tengan vínculos con Luis Bárcenas”, ha señalado el magistrado que se encargará de dirigir la nueva sección de Fumigación Intensiva de la Fiscalía.
ResponderEliminarAmnistía Internacional, sin embargo, ya ha advertido que la fumigación aérea sobre el Partido Popular, ayuntamientos, gobiernos autónomos, bancos, empresas públicas y otros muchos organismos oficiales, causará numerosas bajas entre empleados y funcionarios inocentes. “Está asumido”, han zanjado desde la Fiscalía Anticorrupción.
Por otro lado, Bruselas duda de que el producto que lanzarán las avionetas de la Fiscalía pueda tener algún efecto en Carlos Fabra y la Infanta Cristina. “La dosis necesaria para abatir a esos dos personajes podría echar a perder la cosecha de trigo de Rusia y China oriental, además de provocar la cancelación de más de ocho mil vuelos internacionales”, ha contestado el Fiscal Director de la División de Fumigación.