James Petras profesor-investigador de la Binghamton University Sociology of New York plantea en su teoría sobre el pos marxismo como una posición intelectual de obsoleta con el triunfo del neoliberalismo y el retroceso de la clase trabajadora.
El marxismo inicial fue,
a la vez, una teoría del desarrollo de la historia (materialismo histórico);
una teoría acerca de la condición “alienada” del hombre bajo el capitalismo; una
teoría sobre la naturaleza de la economía capitalista y la “sociedad burguesa”;
una teoría del Estado y de la revolución; y por último, una utopía, que
vislumbraba la creación de una sociedad de abundancia.
¿Qué queda de los diferentes componentes del marxismo, de su teoría de la historia, de su proyecto revolucionario, de su destino utópico?
La historia ha tomado un
rumbo distinto del que Marx había pensado, y sin embargo, “la comprensión de la
sociedad, sobre todo la occidental, no pasa de ser superficial sin la teoría de
Marx”. Según Popper: “el marxismo científico está muerto”; no obstante, indica,
“una vuelta a la ciencia social pre-marxista es inconcebible”, y de igual modo
“el sentido de responsabilidad y amor por la libertad” en Marx, “deben sobrevivir”.
No cabe duda que una de
las principales fallas del marxismo, se ha concretado precisamente en el
terreno de su presunta capacidad predictiva. Para empezar, Marx esperaba que el
socialismo emergiese primeramente en las sociedades capitalistas avanzadas,
como Inglaterra (y en menor medida Alemania), y nunca en países atrasados en el
campo económico como Rusia y China. Su teoría, ya esbozada, postula que las
revoluciones sociales ocurren cuando fuerzas productivas en acelerado progreso
se encuentran asfixiadas por relaciones de producción anticuadas, y confiaba
que ese era ya el caso con el capitalismo de su tiempo (en especial en
Inglaterra), que a su modo de ver se hallaba, o estaba a punto de hallarse, en
la fase decisiva de ruptura, para dar así paso a una sociedad organizada con
base a patrones socialistas en medio de la abundancia material.
El análisis que hace Marx
en torno a la naturaleza de la economía capitalista y la “sociedad burguesa”,
patentiza una significativa paradoja: De un lado, el fundador del marxismo
reconoce ampliamente que “La burguesía ha desempeñado en la historia un papel
altamente revolucionario”, y despliega su poderosa retórica para describir y
alabar las gigantescas transformaciones modernizadoras que ha generado el capitalismo
en toda la faz de la tierra: “Ha sido la burguesía la primera en
demostrar lo que puede realizar la actividad humana; ha creado maravillas muy
distintas a las pirámides de Egipto, a los acueductos romanos y a las
catedrales góticas...” Además, Marx no ahorra términos de oprobio para aquellos
“socialistas reaccionarios”, que cuestionan la economía burguesa desde un punto
de vista pre-capitalista, de un “socialismo feudal, mezcla de jeremiadas y
pasquines, de ecos del pasado y de amenazas sobre el porvenir”. De otro lado,
sin embargo, es fácil percibir en Marx una soterrada nostalgia por valores
pre-modernos, que han sucumbido bajo la avalancha de cambios puestos en
movimiento por el huracán capitalista, por una burguesía que ha “desgarrado sin
piedad” los lazos tradicionales, “para no dejar subsistir otro vínculo entre
los hombres que el frío interés, el cruel ‘pago al contado’...(y) hecho de la
dignidad personal un simple valor de cambio”. Por una parte, Marx relaciona el
capitalismo con inhumanidad y empobrecimiento, pero —por otra— no deja de
señalar que los órdenes económicos anteriores eran igualmente condenables y
quizás aún peores: “La burguesía, a lo largo de su dominio de clase, que cuenta
apenas con un siglo de existencia, ha creado fuerzas productivas más abundantes
y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas...Cuál de los siglos
pasados pudo sospechar siquiera que semejantes fuerzas productivas dormitasen
en el seno del trabajo social?”
El espacio que dejó
vacante la izquierda ha sido ocupado en parte por políticos e ideólogos
capitalistas, tecnócratas e iglesias tradicionales y fundamentalistas.
En el pasado, este
espacio lo ocupaban políticos socialistas, nacionalistas, populistas y
activistas religiosos asociados con la teología de la liberación. El
centroizquierda era muy influyente con los regímenes políticos (en su cúpula) o
con las clases populares menos politizadas.
Alentadas y, en muchos
casos, subsidiadas por las principales instituciones financieras y agencias
gubernamentales promotoras del neoliberalismo, ha surgido un número masivo de
organizaciones sociales cuya ideología, vínculos y prácticas están compitiendo
directamente y en conflicto con la teoría y práctica marxista. Estas
organizaciones, que en su mayoría se auto describen como no gubernamentales o
centros independientes de investigación, se muestran activas en proponer
ideologías y prácticas políticas compatibles y complementarias con la agenda
neoliberal de sus patrocinadores financieros.
Los proponentes
intelectuales del marxismo son, en la mayoría de los casos, ex marxistas cuyo
punto de partida es una crítica al marxismo e intenta proveer una teoría
alternativa o al menos una línea aceptable de análisis. Es posible, más o
menos, sintetizar los diez argumentos básicos del discurso pos marxista:
El socialismo fue un
fracaso y todas las teorías generales de sociedades están condenadas a repetir
ese proceso. Las ideologías son falsas (salvo el pos marxismo), porque reflejan
un pensamiento dominado por un solo sistema cultural de raza/género.
El énfasis marxista sobre
las clases sociales es reduccionista, porque las clases se están disolviendo.
Los principales puntos políticos de partida son culturales y están arraigados
en diversas identidades: raza, género, etnicidad, preferencia sexual.
El Estado es el enemigo
de la democracia y la libertad, y un proveedor ineficaz de bienestar social. En
su lugar, la sociedad civil es el protagonista de la democracia y la mejoría
social.
La planificación central
crea la burocracia, un producto que también entorpece el intercambio de bienes
entre productores. Los mercados, quizá con regulaciones limitadas, permiten un
mayor consumo y una distribución más eficaz.
La lucha tradicional de
la izquierda por el poder del Estado es corruptora y conduce a regímenes
autoritarios, los cuales proceden a subordinar a su control a la sociedad
civil. Las luchas de asuntos sociales por parte de las organizaciones también
locales son la única forma democrática de cambio, junto con la petición/presión
sobre autoridades nacionales e internacionales.
Las revoluciones siempre
terminan mal o son imposibles: las transformaciones sociales amenazan provocar
reacciones autoritarias. La alternativa es luchar por transiciones democráticas
y consolidarlas para salvaguardar el proceso electoral. La solidaridad de
clases es parte de ideologías pasadas y reflejas políticas y realidades
anteriores. Las clases ya no existen. Hay comunidades fragmentadas en las que
grupos específicos (identidades) participan de labores y relaciones recíprocas
para la supervivencia basadas en cooperación con partidarios externos. La
solidaridad es un fenómeno que trasciende las clases, un gesto humanitario.
La lucha de clases y el
enfrentamiento no producen resultados tangibles; provocan derrotas y no
resuelven problemas inmediatos. La cooperación gubernamental e internacional
respecto de proyectos específicos si genera incrementos en la producción y el
desarrollo. El antiimperialismo es otra expresión del pasado. En la economía
globalizada no hay posibilidades de enfrentar los centros económicos. El mundo
es cada día más interdependiente y hay una necesidad de mayor cooperación
internacional en la transferencia de capital, tecnología y conocimientos de los
países ricos hacia los países pobres.