lunes, 14 de enero de 2013

Listas electorales: ¿Cerradas o abiertas?



Una posible reforma de nuestro sistema político

 Introducir listas abiertas en las elecciones a diputados.


En España ya tenemos un sistema de listas abiertas, el que elije a los senadores, algo los que hablan del tema parece que se les olvida siempre, y que no parece tener ninguno de los efectos positivos de “mayor democracia” o de “eliminar la partidocracia”, argumentos habituales para defender dicho sistema.


Pero claro, como nuestro Senado es simplemente una manera de malgastar el presupuesto, uno puede argumentar que los efectos de las listas abiertas en el Congreso de los Diputados serían muy diferentes. Analicemos pues lo que podría ocurrir en este caso basándonos en la deducción y en la experiencia de otros países y de España, pues aparte del Senado, las listas abiertas eran el sistema de elección de diputados durante la II República. 


Lo primero que tenemos que hacer es determinar la circunscripción electoral. Claramente, no puede ser una unidad que elija a un solo diputado, pues eso es el sistema mayoritario de toda la vida sobre el que ya he hablado largo y tendido. Las únicas alternativas plausibles serían o bien irse a circunscripciones pequeñas, por ejemplo, que elijan de unos 3 a 6 diputados o, como ahora, mantener las circunscripciones provinciales (en esta opción buena parte de las provincias elegirían, como ahora, a un número reducido de diputados). Irse a una circunscripción autonómica (al menos en las CCAA más grandes como Andalucía o Cataluña) o una nacional significaría que los electores tendrían que efectuar docenas de selecciones en sus papeletas electorales, lo que, encima de pesado, probablemente llevaría a que la gente llegase a la urna con la papeleta ya rellena que les da el partido para evitarse un dolor de cabeza monumental. Quizás se pudiera tener, como en la II República, un sistema mixto, donde lo normal es la circunscripción provincial (o quizás autonómica) pero con excepciones como los municipios de Madrid y Barcelona, que serían circunscripciones separadas. 


En un mundo con disciplina de voto (que no significa nada más que la mayoría de la gente va con la papeleta ya rellena de casa que el partido le ha enviado por correo), el sistema de listas abiertas no ofrece ninguna ventaja con respecto a nuestro sistema actual y sí muchos inconvenientes.


El tamaño de las circunscripciones importa menos porque no creo que tenga mucha repercusión en la práctica excepto al aumentar o disminuir la representación de partidos más pequeños. Lo único que merece la pena destacar es que los diputados deberían mantener una relación razonable con la población y no como el Senado en la actualidad, donde la mayoría de las provincias escoge a cuatro senadores independientemente de su población (reliquia de cuando las cámaras altas representaban al territorio, es decir, a los grandes terratenientes).


Una vez determinada la unidad de elección de diputados, tendríamos que decidir cómo se vota y a cuántos diputados. Pongamos, por ejemplo, que la circunscripción sea de seis diputados. Entonces un sistema sencillo sería simplemente que cada elector pudiese seleccionar a cuatro candidatos y que los seis candidatos que más votos tuviesen salieran elegidos. 


¿Pero, por qué sólo cuatro? Bueno, si permitimos a los electores elegir a seis candidatos, si un partido presenta a seis candidatos y sus votantes no solo son mayoritarios sino que además mantienen la disciplina de voto, el partido coparía todos los puestos, dejando nada a todas las demás minorías. Esto no sería más que un sistema súper-mayoritario que exacerbaría los defectos de los sistemas mayoritarios puros sin ninguna ventaja aparente. Ya que le experiencia histórica es que en este tipo de sistemas la gran mayoría de los votantes se suelen ceñir a las instrucciones partidistas (para quien lo dude, miren ustedes las elecciones a nuestro senado), esta situación, lejos de ser una excepción sería la norma.


Pero incluso si limitásemos el voto a cuatro diputados, la situación más corriente sería que el partido más votado tuviera cuatro diputados y el segundo dos, sin que esto refleje muy bien el porcentaje de votos de los mismos (como ahora para el senado casi siempre es tres y uno). Esto llevaría a mayorías muy sesgadas en el Congreso, grandes vuelcos de voto y paradojas como que el tener a los votantes bien colocados o ser más disciplinados permitiría a las minorías ganar las elecciones.


Sobre la Disciplina de voto


En un mundo con disciplina de voto (que no significa nada más que la mayoría de la gente va con la papeleta ya rellena de casa que el partido le ha enviado por correo), el sistema de listas abiertas no ofrece ninguna ventaja con respecto a nuestro sistema actual y sí muchos inconvenientes. 


Que la disciplina de voto se mantenga es, además de una observación empírica, consecuencia del sencillo hecho que en el mundo moderno, adquirir información es muy costoso. Averiguar si  gusta más o menos el cuarto o el quinto de la lista de mi partido tiene un coste significativo, sin que puede implicar que el resultado cambie mucho; ¿o sabría usted escoger entre el 12 y el 13 de la lista del PSOE por Madrid o de la lista del PP? (sí, ya sé que ese argumento también se aplica al votar en general pero mientras que la “persuasión moral” probablemente lleve a muchos a votar, que es un coste menor, no creo que la misma fuera tan efectiva como para inducir un estudio detallado de los distintos candidatos, que es un coste mucho mayor, en especial cuando uno puede simplemente votar la “lista oficial” sin cambios)
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Decir que la disciplina de voto se podría romper y que por tanto mis predicciones anteriores no se cumplirían. Aunque no creo que así ocurra, en realidad sería incluso peor. Si se vota sin disciplina lo más probable es que nos encontrásemos con problemas como los que atascaban a los partidos en la II República: los candidatos más radicales siempre robaban unos cuantos votos a los candidatos más moderados, ya que era una manera para los votantes de darse un gusto “ideológico” sin sufrir demasiado las consecuencias.


En resumen y después de pensarlo mucho, no creo que exista ninguna razón, ni teórica ni empírica, que sugiera que las listas abiertas no serían más que un desastre. Suenan muy bien, pero el diseño de instituciones tiene que estar basado en análisis más serio.


1 comentario:

  1. A pesar de lo que escribes yo sigo prefiriendo listas abiertas y quitar toda la morralla que no se atreven a eliminar los partidos

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