COMBATIR
EL MACHISMO CON EL LENGUAJE
No a la duplicidad machacona del masculino y el femenino a la que tanto
amor aparente demuestran los propagandistas de la corrección política… O el
empleo de @
Los anuncios
sexistas que siguen apareciendo entre series y programas, lejos de fomentar
hábitos igualitarios, siguen dejando a las mujeres como
"responsables" de la casa y el cuidado de los hijos o, simplemente,
como meros objetos sexuales. Estos spots no sólo contradicen lo establecido en
la Ley de Igualdad, sino también la Ley General de Publicidad, que considera
fuera de la legalidad todo anuncio que "atente contra la dignidad de la
persona o vulnere los valores y derechos reconocidos en la Constitución".
El machismo de todos nosotros. El lenguaje tampoco puede reparar los estragos
del machismo y, si se le encomienda políticamente esa función con carácter
coactivo, el machismo seguirá vivo, pero el lenguaje se degradará.
El informe suscrito
por todos los académicos de la Lengua asistentes a la sesión del 1 de marzo de
2012. Ha desmontado muchos tópicos de corrección político-lingüística, reorienta
implícitamente el núcleo de la lucha contra el machismo al ámbito
extralingüístico y demuestra los límites del lenguaje como instrumento de lucha
contra el machismo.Combatir el
machismo con el lenguaje tiene mejores caminos que la duplicación machacona del
masculino y el femenino a la que tanto amor aparente demuestran los propagandistas
de la corrección política. Imaginaros que el genio del idioma decidiera darles
la razón a los prescriptores del lenguaje o/a y, por arte de magia,
todos los libros de sus bibliotecas personales se metamorfosearan y quedaran
reescritos en o/a. ¿No se lo pensarían dos veces antes de releer sus
libros más queridos? Acabaríamos con los bosques y con los bytes, y, además, yo
creo que no lo superaría. O, bajando a tierra, ¿se imaginan estar media hora
viendo su serie favorita en televisión o siguiendo el debate en lenguaje o/a?
Me rindo de antemano. Llámenme machista, que ya es llamar, pero, por favor, no
me obliguen a pasar por ese trance.
Si queremos
analizar el tema del machismo de forma más eficaz debemos apuntar a otro lado:
las conductas machistas no percibidas como tales. Y a ello voy, al machismo de
todos nosotros, a ese que comparte con las bacterias y los anuncios navideños
de perfumes al menos dos características: la ubicuidad y la aparente
imposibilidad de ser erradicado. De hecho, milenios de historia destilan la
desalentadora duda metafísica sobre su extirpación, habida cuenta de nuestra
diferenciación sexual. Ahora bien, pasar de la dificultad de su eliminación a
la imposibilidad de una sustancial reducción es un salto demasiado obsceno que
solo se atreven a dar quienes sacan.
El machismo
adopta un catálogo de conductas determinadas, una ideología social, una
concepción supremacista del mundo, una desviación patológica de la
personalidad, una forma arrogante y despreciativa de hablar, una vulgar excusa
para conseguir determinados fines egoístas e incluso una lamentable expresión
del miedo al diferente, a un diferente cuyos códigos no dominamos porque no nos
hemos molestado en captarlos y analizarlos.Seguramente
el machismo se puede describir de unas cuantas maneras, pero una en la que
deberíamos coincidir es la negación de la igualdad de derechos y obligaciones,
y consecuentemente, del derecho a la igualdad de oportunidades entre hombres y
mujeres.Aparte de
los asesinos y maltratadores, me preocupan los machistas evolucionados. Y
también las mujeres instaladas en unas desiguales relaciones machistas que, por
algún motivo, no tienen mayor interés en redefinir. Estas últimas podrían ser
motivo de otra reflexión, porque creo que sería confuso mezclar estas dos
categorías y, habida cuenta de que hacen mucho más daño los verdugos
enmascarados que las víctimas conformistas.
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