Recuerdos de mi pubertad
De un tiempo en el Colegio Infanta La huella de mi realidad en el Infanta tiene una presencia importante. Esa distancia que se mide en la memoria, en las sensaciones lejanas, en recuerdos sueltos y perdidos, que provienen de un tiempo de posguerra y que son como huellas hondas en lo que puede ser la lejanía de mi infancia. Eso es lo que me queda a mí de la realidad de un niño, sonidos extraños en la noche, alimentos, olores, los “trompitos”. Ésa es la realidad. Luego, con la lejanía viene la elaboración de la imaginación y la posibilidad de acercarse a ese mundo y a ese tiempo a través de un cristal que le da una aureola legendaria. Mi etapa del Colegio Infanta transcurrió esencialmente al final de los cincuenta y en la primera mitad de los sesenta, años del fracaso norteamericano en Vietnam, de la consolidación de la clase media, de la contracultura y los movimientos estudiantiles. La lucha por los derechos civiles de Martin Luther King se enmarcó en un contexto apasionan