De un tiempo en el Colegio Infanta
La huella de mi realidad en el Infanta tiene
una presencia importante. Esa distancia que se mide en la memoria, en las
sensaciones lejanas, en recuerdos sueltos y perdidos, que provienen de un
tiempo de posguerra y que son como huellas hondas en lo que puede ser la
lejanía de mi infancia.
Eso
es lo que me queda a mí de la realidad de un niño, sonidos extraños en la
noche, alimentos, olores, los “trompitos”. Ésa es la realidad. Luego, con la
lejanía viene la elaboración de la imaginación y la posibilidad de acercarse a
ese mundo y a ese tiempo a través de un cristal que le da una aureola
legendaria.
Mi
etapa del Colegio Infanta transcurrió esencialmente al final de los cincuenta y
en la primera mitad de los sesenta, años del fracaso norteamericano en Vietnam, de la
consolidación de la clase media, de la contracultura y los movimientos
estudiantiles. La lucha por los derechos civiles de Martin Luther King se
enmarcó en un contexto apasionante. Todo estaba en suspenso, todo se cuestionaba.
Y el hombre pisó la Luna. Eran tiempos de soñar. El dólar dominaba el mundo. La
Segunda Guerra Mundial había dejado una Europa arrasada y los países del Este y
Japón aún trataban de reconstruirse. La industria norteamericana fue la única
que salió fortalecida. El capitalismo y
su libre mercado se consolidaban en Norteamérica, pero, al mismo
tiempo, empezaban a definirse movimientos que reclamaban otra forma de vivir,
una nueva escala de valores. El “hipysmo”, los ecologistas, la burguesía
universitaria... Todos tenían algo que decir.
Esta
etapa en el Colegio Infanta estuvo marcada por una serie de realidades
encontradas, patentes por un régimen con una profunda disciplina que intentaba imponer
a fuego Carrascosa, dirigida hacia unos niños que venían de todos los lugares
del territorio nacional; huérfanos, algo asustados por tener que vivir al
margen de sus madres.
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Sr. Puertas |
Tengo en la memoria a una caterva de profesores
de las diferentes disciplinas de bachiller como: el mismo Carrascosa, Mariano
Abanades, Antonio Ramos, Cascajo, Camaró, José María el “fisiquillo”, Álvarez “el
“chiva”, Esteban el cura… Si alguien recuerda sus imágenes, coincidirá conmigo
que constituían un conjunto de personalidades controvertidas que marcaban toda
la filosofía del de entonces. La instrucción y la disciplina fueron una
constante que se marcaba a golpe de silbato por los inspectores; jóvenes, generalmente
estudiantes, especialmente injustos, que además cuidaban de los castigados los sábados
y domingos, como Zarco, los Solórzano, Manuel Álvarez, Evaristo…. La
disciplina era estricta el castigo corporal se practicaba con frecuencia; se
pensaba que castigando a los niños aminoraría su mala conducta. No obstante,
parece haber un censo entre los testigos de lo que era ser niño en estos
tiempos, dónde la disciplina producía mayor temor a la autoridad del que existe
actualmente. Había un consenso mayor de que los buenos modales eran importantes
en la sociedad y esto impactó en la forma en que la gente disciplinaba a sus
hijos. El pensamiento general era "La letra con sangre entra".
Los
niños jóvenes de esa época pasábamos apenas tiempo sentados en el sillón de la
casa (por otro lado, entonces no había sillones en las casas), el frío, el
calor o la lluvia no eran más que procesos estacionales que en ningún caso
impedían el jugar en la calle. En el caso de la lluvia, no era más que agua y
no pasaba nada si se mojaban los pies, nadie salía corriendo para no mojarse,
claro que después, al llegar a la casa, quien más o quien menos recibía la
consiguiente regañina de los padres.
Tienes toda la razón. Yo estuve desde el año 65 al 75. Ahora en la distancia del tiempo es bueno recordar. Ayuda a ser mejores.
ResponderEliminarUn saludo JOSÉ ANTONIO CABANO MIGUEL
ResponderEliminarYo estuve en el Infanta en los 50, recuerdo algunos de los profesores e inspectores que nombras. Fueron años duros que llevábamos sobre todo con mucha juventud y ganas de pasarlo lo mejor posible.
ResponderEliminarRecuerdo a un inspector con el que tuve problemas que me lo hizo pasar muy mal durante una época,castigos y alguna vez se le escapó la mano. Este sujeto tenía el mote del " Pimiento " por su enorme nariz, no me acuerdo del nombre. Alguien lo recuerda ?
Recuerdo a todos los profersores e inspectores nombrados, al igual que Miguel Angel, añado a otro inspector, que me pegó una fuerte y sonora bofetada al entrar por la puerta principal el llamado Smith el Silencioso. de apellido Oliveros. ¿seria el de la prominente nariz?, también la lucia vistosa. Cierto y de acuerdo con el relato "la letra, con sangre entra".
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