La democracia ha quedado reducida a una relativa libertad de expresión
Pero
ahora, teóricamente, vivimos en democracia, una democracia marcada por el
capital económico pero que de una manera u otra es la constante de nuestro
mundo capitalista. Un poder económico inquieto por un casi imposible pacto
PSOE-Podemos. El capital está permanentemente interesado en un pacto PSOE con
Ciudadanos, a pesar que las noticias lo presentan como complicado.
Como
he dicho anteriormente, me siento pesimista y en contra de todos aquellos
políticos que han corrompido la sociedad, degradado la democracia. El objetivo
final es cambiar un sistema que ha dejado de ser democrático y se ha convertido
en injusto por culpa del monopolio del poder que ejercen los partidos. La
democracia ha sido sustituida por una “oligocracia”
y los ciudadanos han sido expulsados de los procesos de toma de decisiones.
Tras haberse apropiado del Estado y de todos sus recursos, los ciudadanos no
pueden cambiar el sistema, pero sí hacer más incómoda la vida de los políticos.
Muchas
propuestas de la Unión Europea, entre ellas la de dotarse de una Constitución
común, fueron torpedeados por los ciudadanos, que votaron en contra de lo que
ya habían aprobado sus respectivos parlamentos, demostrando así que existe un
divorcio profundo entre la casta política y la ciudadanía. Ese divorcio entre
ciudadanos y políticos, convertido ya en un enfrentamiento agrio, es el rasgo
más importante en la política mundial en los comienzos del siglo XXI.
En
España, uno de los países del mundo donde los estragos causados por los malos
gobernantes han sido más incorpora bles. Muchos dirigentes de la derecha y de la
izquierda española padecen un claro rechazo ciudadano y un creciente vilipendio
por sus implicaciones en corrupciones, nepotismo, enriquecimientos ilícitos y otras
tropelías y canalladas políticas.
La
democracia ha quedado reducida a una inherente libertad de expresión y a una
peregrinación cuidada a las urnas, cada cuatro años, para elegir a gente que ya
ha sido elegida antes por los partidos políticos, toda una farsa obscena que
los ciudadanos ya no quieren soportar más. La estadística dice que las filas de
los descontentos, dispuestos a vengarse de la casta política, crece cada día
con la incorporación de cientos de miles de nuevos ciudadanos indignados y
enfurecidos contra los ineptos que les mal gobiernan y que se han olvidado del
bien común para convertirse en acaparadores de poder y privilegios.
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