domingo, 31 de julio de 2016

Cuando “no seamos”, el dinero no nos sirve


La pobreza no viene por la disminución de las riquezas, sino por la multiplicación de los deseos.
Platón
La verdadera madurez se consigue cambiando los placeres inmediatos por valores a largo plazo. Sin afanarse en aumentar los bienes, sino en disminuir la codicia. Quien cambia la felicidad por dinero no podrá cambiar dinero por felicidad.
El dinero, una vez que desaparecemos no nos sirve para nada y puede ser una trampa de nuestra sociedad que nos aleja de otros valores de la vida. El dinero contribuye a ser felices, también puede ayudar a lo contrario.
Ayer tarde en una velada con buenos amigos, se puso sobre la mesa varios puntos de reflexión, uno de ellos pasaba por el alto valor que la sociedad había dando al dinero. Mi argumento, partía de la necesidad de vivir solamente con el que contribuya a nuestra felicidad. El dinero una vez que desaparecemos no nos sirve para nada y puede ser una trampa de nuestra sociedad de consumo que nos aleja de otros valores de la vida.
Este argumento me llevo a reflexionar sobre él y dependen siempre de las personas que les asigne un valor. ¿Cómo se puede decir que las cosas son valiosas, si no conocemos su esencia o naturaleza? El valor es una condición que otorgamos nosotros en el tiempo fruto de diferentes circunstancias o intereses sentimentales, psicológicos, materiales o sociales lo que implica una relación a dos: el que valora, y lo valorado.
El dinero se ha hecho imprescindible por el desarrollo de la actividad económica en el transcurso del tiempo y ha llegado a considerarse de enorme importancia para las decisiones de consumo en el ámbito social. En donde se ha hecho indispensable para adquirir todo lo dicen que nos hará felices, además de contribuir a que nos consideren personas dignas de recibir buen trato.
Hemos hecho al dinero motor de felicidad, cuando su consecución discurre por otros parámetros. Hemos fabricado la frase que “el dinero no hace la felicidad pero ayuda”. Efectivamente el dinero, también nos puede ayudar a ser desgraciados. No siempre el poder del dinero contribuye a ser felices, también puede ayudar a todo lo contrario y por tanto habrá que buscar la felicidad en otros parámetros o en nosotros mismos.
Desde luego, no hay nada de malo en querer tener un nivel de ingresos que nos permita vivir con comodidad y decoro. Pero no podemos olvidarnos de que el dinero también nos puede hacer desgraciados. Hay familias que se odian por el dinero; hay personas que se matan por el dinero; hay parejas que se destrozan y destrozan a los hijos por el dinero, hay negocios ilícitos que prosperan por el dinero hay corrupción en torno al poder del dinero.
Si solo con dinero pensamos asegurar un buen futuro a nuestros hijos: ¿No les estamos implicando durante ese proceso? ¿El dinero logra sacrificar cualquier cosa, incluida la familia, para adquirirlo? ¿Solamente el dinero da poder y prestigio y compra una alta posición en la sociedad o es una credencial para salir de cualquier problema?
Si miramos a las civilizaciones más importantes de la historia vemos que: se los valores de una cultura se reflejan en sus ciudades, los edificios más prominentes y alrededor de los cuales giraba la sociedad eran los templos y los centros gubernamentales… pero hoy los más imponentes son los edificios sede de las grandes corporaciones. Una cultura eminentemente capitalista centrada en el consumismo solo les convienes a los negociantes.
Recordemos que lo que es de verdad valioso para los seres humanos son: el aire el agua, el amor, el alimento, las relaciones sociales, cualquier creencia positiva y que se construye alrededor de tales principios. Casi ninguna de ellas se puede adquirir únicamente con dinero. El simple materialismo económico nos ha posicionado en una sociedad muy desarrollada y materialista e insolidaria, que se aleja de las razones del espíritu sin contribuir a la consecución de la Felicidad.
De aquel que opina que el dinero puede hacerlo todo, cabe sospechar con fundamento que será capaz de hacer cualquier cosa por dinero. Benjamín Franklin

sábado, 30 de julio de 2016

No me siento viejo.




Soy mayor, maduro. Un experto todavía joven pero con esfuerzo.
Con esperanza  por conseguir las metas soñadas, pero envuelto en la ansiedad de quedarme a medio camino. Nunca seremos lo suficientemente adultos para no poder soñar,  para seguir experimentando sin perder la ilusión.

El día que acompañé a mi hija al colegio. Junto a los alegres y bulliciosos niños, observé a padres y madres con cara de cansancio, y a abuelos orgullosos de sus nietos, con aspecto complaciente y la mirada limpia de haber cumplido una gran misión en la vida. Ser mayor es una  actitud, serás tan mayor como te sientas.

No me siento viejo y no quiero serlo nunca, soy mayor, maduro, un experto todavía joven pero con más esfuerzo.... Viejos son los vinos o los caminos de la vida, viejo es el tiempo que nos lleva a un futuro que no tiene fin o a la nada, viejos es el mar y el viento que juegan con las olas, Vieja es la madera para arder, viejos los amigos en quien confiar, y viejos son los lamentos de la madre naturaleza que gime, llora y ríe y se deja notar en cada tormenta. …  No seré viejo nunca, porque mientras ame, me amen, sienta y ría seguiré teniendo vida… No tengo edad, tengo experiencia y sabiduría, tengo necesidad de estar… tengo amor y el amor es inmortal… Yo no tengo edad, tengo años de vida y ganas de vivirla con los que me rodean y me ayudan a escalar la gran montaña: mientras subo las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre y la vista mucho más amplia y serena. Soy capaz de distinguir el variado color de las flores…

Además yo también fui joven hace tan solo unos años, tan pocos que no me he dado cuenta de haberlos perdido y que ya no regresaran pero nada nos hace envejecer con más rapidez que el pensar incesantemente en que nos hacemos mayores. Pero me queda la razón de la experiencia para poder contárselo a los jóvenes y mostrarles conocimiento de lo vivido con intensidad. Yo que me he dedicado a trasmitir el conocimiento a jóvenes, les he mostrado una vida profesional plagada de contradicciones, pero que finalmente siempre se encuentra la razón cuando se busca con ahínco, esta al alcance de nuestra mano pero hay que buscarla con teson.
Hay personas que contemplan esta etapa de la vida como el declive de todas sus facultades (psicológicas, físicas y sociales) la sienten como como la antesala de su desintegración. En esta línea se sitúan aquellos que afirman que el miedo a ser mayor es patrimonio de los jóvenes y el miedo a la muerte es el distintivo de los ancianos.
Dedico este escrito a mis amigos, los jóvenes ya mayores: Jose, Chano, Pepe, Fernando, Ana, José Luis, Conchita, Pilar, Maricarmen, Paloma, Kike, Alicia, Antonio, Goro, Lupe, Miguel y….por supuesto a Maripili la más joven de todas

viernes, 29 de julio de 2016

¿Qué sentido tiene la melancolía del pasado y de un yo diferente?
¿O la añoranza por lo que pudo haber sido y no fue...? ¿Tendría más sentido la ilusión por lo que pueda esperarle a alguien que tal vez ni siquiera sea yo mismo? Una canción nos evoca un amor del pasado, el olor nos transporta a la infancia y a la alegría de la juventud… 

La nostalgia suele ser triste, se recuerda el gozo del pasado, pero punza saber que no pueden volver.  Andamos al encuentro de nuestro ser en el tiempo e interrogarnos sobre el sentido de la identidad, el ritmo de la vida y qué hacer con nuestro pasado. 

Nos vamos formando partiendo de recuerdos, de experiencias que construyen lo que somos ahora. Que la nostalgia nos roce de vez en cuando puede ser una experiencia gratificante, pero nunca debemos vivir anclados en el pasado, en los recuerdos. Las evocaciones nunca deben constituir una obsesión que nos pueda imposibilitar avanzar como personas o propiciando un mundo emocional lleno de melancolía . Sin saber cómo, nos vemos arropados por multitud de imágenes, sensaciones, palabras y sonidos de ese ayer que nuestra memoria ha guardado con sigilo y ternura en una parte especial de nuestra memoria y tejen lo que somos. 

La nostalgia nos trae escenarios de una vida vivida llena de añoranza de un ayer que tal vez, concentró felicidad, un bienestar del que carecemos en el presente. Es entonces cuando nos podemos obsesionar en la añoranza sin encontrar demasiado sentido a nuestra actual vivencia y generando un exilio personal del presente. El pasado nos debe servir de referencia para conseguir logros en la vida como un como enorme escaparate en donde nos sumergimos en un proceso depresivo. la nostalgia debe formar solamente parte de nuestro archivo personal a donde se puede consultar de vez.

Atesoramos experiencias cuyo significado ha calado tan hondo en nuestra existencia, que su  recuerdo nos traslada hasta ese mismo instante en el que logramos el éxito, que surgió el amor, que vivimos con intensidad, que descubrimos,….. que, nos pareció que estábamos cambiando el mundo. Tal vez no repetiríamos los mismos acontecimientos, pero qué duda cabe que volveríamos gustosos a envolvernos de los mismos sentimientos. Anclados. No somos dueños de lo que sentimos”, pero sí de lo que hacemos. Así que, para vacunarse contra la nostalgia excesiva dejando de idealizar el pasado para no anular el presente e hipoteca su futuro.

jueves, 28 de julio de 2016

Paseo de la memoria por el “INFANTA” 7



Mi canción, mis lágrimas… y las vuestras, para los compañeros desaparecidos
...Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.´....
Antonio Machado
A la buena gente se la conoce en que resulta mejor cuando se la conoce. La buena gente invita a mejorarla, porque ¿qué es lo que a uno le hace sensato? Escuchar y que le digan algo. BB
Pero, al mismo tiempo, mejoran al que los mira y a quien miran. No sólo porque nos ayudan a buscar comida y claridad, sino, más aún, nos son útiles porque sabemos que viven y transforman el mundo.
Queremos recordar a todos aquellos compañeros del Infanta que ya no se encuentran entre nosotros, como: Giro, Robles, Carlos González, Elías, de las Casas, Portales, Garrido….y muchos más, que tampoco participan de todo
aquello que cambia a pasos agigantados, que lo que antes era bueno ahora no lo es y viceversa; de muchas cosas que fueron malas y ahora o lo son tanto.
Que ciertos dirigentes sufren una ceguera para las distancias largas que resulta estremecedora. Se obstinan en resolver problemas inexistentes o se dedican a crearlos en una suerte de absurdo onanismo, de exhibicionismo narcisista que obliga al pueblo llano a estar pendiente de sus ingeniosidades, de sus inanes inspiraciones salvíficas que habrían de llevarnos (así se nos vende) a una utopía dorada, pero no conducen más que a la impotencia y la desesperación. Entretanto, lo que de verdad sí importa queda diferido una y otra vez, condenado a girar sin fin en la rueda del hámster, mientras los problemas reales se agravan, o se perpetúan, o se expanden, o se pudren de vejez y van cosechando nuevas víctimas.
La vida no os permitió presenciar completa el espectáculo de la crisis que se desató. De haber estado aquí la hubieses sufrido en vuestras carnes de jubilados y pensionistas, de pacientes de la sanidad pública, de usuarios de prestaciones sociales, de abuelos/as con nietos en la educación pública, de miembros de una clase media sometida a estricto adelgazamiento, de ciudadanos responsables que se hubiesen preguntado: ¿qué están haciendo con nosotros? Y la misma pregunta os hubierais hecho tras asistir cada día en el telediario al impúdico espectáculo de la corrupción en tiempos de recortes, de los cohechos, de las comisiones ilegales, de los privilegios para quienes masacraron empresas, dilapidaron fondos públicos y propagaron, con su ineptitud interesada, estrecheces y ruina entre sus conciudadanos. Ante tal panorama habrías sentido miedo por el futuro de nuestra España, vosotros que conociste calamidades y aprendisteis que los pueblos llevados al límite rugen con furia y dan zarpazos desesperados cuando se les tienta en exceso. Muchas veces se ha dicho de nosotros, no sin razón, que somos una nación cainita, nuestro peor enemigo, una nación donde las corruptelas anduvieron sueltas tanto por las altas como en las bajas esferas. Pero al final, creerme, os hubieseis admirado de la paciencia y tenacidad de nuestros paisanos, de su valentía y sentido común para mantener a flote el país y, de paso, salvaros. Al final os hubieseis sorprendido y alegrado porque las costuras del país no hayan reventado bajo tanta presión y agotamiento, porque la buena gente haya continuado levantándose cada mañana para cumplir sus obligaciones con una sonrisa en los labios y unos gramos de esperanza en el corazón como vosotros.



  U n socialista, no debería estar de acuerdo con el pacto entre socialistas en Cataluña. Cada persona mira a través de un cristal de di...