Muchos jóvenes han crecido con promesas de progreso, pero han encontrado precariedad, vivienda inaccesible, corrupción

 

Entre el desencanto y la tentación: la juventud ante la fragilidad democrática

La democracia, con todos sus fallos, sigue siendo el único sistema capaz de corregirse a sí mismo, garantizar libertades, y permitir la crítica y la participación. Por eso, más que nunca, necesitamos que la juventud se implique: no como espectadores, sino como protagonistas de un cambio.

Como sociólogo, no puedo ignorar una inquietud creciente: el modo en que muchos jóvenes, nacidos en democracia, empiezan a mirar con nostalgia —o ilusión— al pasado, buscando respuestas ante los desafíos actuales. En un contexto de libertad, esta inclinación revela un malestar profundo que no debe subestimarse.

No hablamos solo de posturas ideológicas aisladas, sino de una desconfianza estructural hacia el sistema democrático. Algunos discursos autoritarios, revestidos de promesas de orden y regeneración, se presentan como solución a problemas complejos. La historia ya nos ha mostrado cómo, en tiempos de crisis, esa tentación ha desembocado en tragedias.

Este desencanto no es infundado. Muchos jóvenes han crecido con promesas de progreso, pero han encontrado precariedad, vivienda inaccesible, corrupción e instituciones que parecen ajenas a sus vidas. Frente a ello, es comprensible que se cuestione la eficacia del sistema. Pero el riesgo está en que esa frustración alimente la resignación o el autoritarismo.

No se trata de defender lo que no funciona, sino de transformarlo desde dentro. Solo así podremos construir un futuro más justo y humano, sin repetir errores que ya costaron demasiado.

Los políticos deben darse cuenta que están en política para ayudar no para enriquecerse a costa de atesorar poder.

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Los jóvenes, ahora mayores.

REFLEXIONES DE UN MAYOR A SUS NIETOS