Los jóvenes, ahora mayores.

 

DE LOS AÑOS CUARENTA DEL PASADO SIGLO.

Me estoy refiriendo a ti: José Ramón, José Luis, Turro, Carmina, Lidia, Lola, Mari Pili, Josefina, Nacho, Josemaría, Chano, Mario, Maricarmen, Goro, Chachechu, Conchita, Guillermo, Tere,… y muchos más.

Pertenecemos a una generación marcada por los efectos de una dura posguerra civil y el esfuerzo colectivo por construir un futuro mejor. Sobrevivimos a una época de carencias materiales, pero también de grandes esperanzas, en la que nuestra dedicación y sacrificio sembraron las semillas de la sociedad que conocemos hoy.

La prosperidad económica que transformó el mundo occidental y que abarrotó las aulas como nunca antes se había visto. Éramos hijos de una era que buscaba respuestas, dejando atrás el tono épico-heroico y la veneración de un pasado de gloria para abrazar una espiritualidad liberadora y una visión más abierta del porvenir. Nuestro objetivo fue romper con los moldes impuestos por generaciones anteriores, y lo conseguimos. Así definimos un estilo de vida completamente nuevo, que reflejaba el deseo de libertad y autenticidad.

Creamos una cultura juvenil que transformó no solo nuestra forma de vestir, sino también nuestra manera de pensar y de sentir. Adoptamos un estilo musical revolucionario, como el twist y el rock and roll, que nos conectaba con nuestros anhelos más profundos. Esta música, cargada de energía y rebeldía, se convirtió en la banda sonora de una generación inconformista, que desafiaba las normas establecidas con acordes de guitarra eléctrica y letras provocadoras. Figuras icónicas como Elvis Presley y los Beatles se convirtieron en símbolos universales de esta transformación cultural, estableciendo un antes y un después en la historia social y artística.

La revolución que vivimos no se limitó a la moda o al entretenimiento de los guateques en casa. Fue una época de cuestionamientos profundos, en la que las estructuras de poder y las tradiciones inamovibles comenzaron a tambalearse. En pleno contexto de dictadura, los movimientos estudiantiles en las universidades, las luchas por los derechos civiles y las manifestaciones pacifistas reflejaron una mentalidad renovada, decidida a enfrentarse a las injusticias.

A pesar de las críticas y la resistencia de quienes se aferraban al pasado, esta revolución cultural dejó una huella imborrable. Transformamos no solo la manera de vestir, escuchar música o pensar, sino que también sentamos las bases para una sociedad más abierta, diversa y creativa. Fuimos protagonistas de un cambio que trascendió nuestras propias vidas y se proyectó hacia el futuro, recordándonos que cada generación tiene el poder de reimaginar el mundo.

Hoy, al mirar atrás, nos invade una mezcla de nostalgia y orgullo. Nostalgia por aquellos años de cambios vertiginosos, de sueños compartidos y noches interminables al ritmo de una música que marcaba el compás de nuestra juventud. Orgullo por haber sido parte de una generación que, a pesar de las adversidades, supo alzar la voz, bailar al son de su propia melodía y construir un legado que aún perdura. Porque, aunque el tiempo haya pasado, el espíritu de cambio, esperanza y libertad que nos definió sigue vivo en cada rincón de nuestra memoria y en las generaciones que nos sucedieron.

 

Comentarios

  1. Gracias por lo luchado y lo conseguido, esperamos poder apreciarlo y conservarlo como se merece. Un abrazo

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  2. Jesús, tú eres un representante genuino de esa generación que fue capaz de romper moldes y contribuir a un cambio generacional importante, ya que la posguerra os influyó mucho menos que a la generación anterior.
    Creo que es importante tu artículo para enseñar a la generación actual demasiado materializada y aferrada a todo lo que constituye el poder con todas sus consecuencias.

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