Reflexiones de un abuelo

 

A menudo los hijos se nos parecen, y los nietos también.

En nuestras alegrías y también en nuestras frustraciones. Nuestra labor educativa y nuestro testimonio de vida puede trascender a la siguiente generación.


No sería necesario estudiar psicología para darnos cuenta de la importancia que tiene para un niño o una niña su entorno familiar y, de una manera muy especial, su madre y padre.

Cualquier niño o niña que llega a este mundo desconoce por completo las normas. Su mente está en blanco, y necesita a su lado a alguien que le dirija, que le inspire seguridad y confianza, que le deje claro lo que puede hacer y lo que no. Con sus padres el niño/a se mueve y desarrolla, va a ir adquiriendo los hábitos y reacciones de su comportamiento y los modelos de conducta para el desarrollo de la personalidad.

Al igual que los adultos si nadie les dice lo que está permitido y lo que no, actuarán de forma impulsiva ya que se rigen por sus propios intereses. Por eso los padres juegan un papel fundamental en el desarrollo de la personalidad; son los encargados de enseñarles cómo pueden actuar, son quienes les orientan. Ellos observan lo que hacen y la forma en la que lo hacen, lo que dicen y la manera en la que lo dicen, y muy especialmente los sentimientos que expresan. A partir de esta información, y a través de ella, construyen su identidad.

Con el conocimiento y puesta en marcha de los principios y métodos que lo definen, los padres estaremos en condiciones de influir positivamente en la conducta de los pequeños. Si los padres solo prestamos atención a las acciones del niño cuando llora o se queja, estaremos reforzando esas conductas; pues con ellas el niño estará consiguiendo que le presten esa atención que reclama. Por el contrario, si cuando realiza conductas adecuadas y mantiene un comportamiento correcto, los padres no le prestamos atención, porque consideramos que lo que hace es lo natural o lo que debe hacer, no se reforzarán esas conductas y estarán contribuyendo a que el niño deje de hacerlas, debido a que con esas acciones no consigue ningún tipo de atención.

Los niños, por la convivencia, se ven influenciados por nuestra forma de ser. Queramos o no, determinamos el destino de nuestros hijos porque ellos van a reflejar los valores con los que fueron criados y las costumbres que aprendieron.

Somos el resultado de la influencia que tuvieron en nuestras vidas las personas más importantes para nosotros y, en la vida de los niños, nadie tiene mayor influencia que los padres. Al convivir con nosotros, van tomando rasgos de nuestra forma de ser. Queramos o no, los padres determinamos el destino de nuestros hijos porque ellos van a reflejar los valores con los que fueron criados y las costumbres que aprendieron. Vivirán con el sentido de seguridad que se les dio. La influencia de los padres se manifestará en la forma en su responsabilidad presente y futura, en la forma de socializar y de establecer relaciones interpersonales y amorosas.

Ejercemos influencia sobre sus hijos, por el hecho de quiénes son y cómo actúan. Los niños aprenden con la simple observación de quienes les rodean, y somos, los padres los más presentes en su vida diaria. Los niños que observan cómo tratamos a otras personas, manejamos situaciones conflictivas de una manera efectiva y tenemos un comportamiento responsable. Los niños son propensos a emular esos mismos comportamientos a lo largo de su vida. La importancia del ejemplo es indudable.

A: Nico, Paz, Mar, Teo, Bruno y Sofía.

Bueno, también a: Sonso,Bea,Pablo y Javier

 

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