El sano “es un enfermo que se ignora”…
“No existen enfermedades, hay enfermos”
El desarrollo es visto como parte del progreso
y el crecimiento económico que han alcanzado países del hemisferio occidental,
donde el nivel de vida ha mejorado, pues el desarrollo no es más que el
crecimiento sostenido de un modelo económico flexible, en el que el poder
económico está presente. Tal vez por eso, el concepto de enfermedad ha ido
variando a gusto de aquel que sustenta el “poder farmacéutico”.
Hasta
1974 la homosexualidad se consideraba una patología con tratamiento, en ese año la Asociación
Norteamericana de Psiquiatría decidió que la homosexualidad ya no era una
enfermedad.
Una
de las máximas que se aprende
rápidamente en el ejercicio de profesión de la Medicina, es que no
hay enfermedades, sino enfermos. También aprenden que la enfermedad se
puede manifestar de mil y una maneras, con toda una abundancia de síntomas
diferentes que parten de un tronco común que es la enfermedad.
El Dramaturgo francés Jules Romains, en 1924
escribió una obra de teatro, que resumiré sin perder su esencia.
A
principios del siglo XX, un médico llamado Knock se encargó de quitar de la
cabeza de las personas la idea de la salud. Este francés creó un mundo donde
sólo había pacientes: “Toda persona sana es un enfermo que se ignora”. Knock
empezó a ejercer en un pueblo llamado
Saint Maurice. Sus habitantes estaban sanos y no iban al médico. El antiguo
médico del pueblo, comunicó a su colega recién llegado que tendría poca
clientela y mucha tranquilidad. Pero Knock no estaba dispuesto a conformarse
con eso y decide inventar enfermedades, es decir, hacer creer a personas sanas
que son enfermos, debido a que conviven con seres microscópicos que pueden
dañarles, ocultando el otro lado de la verdad, esos seres microscópicos siempre
han estado ahí.
Pero
de inventar enfermedades a lograr que la gente las padezca hay un proceso.
Knock habla con el maestro y contrata al pregonero, y le hizo anunciar que el
doctor invitaba a todos a una visita gratis “para limitar la inquietante
propagación de enfermedades de todo tipo que desde hace unos años se extiendan por la región, antaño tan sana”.
La
sala de espera se llenó hasta los topes. Knock diagnosticó síntomas extraños e
inculcó a los aldeanos la necesidad de un cuidado permanente. A partir de
entonces, muchos guardaron cama y lo único que tomaban era agua. La aldea
parecía un hospital: de personas sanas sólo quedaban las justas para cuidar a
los enfermos. El farmacéutico se convirtió en un hombre rico, al igual que el
hostelero, cuyo mesón se utilizaba a pleno rendimiento como hospital de
campaña, abierto veinticuatro horas al día.
No
sólo Romains concibe a las personas sanas como enfermos en su desconocimiento
de la enfermedad, según Voltaire, el arte de los médicos consiste en divertir
al paciente hasta que la naturaleza lo cure. Thomas Sydenham, un médico inglés,
partía de la premisa de que las enfermedades se pueden encontrar igual que una
especie animal o vegetal, están en la naturaleza esperando que un médico las
descubra. La Medicina ha ido avanzando de forma paralela a la sociedad,
hermanada con la industria farmacéutica y regida por la ley de mercado. Bien,
analicémoslo por pasos y apoyándonos en la obra del doctor Knock.
Nadie
me negará que en la época en la que
vivimos y a la que se ha descrito como la era de la información, todo es mucho
más sencillo. Cada día nos saturan con publicidad sobre miles de medicamentos
que cada vez tienen un espectro más amplio, la “aspirina” en un principio se
utiliza para paliar los dolores de cabeza, ahora los anuncios ya nos dejan ver
que también sana los dolores musculares y las agujetas (antes paliadas con agua
con azúcar), pero no solo son anuncios los que nos dejan ver pastillitas que
sanarán todos nuestros males, no son éstos los únicos sistemas para informarnos
de los riesgos que sufrimos al no ingerir drogas que todo lo curan, cada cierto
tiempo aparece una campaña “Por la prevención de los riesgos cardiovasculares”
“Contra la osteoporosis” con un sinfín de médicos, enfermeros y demás personal
que actúan a modo de feriantes recorriendo las ciudades, cual circo, para
acercar a la gente los problemas a los que se enfrentarán si no se someten a
revisiones periódicas, para que les diagnostiquen aquello que es lógico debido
a su edad. Y los medicamentos bombardean a la sociedad sugiriendo una vida
mejor, atados a una pastillita al día. Las series de televisión, los anuncios
por cualquier medio, el boca a boca…han logrado que no podamos vivir alejados
de una píldora, quizá los niños de primaria no sepan cuando se pone b o v, pero
sin duda saben para que se utiliza la aspirina.
Así
es como Knock se enriquece a base de crear enfermos, que acuden a sus consultas
ante el más mínimo imprevisto. Igual ocurre en la actualidad y cuando las
enfermedades no causan el suficiente temor, ya se encargan de hacer que
temblemos, …No hay peligro de que los enfermos disminuyan, la imaginación da
para crear nuevos síndromes: el síndrome postvacacional, la narcolepsia, el
trastorno del sueño por turnos de noche, la hiperactividad…
La
enfermedad existe, es una realidad incuestionable después del Coronavirus, pero
también existe toda una “parafernalia” en su entorno que hace imprescindible la
medicina en cualquier caso para que no sea un “enfermo que se ignore”. Los
beneficios de la industria farmacéutica asustan en cuanto a la cantidad de
ceros; Bayer Hispania con un gasto en investigación y desarrollo de 28 millones
de euros tuvo un importe neto de cifra de ventas de 1.285.000.000 euros. Estas
cifras descubren el gran negocio de las farmacéuticas.
En
la actualidad vivimos en un estado de enfermedad permanente, es decir, no
existe gente sana sino aquella a la que aún no se le ha detectado ninguna
enfermedad o patología. La medicina
crece a pasos agigantados, reconociendo cada vez un mayor número de síndromes y
enfermedades, muchos de ellos de dudoso valor científico. La medicina avanza pero
le acompaña la industria farmacéutica.
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