La partidocracia, el afán de poder y el interés propio sobre el común.

 

LA CRISIS DE LOS PARTIDOS, ALEJA CADA VEZ MÁS A LA CIUDADANÍA.

Tal vez por ello una parte importante de la sociedad no está marcada por la división de clases o de ideas, sino por la confusión y por el fanatismo. Todavía hay personas que apoya a “los suyos” vendiendo su voto por encima de las ideas.

El Tribunal de Orden Público, también conocido como TOP, fue una instancia judicial especial existente en el segundo franquismo en España. Su misión fue la represión de las conductas que bajo ese régimen dictatorial eran consideradas delitos políticos y cualquier cosa podría ser un delito político. Durante esta etapa los que vivimos la etapa universitaria conocimos la necesidad que teníamos de democracia, una democracia por la cual luchamos y que ahora vemos devaluada por la crisis de los partidos que nos representan.

Es evidente la crisis que atraviesan los partidos políticos, hoy visualizados como una “clase política” alejada de la ciudadanía, insistimos en la importancia de éstos como ordenadores simbólicos, productores de identidad y formuladores de discurso con el que generar mapas cognitivos y emocionales para interpretar la crisis. Sin duda, del hecho de que sigan jugando este papel depende en buena medida su sobrevivencia.

Ahora, según los sondeos de opinión, el pueblo los percibe como gente sin principios sólidos, que cambia tanto de ideas y que generan una confusión que es imposible diferenciar. Tal vez por ello una parte importante de la sociedad no está marcada por la división de clases o de ideas, sino por la confusión y por el fanatismo situado a ambos lados del concepto de clase. En general, los partidos políticos manipulan la mentira como si fuera un cincel para modelar al electorado y usando el dinero público para comprar votos y someter voluntades. Todavía hay personas que apoya a “los suyos” por encima de las ideas o del comportamiento que evidencien y los siguen votando, incluso, cuando han demostrado ser unos corruptos.

A los partidos, les une la partidocracia, el apoyo a los privilegios, la distancia del ciudadano, el monopolio que ejercen de la política, el afán de poder y la primacía del interés propio sobre el bien común. Lo que les separa son apenas unos rasgos de menor importancia: la izquierda alardea de políticas sociales, cobra más impuestos y gasta más, mientras que la derecha genera más riqueza, cobra menos impuestos y es más autoritaria.

Hay una máxima marxista según la cual “no es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que hace la ideología”. Así ha sido casi siempre y lo seguirá siendo, porque todo idealismo frente a la necesidad suele terminando siendo el engaño. Cuando gobierna la derecha se suele predicar la austeridad, pero algunos de sus gobiernos son los más endeudados; la izquierda exhibe su política social, pero ningún gobierno ha aplastado más con una mala gestión de la crisis que el PSOE de Zapatero. La derecha y la izquierda se financian con fondos públicos y sienten idéntico apego a los privilegios y prebendas; unos y otros se proclaman demócratas, pero ambos grandes partidos violan la democracia a diario; hablan de Justicia independiente, pero nombran jueces y magistrados; los dos partidos dicen servir al ciudadano, pero únicamente sirven sus propios intereses; además para mayor escarnio PSOE y PP han aprendido a convivir sin problemas con la corrupción.

Las nuevas hornadas de políticos jóvenes son "profesionales" que quieren vivir el mayor tiempo posible vinculados al poder, más que a las ideas. Aspiran a una vida de privilegios, gracias a la política, lo que implica que podrían haberse subido a cualquier tren, sin que importen muchos las ideas y programas. En casi todos los países hay ejemplos lamentables de políticos profesionales que empezaron en un partido, después en otro y hoy están en otro de ideología opuesta. En el mejor de los casos, cuando comprueban que el bando propio es impresentable y no merece el poder, lo votan a pesar de todo, sólo para evitar que los otros, el enemigo odiado, consiga gobernar. Los resultados de ese mecanismo diabólico y degenerado es el fin de la democracia. Sin confianza no puede existir democracia y sin verdad la democracia está muerta. El resultado final de todo es que los políticos se apartan de los ciudadanos, se “bunkerizan” y se transforman en una “casta” cada día más odiada por aquellos que, en democracia, son los soberanos y los únicos que pueden otorgar legitimidad al sistema.

En la actualidad todavía la mayoría de medios informativos existentes siguen una transición conservadora con falta de voluntad de renovación después de más de tres décadas de democracia. Solo internet ha facilitado a los círculos activistas impulsar espacios mediáticos desde donde intentar disputar la hegemonía ideológica. Pero continúan apareciendo propuestas que se apoyan en capitales mediáticos y nuevos recursos metodológicos-formativos para la experimentación desde donde los militantes activistas buscan influir en una ciudadanía mayoritariamente pasiva.

Para finalizar, puede que la causa fundamental por la cual está disminuyendo la cuota de militancia tiene que ver con la poca importancia que se los da cuando sus dirigentes vienen a decirles que excepto para llenar mítines para poco más sirven y que a la hora de tomar decisiones llamarán a independientes. La militancia, por mucho que se obstine en su lucha por pedir cambios, abrir los partidos, proponer procesos revocatorios, exigir primarias, reclamar transparencia, hacer esenciales las listas abiertas y un largo etcétera de regeneración democrática…termina resultando un incordio para quienes llevan toda una vida dedicada a ser profesionales de la política del sillón.

Comentarios

  1. Y no nos olvidemos de la educación. Cuantas leyes educativas van ya? Seis? Hay una pregunta que me viene a la cabeza. ¿Alemania en el año 45 era un escombro, pero como era 40 años más tarde? En España tras 40 años de democracia seguimos teniendo uno de los índices de paro estructural más elevados de Europa. Educacion y economía son las bases de la emancipacion. Podemos ser estoicos, pero no gilipollas.

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