El coronavirus, el calentamiento global y las crisis: económica, social, cultural y ecológica:

Caras de la emergencia  que vivimos.
La pandemia puede ser el desencadenante de una nueva dificultad más profunda que nos ha mostrado cuan frágil es la economía capitalista. Esto nos puede indicar que hay que prepararse para iniciar transformaciones radicales a escala mundial para sostener los niveles de producción y crear un nuevo sistema de distribución de las riquezas.
La epidemia generada por el coronavirus es una cara más de la emergencia ecológica que vivimos conjuntamente con el calentamiento global y las crisis económica, social, cultural y ecológica caracterizadas por las desigualdades crecientes, la acumulación en pocas manos, el empobrecimiento de la mayoría, la precarización, la privatización de los derechos y la inequidad. En definitiva, la supeditación de las personas y la biosfera al beneficio del capital. Pero tal vez nos confundiríamos si identificáramos el coronavirus como la causa de esta crisis económica. Es evidente que la pandemia tiene y tendrá efectos directos sobre la economía, pero hace falta que lo analicemos con una mirada más global y más amplia, para alcanzar la dimensión de la crisis económica que se ha estado desarrollando más allá del coronavirus. Porque la pandemia está, en realidad, no solo causando una crisis por sí misma, sino librando una crisis preexistente. Una mirada más larga nos permitirá identificar causas recónditas de la también profunda crisis que afronta el capitalismo, para buscar así también respuestas en profundidad que seguirá golpeando la economía global y a los países de la comunidad internacional.
Con los setenta, la economía norteamericana se convirtió en centro del capitalismo mundial donde todo se jugaba sobre una gran mesa de ruleta y la clase trabajadoras se quedó atrapada dando vueltas. El coronavirus nos ha mostrado cuan frágil es la economía capitalista. Todo indica que hay que prepararse para iniciar transformaciones radicales a escala mundial para sostener los niveles de producción y crear un nuevo sistema de distribución de las riquezas.
Se confundirían aquellos que vean un trasfondo puramente político en esta visión pesimista, cuando la realidad sociológica mundial está pidiendo a gritos una solución a tanta injusticia y esta crisis tiende a ser el desencadenante de una crisis de deuda. En la profunda crisis del 2008, resultó obvio que la causa de aquel trance financiero no solo fue la quiebra de Lehman Brothers, sino el acontecimiento que generó una reacción en cadena y empeoró una situación el trance ya preexistente. El coronavirus puede ser el desencadenante de una nueva dificultad más profunda que hace ya tiempo que se está cociendo. El inicio del final del capitalismo ya que jamás ha habido niveles tan elevados de endeudamiento; con los precios del petróleo por los suelos debido a la disputa entre los grandes productores por el control del mercado mundial y la caída de la demanda por el parón económico. Según datos consultados la deuda global ha alcanzado los 253 billones de dólares el último trimestre de 2019, lo que equivale al 322% del PIB mundial.
Los políticos que nos gobiernan y los que dicen controlar, nunca han sentido la obligación de informarse ni de actuar. Ni a mirar el futuro, preocupados por los votos Y si alguien lo advierte, le marginan, le tapan la boca. Y no son ajenos los medios de comunicación, públicos y privados, sometidos a la corriente del pensamiento dominante. Así se descompone la sociedad. Así se pierde la confianza. El sistema está tocado. También habrá que pedir cuentas, pero, sobre todo, tomar la iniciativa, rechazar imposiciones, y decidir, entre todas, el camino a emprender.

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