Nuestros valores religiosos y morales, marcan nuestra vida.
Influyen decisivamente en la forma de
comportarnos y nuestra integridad personal.
Ser responsable supone asumir los efectos
directos de nuestro compromiso en la vida, excluyendo de culpa a escenarios o
personas que nos rodean. Nunca debemos hacernos responsables de los acontecimientos
que suceden en nuestro entorno y se escapan a nuestro control.
También
supone decidir cómo ponderamos nuestro tiempo, como disponemos de nuestra capacidad
y a quiénes le dedicamos esa energía. Igualmente, también admitir
que nuestra capacidad para sentirnos felices con nuestra aptitud ante la vida
depende sólo y exclusivamente de nosotros. Actuar de forma responsable lleva
consigo: decidir
y asumir los valores conforme a los cuales deseamos sentirnos satisfechos de
nuestra labor en la vida.
Los valores religiosos y morales, inspiran nuestra vida, influyen decisivamente en nuestra forma de comportarnos y nuestra integridad personal, también
cuando lo que pensamos, lo que decimos y, sobre todo, lo que hacemos, resultan
coherentes con esos valores.
Por
el contrario, nunca debemos hacernos responsables de los acontecimientos que
suceden en el entorno y se escapan a nuestro control, ya que quedaríamos a
expensas de comportamientos de terceros. Sucesos que, en la
mayoría de los casos, poco o nada tienen que ver con nuestras acciones directas.
Existen
hechos externos que escapan de nuestro control, sobre los que difícilmente
podemos actuar o influir. En estos casos, no es aconsejable,
responsabilizarnos de ellos hasta el punto de provocarnos culpa o frustración
que acaben repercutiendo en la valoración que tenemos, perjudicando
seriamente nuestro bienestar. Por contra, estaríamos, lesionando nuestra responsabilidad
si no fuéramos garantes de aquellos asuntos que sí están bajo nuestra
vigilancia y dependen de nuestra voluntad.
Sin
embargo, existen otros hechos sobre los que pudiendo influir y no dependen exclusivamente de nosotros, si bien nuestras decisiones
y actitudes puedan mediar a corto o medio plazo. Como es conocer para actuar, que
el CAMBIO CLIMÁTICO no es un fenómeno sólo ambiental sino de profundas consecuencias
económicas y sociales sobre los países más pobres y peor preparados. En este
ámbito, nuestra responsabilidad tiene más que ver con la forma en que nosotros
interpretamos lo que suceden en entorno más cercano, haciendo pedagogía de
cómo se tienen que afrontar nuestras aptitudes para minimizar el gran problema
que supone la destrucción de nuestro Planeta, para las generaciones jóvenes.
Esta interpretación será más optimista y constructiva en la medida que nuestra
forma de pensar, hablar y actuar sea coherente con nuestro comportamiento.
El
resultado será que, casi sin darnos cuenta, iremos configurando nuestra propia
realidad, nuestro “círculo de influencia” se hará cada vez más grande y, en ese
lento, pero maravilloso proceso, iremos comprobando como las personas que nos
rodean también inician su propio proceso de cambio de aptitud para respetar
nuestro medio natural, porque “yo también quiero”, dirán algunos, y éstos a su
vez, en una espiral sin fin, con su comportamiento, su actitud y su ejemplo,
influirán sobre otros a tomarse en serio este enorme problema.
Nadie,
absolutamente nadie, puede privarnos de la libertad interior para
interpretar y pensar como queramos. Todo es cuestión de tomar conciencia,
ejercer plena responsabilidad sobre este hecho y, lo más importante,
querer cambiar y comprometerse con ese cambio.
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