En las redes sociales

Nos hemos vuelto adictos a insultar, pensando que no pasa nada.
Los prodigios de las redes sociales han revolucionado nuestro concepto de correspondencia social e inversión en tiempo libre. En ellas buscamos relaciones con aquellos con los que perdimos trato, mantenemos amistades, nos ponemos al día de la vida de los demás, conocemos a gente nueva o incluso encontramos trabajo, informamos y somos informados
Sin embargo, las redes sociales despiertan un debate en torno a la privacidad, la injuria, los atentados al honor, la adicción a estar interconectado con cientos de amigos, el descenso de la productividad en el trabajo, etc.
Pero además si las redes sociales se usan poniendo por delante una buena dosis de ignorancia, se pueden tornar peligrosas. España pertenece al llamado primer mundo, la vieja Europa fue cuna del desarrollo cultural, fuente de cultura durante siglos. Nuestro país, durante algún tiempo, estuvo aislado del resto del continente europeo donde se producían las relaciones culturales del mundo democrático.
El tiempo que llevamos en connivencia con la vieja Europa, nos hemos dado cuenta de nuestras carencias educativas de nuestra IGNORANCIA. Si hemos de ser pesimistas por algo, tendríamos que serlo por el obscurantismo, empezando, eso sí, por los propios medios de comunicación, por mí mismo, y acabando por la propia sociedad, con el estamento superior de la clase dirigente.
Tal vez por eso los insultos en redes sociales son el pan de cada día. Creo que nos hemos vuelto adictos a insultar porque pensamos que por este camino nos hacemos más importantes, sin embargo, lo que hacemos es devaluar nuestra opinión, además el consumidor apenas se da por enterado. Es una opinión muy generalizada la de creer que en las redes sociales se puede actuar con total impunidad AMPARADOS EN EL ANONIMATO y nada más lejos de la verdad.
Se tiende a creer que gracias a la libertad de expresión podemos decir libremente todo lo que queramos, olvidando que, frente a ese derecho, a la libertad de expresión, prevalece siempre el derecho al honor, como derecho fundamental protegido por nuestra Constitución. Con frecuencia vemos que en algunas redes sociales se profieren injurias, mentiras, acciones que son constitutivas de delito y que deben ser objeto de persecución penal, en función de las circunstancias que concurran. Muchos políticos se comen el marrón. Pero las personas jurídicas al margen de la política no actuamos de la misma manera.
Los delitos de injurias sólo pueden perseguirse por denuncia de la persona agraviada, aportando el documento digital. Una vez denunciados los hechos se abre en el juzgado de instrucción un proceso para el enjuiciamiento de delitos en el que se citarán a juicio a las partes. El Juez, tras practicar las pruebas (es importante conservar digitalmente los documentos), dictará sentencia contra la que cabe recurrir en apelación ante un magistrado de la Audiencia Provincial.
El proceso se inicia con una investigación por parte del cuerpo especializados de la Guardia Civil, que llegarán sin ninguna dificultad a nuestra dirección de correo y mucho más fácil si se realiza a través de un servidor. La Guardia Civil cuentan con Brigadas especializadas en delitos tecnológicos que son capaces de averiguar la ubicación física del dispositivo telemático empleado para cometer el delito, averiguar quién es su titular y reclamar una indemnización por los daños y perjuicios que entendemos que se nos ha causado, por la lesión a nuestro derecho al honor, amparando nuestra reclamación en la vulneración de la Ley 1/82 de 5 de mayo de Protección Jurisdiccional civil del derecho al honor, intimidad personal y familiar y a la propia imagen.
Es verdad. Cuando no tenemos memoria de los errores cometidos, cuando no se posee ese pretérito amontonado de nuestra propia existencia, no queda más que ignorancia. Es como un eterno volver a empezar en el que nada se resuelve. Y es ahí donde los demagogos levantan cada día su tienda ante la muchedumbre, con la certeza de que no serán reconocidos por aquellos a los que defraudaron ayer. También advertía sobre todo esto Ortega: “Los demagogos han sido los grandes estranguladores de civilizaciones. La griega y la romana cayeron a manos de esta fauna repugnante. La demagogia es una forma de degeneración intelectual”.
Antonio Machado dejó versos que no deberíamos olvidar los españoles: “Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios. / Una de las dos Españas ha de helarte el corazón.” Esas infatuaciones despectivas se repiten hoy cada día, porque “la ignorancia es muy osada”.

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