Crítica y vigilancia al poder.

DIVORCIO ENTRE POLÍTICOS Y CIUDADANOS.
Nos sentimos avergonzados de la clase política, oprimidos por el desempleo, el avance de la pobreza, la desigualdad. El enchufismo, la arbitrariedad, el despilfarro público, el avance de la corrupción, el rechazo ciudadano a la clase política… y toda una lista de males capaces de arruinar la convivencia.
Tenemos un problema de líderes políticos. Algunos que son amantes de quedarse con parte del dinero público, demasiados ineptos o irresponsables y algunos están tocados e igualmente combinan estos defectos. Pero por si poco también tenemos un problema de seguidores y las democracias están siendo sacudidas por los votos de ciudadanos indolentes, desinformados o de una ingenuidad solo superada por su irresponsabilidad.
No cabe la menor duda de que hay que esforzarse en buscar mejores líderes y mejorar la calidad de los seguidores. Es indiscutible, que ciudadanos mal informados o políticamente apáticos los ha habido siempre y que no saben por quién están votando: lo cierto es que los votos de los indolentes, los desinformados y los confundidos nos amenazan a todos.
Muchos españoles nos sentimos avergonzados de la clase política, España es hoy un país mal gobernado y dominado por el desempleo, el avance de la pobreza, la desigualdad, el desprestigio, la desconfianza en el liderazgo, el divorcio entre políticos y ciudadanos, la degeneración de la democracia y otros muchos males que han un crecimiento de la inseguridad, enchufismo, arbitrariedad, despilfarro público, avance de la corrupción, rechazo ciudadano a la clase política y toda una lista de males y dramas capaces de arruinar la convivencia y de hundir a la nación
Las encuestas señalan, cada vez con más contundencia, a la clase política como el tercer gran problema de España y consideramos a los políticos como culpables de todos los males, lo que representa un rechazo insoportable que crea una situación insostenible en la política española. algunos medios cuestionan ya abiertamente la falta de preparación y de exigencias a los políticos para que ocupen cargos públicos de relevancia. La lucha por la regeneración exige plantar cara a los políticos y no permitir nunca más sus abusos, chanchullos y mentiras sociedad en su conjunto, pide limpieza y acierto a sus dirigentes políticos.
Si España estuviera poblada por ciudadanos responsables en lugar de borregos sometidos, la presencia de un político corrupto en cualquier espacio público debería provocar el abandono inmediato del local por parte de los ciudadanos presentes, un gesto de protesta democrática destinado a hacer ver al corrupto que su comportamiento merece el desprecio de la comunidad ciudadana.
El tradicional trato de respeto y consideración hacia los cargos públicos empieza a carecer de sentido y, a partir de ahora, debe ser selectivo y dispensarse solo a los que lo merezcan, pero nunca a los que intentan destruir nuestros intereses ciudadanos, a los que viven en la corrupción, a los que conviven con corruptos sin denunciarlos, a los que militan en partidos minados por la corrupción y con las cárceles llenas de dirigentes, a los que despilfarran, a los que disfrutan de privilegios inmerecidos y a los que causan dolor y sufrimiento a los ciudadanos, tras haber traicionado el concepto de servicio en la política y la obligada defensa del bien común.
La crítica y la vigilancia ciudadana al poder son actitudes propias de la democracia, mientras que el sometimiento a los que mandan es el más típico rasgo de las dictaduras. Oponerse a los desmanes honra a los que lo hacen y los convierten en vanguardia de la sociedad. En España, donde estamos padeciendo con dureza los errores, abusos y corrupciones de la clase dirigente, algún día se reconocerá a los que hoy se oponen al poder político con la crítica, el descrédito y otros recursos pacíficos, el mérito que hoy se les niega.
Permitir que una clase política tan inepta, arbitraria, injusta y arrogante como el actual desmonte servicios y derechos básicos, además de aplastar al ciudadano con los impuestos más altos y abusivos, sin que antes hayan cerrado una sola televisión pública o hayan suprimido las odiadas subvenciones a los partidos políticos y sindicatos es de una cobardía suprema y significaría bendecir la opresión y el derecho de la clase política a sojuzgar a sus ciudadanos.

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