Sin planificación urbana, entre1940 y 1970, llego gran cantidad de inmigración interior
El crecimiento de Madrid, el éxodo de los pueblos pobres y 5
Planes urbanísticos.
¿Fue inconveniente la polémica ampliación del Congreso de los
Diputados que se hizo a costa de la demolición de numerosos edificios
protegidos por sus valores culturales y arquitectónicos? ¿Lo ha sido la
reciente construcción de las torres ubicadas sobre el solar de la antigua Ciudad
Deportiva del Real Madrid vulnerando la “zona verde” de planes anteriores?
Crecimiento de población en Madrid Capital |
La población se reparte des
uniformemente por la superficie de la ciudad, siendo las zonas más densamente
pobladas las situadas en la almendra central y su entorno, teniendo las zonas
más exteriores densidades de población inferiores a las de muchos municipios
del área metropolitana.
Por distritos, los más densamente
poblados son Chamberí con 321 hab./Ha., Centro con 286, Tetuán con 284 y Salamanca
con 280. Los menos densamente poblados son Fuencarral-El Pardo con 9 hab/Ha.,
debido al gran espacio natural del Monte del Pardo, que ocupa la mayor parte
del distrito; Barajas con 10 hab/Ha., por el ya mencionado aeropuerto; Villa de
Vallecas con 13 hab./Ha. y Vicalvaro 20
hab./Ha., ambos por su situación periférica que provoca que gran parte de su
terreno no esté edificado o sea de carácter industrial.
PLAN CASTRO Diversos crecimientos de
población ha tenido la ciudad de Madrid. Una de las primeras crecidas de
población ocurre en 1561 cuando se traslada la Corte desde Toledo a Madrid. A
comienzos del siglo XIX la ciudad de Madrid contaba con unos 220.000 habitantes,
cifra que llegaría a 300.000 a finales de la década de 1850. El ritmo creciente
de población en la capital española obligaba a planificar un crecimiento. La
desamortización de Mendizábal hizo que fuera posible reacomodar el espacio de
las iglesias derribadas para crear nuevas viviendas que dieran acogida a la
creciente población madrileña. Sin embargo, dicho crecimiento se encontraba
constreñido por la cerca construida por Felipe IV, erigida en 1625. La muralla
fue construida con motivos más fiscales y sanitarios que defensivos. La muralla
normalizaba hasta donde había llegado Madrid y hasta donde no debía seguir. El
ensanche de Madrid se inició en 1846 por decisión del ministro Pidal y la
constitución de una sociedad anónima. En 1846 Juan Merlo presentó un nuevo
proyecto que fue rechazado por el ayuntamiento (en Mesonero Romanos). Los
Ensanches que presenta Carlos María de Castro se dividen en grandes barrios, al
mismo tiempo que determina numerosas reformas en los barrios existentes. El
plan de ensanche se inspira en los planes urbanísticos de París. El plan
propone un aumento de casi dos millares de hectáreas al norte y noroeste de la
ciudad. El 19 de julio de 1860 se aprueba el Plan Castro para el ensanche de
Madrid. Este desarrollo toma como punto de partida procede de Puerta del Sol.
El desarrollo del ensanche se orienta hacia el Norte de la ciudad, el área
queda limitada en su perímetro por una red viaria conocida como «las Rondas» y
que en la actualidad se compone del paseo de Reina Victoria y las calles de
Raimundo Fernández Villaverde, Joaquín Costa, Francisco Silvela y Doctor
Esquerdo. Uno de los primeros barrios creados por el Ensanche fue el barrio de
Argüelles. Los ensanches daban lugar a un mayor consumo de agua, con lo que
hizo que fuera posible el protagonismo de la canalización de agua que estaba
ideada para el Canal de Isabel II. El ensanche protagonizó un mayor tráfico de
enlace mediante tranvía. Uno de los efectos más visibles fue la necesidad de
comunicar dos barrios como el de Salamanca y Argüelles mediante la Gran Vía.
Este plan fue considerado como
representación y símbolo de una determinada concepción de la ciudad
desarrollada conforme a la teoría de la urbanización falangista, por los aditamentos de fuerte valor
figurativo, a modo de envoltura para satisfacer la demanda política de valor
simbólico y emblemático.
Con independencia de estas
consideraciones, se trata del primer plan urbanístico redactado en España que
reguló globalmente los usos del suelo por zonas y previno su desarrollo
mediante la formulación de planes parciales. Tras la definición de los
«ensanches» a finales del siglo XIX y principios del XX, los sucesivos «planes
comarcales» de 1923, 1929 y 1934, trataban de resolver el crecimiento de la
ciudad mediante su descentralización utilizando por primera vez el ferrocarril.
La Capitalidad Nacional supone el orden urbanístico
tres diversas funciones: Organización eficaz de la dirección política y
económica, exaltación de los valores tradicionales que nos unen a nuestro
pasado histórico y representación simbólica de la misión de España. Terminación
del enlace de la estación de Atocha a la nueva de Chamartín para pasajeros y
creación de dos nuevas para clasificación de mercancías en Getafe y Fuencarral
unidas por su línea de circunvalación. Nuevos accesos correspondientes a las
seis carreteras radiales, futuras autopistas, evitarán obstáculos dejando a un
lado los suburbios para enlazar en los dos ejes ortogonales y las tres nuevas
vías: Victoria, Europa e Imperio. La red se completa con dos líneas de cinturas
a modo de circunvalaciones. Un nuevo ensanche en la prolongación de la Castellana: única área vecina la casco actual
apta para la ubicación de edificación residencial extensiva con un nuevo centro
comercial. La ordenación de la
industria: como elemento innovador plantea una clasificación, en función
de producción y vistas, en once grupos a la vez que plantea quince núcleos industriales. Los poblados satélites: se refiere
tanto a núcleos periféricos como Aravaca, Fuencarral,
Chamartín, Hortaleza, Vallecas, Vicálvaro; como a la creación de ocho poblados satélites situados, al norte, en Peñagrande, Manoteras
y Canillas, al este, en San Blas, Vicálvaro y Palomeras,
y al sur, en Villaverde y Carabanchel.
Instaurada la democracia en España el de 1985, redactado
por los arquitectos Eduardo Mangada y Eduardo Leyra siendo alcalde de Madrid el
socialista Enrique Tierno Galván, y el de 1997, aún vigente, cuya redacción
dirigió el arquitecto Luis Rodriguez-Avial Llardent siendo alcalde de Madrid
José María Álvarez del Manzano.
Puestos
a imaginar que alguien fuera capaz de recopilar la total documentación de los
cinco planes se encontraría con el problema de organizarla y de dónde colocarla
físicamente. Necesitaría tantas estanterías y archivadores que le resultarían imposibles
meterlo en un piso y, en el caso de que dispusiera de un estudio, se vería
obligado a ampliarlo unos cien metros cuadrados. Ahora bien, si de esa
documentación se eliminan proyectos que los desarrollan, modifican, o
complementan, antecedentes históricos, memorias descriptivas, programas, estudios
económicos, planes de etapas, planos de información, de estado actual, gran
parte de los infraestructurales, y se queda solo con los planos de
zonificación, la normativa vinculante, y cinco copias de la hoja 559 del Mapa
Topográfico Nacional de España (las de 1875, 1944, 1962, 1982 y 2012, que,
reducidas, ilustran el interior de este libro), entonces la cosa cambia y
podría alojarla en cualquier armario de un despacho corriente.
La proeza, que empieza en la
prehistoria, no ha terminado, pero aquí se esboza su final tras la última cena
de la temporada futbolera 2009-2010, inmediatamente después de un pelotazo
premiado con una pitada que duró trescientos sesenta y cinco días, la mayor
soportada por el club de fútbol más protegido de todos los gobiernos.
Posiblemente usted lo recuerde, pues clamó al cielo: el Real Madrid, esa
temporada, incomprensiblemente, no ganó ni un trofeo, según consta en su web.
Es sospechoso que tal fracaso se produjera justo cuando el Real se lucraba con
la mayor inyección económica de toda su historia y, en contraste, España se
hundía en una crisis letal acrecentada por el estallido de la burbuja
inmobiliaria. Cabe pensar que Alguien haya querido recordar que cuando se
indigna con razón puede provocar auténticas catástrofes.
Satanás lo da por supuesto en Las torres del Real Madrid
aclarando que si hubo algún maleficio no provino del infierno. Algo de eso hay
en la proeza, algo esotérico (téngase en cuenta la gracia divina reconocida
socialmente en el último siglo, y parte del anterior, a los máximos
responsables que la inspiraron); algo que tras releerla, y contrastarla con la
realidad, induce a pensar que vulnerar lo que fue bendecido como lo más
conveniente para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos no siempre ha
tenido un efecto nocivo. Pongo solo un par de ejemplos emblemáticos de esas dos
formas distintas de ver la ciudad: ¿Fue inconveniente la polémica ampliación
del Congreso de los Diputados que se hizo a costa de la demolición de numerosos
edificios protegidos por sus valores culturales y arquitectónicos?¿Lo ha sido
la reciente construcción de las torres ubicadas sobre el solar de la antigua
Ciudad Deportiva del Real Madrid que han pasado a ser un símbolo de modernidad
de la capital del reino, pero que, detrayendo plusvalías a los vecinos
madrileños, han vulnerado la calificación “zona verde” de planes anteriores?
¿Se integrarán de igual modo en la ciudad las que, aún más altas, se
construirán, tarde o temprano, sobre el complejo dotacional de la inmediata
Estación de Chamartín?
Puestos a generalizar, lo más tópico sería preguntar,
irónicamente, a propósito de las extraordinarias plusvalías generadas por los
planes: ¿de qué se hubieran alimentado los hijos de los millones de obreros
pagados por un capital que de otra forma no hubiera sido tan participativo?
Queden
tales cuestiones para polemizar. Aquí solo se satiriza la ejecución de los
cinco planes y se extractan las pretensiones bienintencionadas de una reina, un
jefe de estado, y varios alcaldes capitalinos que no dudaron en contratar a los
más afamados, prestigiosos, y competentes equipos de urbanistas para, con el
visto bueno de dos presidentes comunales y la vigilante mirada del rey emérito
Juan Carlos I, articular y hacer efectivo el denominador común de todos ellos:
mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
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