El sano, un enfermo que se ignora
NO HAY ENFERMEDADES SINO ENFERMOS
El
pensamiento es el flujo de actividad eléctrica que se desarrolla en nuestro
cerebro entre neuronas de un determinado tipo: alegres, destructivos, de
crítica, humorísticos, inspirativos. El hipotálamo, nuestro laboratorio orgánico,
se pone en marcha creando combinaciones químicas de la tipología que los pensamientos
están produciendo.
Si no cuidamos nuestros procesos mentales,
la bioquímica de nuestro organismo seguirá un patrón equivocado y nos inundará
de toxinas que no juegan a nuestro favor, sino que nos debilitan, primero
emocionalmente y después orgánicamente.
La enfermedad aparece en cada persona de
una manera distinta, el cerebro determina el comportamiento que cada individuo,
somatiza la dolencia, canalizándola y situándola en su lugar correspondiente.
El conocimiento de una dolencia puede determinar un antes y un después en el
comportamiento humano de tal manera que cualquier persona es capaz de
comportarse y asumir de manera diferente la enfermedad
Cuando aparece la enfermedad, vamos pasando por
diferentes fases de adaptación al cambio, como son: La primera fase es la que
llamamos “FASE DE ALARMA, con sentimientos de CAOS, MIEDO Y ANGUSTIA. Se buscan
explicaciones, causas inmediatas, los motivos y el porqué de la enfermedad.
La segunda fase es de “RESISTENCIA”, va pasando el
tiempo, la enfermedad sigue y cada vez de una manera más intensa. Aparecen
nuevos síntomas y con ellos: emociones, frustración, impotencia…, buscamos
diferentes soluciones y recursos que en ocasiones no son eficaces…La última
fase es el “AGOTAMIENTO”. Tras intentar solucionar la situación y no poder
hacerlo nos agotamos. Aquí es cuando sentimos desánimo y tristeza. Digamos que
cuando te diagnostican una enfermedad crónica o se la diagnostican a un
familiar se viven sentimientos de duelo. Y de aquí surgen emociones como la tristeza
que se suele desencadenar por el sentimiento de pérdida de ciertos sueños y
esperanzas.
La complejidad de nuestro cerebro hace que cada
persona sea capaz de asumir la enfermedad de diferentes maneras, para intentar
adaptar su vida a las nuevas circunstancias. Todos hemos tenido en nuestro
entorno alguna experiencia que nos ha permitido entender el comportamiento de
nuestro cerebro: Un ciudadano que realiza una vida normal, va al médico para
hacerse una revisión rutinaria. La analítica, muestra una cierta anormalidad
que debe diagnosticar un especialista. Y este, después de realizar una serie de
pruebas médicas, prescribe leucemia. Instantes después que el medico trasmite
al ciudadano la enfermedad, este adopta el rol del enfermo. Antes de ir al médico
era un hombre sano para después de visitarlo quedar transformado en un enfermo.
Desde una visión subjetiva de esta realidad, la
persona debe tomar consciencia de todas sus circunstancias para ser capaz de
situarse en la vida, en su vida, de la
mejor manera posible de forma que las enfermedades supongan el menor dolor para
su cuerpo y el mínimo daño para el desarrollo de su entorno vital. Por ello
ahora quiero llegar al ánimo de mi lector para recomendarle la lectura de un
libro, un pequeño libo que me enseñó a entender nuestro comportamiento sobre la
base del que EL SANO ES UN ENFERMO QUE SE IGNORA. Knock o el
triunfo de la medicina, una comedia de Jules Romains. Un testimonio
literario de 1923, cuyo argumento es un caso de fanatismo profesional.
El argumento se desarrolla en
una rústica comarca del sur francés. Knock, es un mal estudiante, recientemente
graduado en medicina que llega a suceder al veterano doctor Parpalaid en el
cantón Saint Maurice, donde en pocos meses transforma la clientela de atrasados
y avaros campesinos, reacios a la atención de la salud, en una población
consumidora de servicios médicos, con un sanatorio-hotel como principal
atractivo y actividad económica de la región. El texto es un ejercicio de comprensión
del triunfo de la medicina o cultura de la salud en el mundo que nos toca vivir.
El primer acto de esta obra
tiene por escena un viejo automóvil año 1900 que lleva a los doctores Knock y
Parpalaid hacia Saint Maurice, y el coloquio gira en torno a la plaza profesional
que el uno entrega y el otro ocupa. El medico entrante realiza un análisis de
como pretende actuar para conseguir hacerse una buena clientela a propósito del
reumatismo endémico de la zona. El Doctor saliente dice ¡Ah! No para
eso. A la gente del pueblo no se le ocurriría ir al médico por un reumatismo,
como usted no acudiría a un cura para hacer llover. En suma, el estilo
tradicional de vida no permite hacerse ilusiones de consumidores y fortuna, no
existen clientes "regulares “en Saint Maurice; pero Knock continua con su
idea de hacer valer el verdadero espíritu y la finalidad de la medicina. La
vocación médica es en el fondo voluntad de poder, que la medicina comparte con
la política, la economía y la Iglesia. Se cierra la escena con Knock convencido
de que en Saint Maurice están dadas las condiciones para realizar su
experimento de medicalización y producir un cambio cultural, de costumbres,
ideas y creencias.
El segundo acto se
desarrolla con distintas escenas del consultorio de Knock, instalado en la
vieja vivienda de Parpalaid. El nuevo estilo promocional de la atención de la
salud se anuncia con bando público que dice: "El doctor Knock, sucesor del
doctor Parpalaid, presenta sus respetos a la población de de Saint-Maurice, y tiene
el honor de hacerle conocer que, en un espíritu filantrópico, y para contener
el progreso de enfermedades de todo tipo. Dará todos los lunes por la mañana,
de nueve y treinta a once y treinta horas, una consulta enteramente gratuita,
reservada a los habitantes del cantón. Para las personas extranjeras al cantón,
la consulta quedará al precio ordinario de ocho francos". El maestro de
escuela y el boticario son sus principales aliados: para el primero, todos
somos "portadores de gérmenes"; para el segundo, los remedios están
en las medicinas y los alimentos. La nueva práctica se base en nueva teoría, la
redefinición de los conceptos de salud y enfermedad. La salud no es más que un
nombre, al que no habría inconveniente alguno en borrar de nuestro vocabulario,
no conozco sino gente más o menos afectada por enfermedades, de evolución más o
menos rápida. Con tal estrategia Knock llena su consulta de virtuales enfermos
los mismos a los que el viejo doctor Parpalaid despedía con la frase "No
es nada en absoluto, mañana estará bien".
El tercer acto se desarrolla
en el hotel del pueblo a punto de transformarse en un gran centro médico
repleto de enfermos, "de gente que sigue un tratamiento" que sorprendente
a el doctor Parpalaid, que ha venido de visita a Saint Mauríce y pretende
hospedarse en el hotel, administrado sanitariamente por Madame Rémy. Parpalaid afirma
“yo me creía que la gente de este pueblo la gente era más sana y Madame Rémy le contesta: la
gente no tenía la idea de curarse, cosa del todo diferente. Usted, señor Parpalaid,
partía un centavo en cuatro, y que habría preferido perder un ojo o una pierna
antes que comprar tres francos de medicamentos. Las cosas han cambiado prosigue
Knock, el interés del enfermo está un poco subordinado al interés del
médico, no olvide que hay un interés superior a esos dos que es el de la
medicina. Usted me deja un cantón poblado de algunos miles de individuos
neutros, indeterminados, mi rol fué determinarlos. .
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