jueves, 5 de noviembre de 2015

La mayoría de los españoles empezamos a hartarnos.


Del tema catalán
Los unos dicen que la ley está de su parte, los otros, también. Los unos invocan el carácter democrático de todo lo que hacen; los otros, igualmente. Pero continúan sin hablar y sin hablarse. Sin embargo los políticos se ponen un buen sueldo para sernos útiles, buscar soluciones a los problemas, no crearnos más complicaciones y saber dialogar.
Ahora, Rajoy decide recurrir a los líderes de los partidos políticos y de los movimientos sociales y sindicales y los invita a charlar un rato en Moncloa. Me temo que vamos algo tarde. Es verdad que lo de Rajoy ha sido una pesadilla que se acaba ya, pero las opciones políticas más votadas en Cataluña están jugando a ponerse a su altura.
Esta situación no puede continuar así, no nos merecemos ni un minuto más de intranquilidad, nos estemos moviendo entre fanfarronadas, amenazas y discursos del miedo. Tenemos derecho a exigir comportamientos responsables, a estar gobernados por políticos que nunca olviden que su obligación es propiciar la armonía y la concordia.
Por esa razón, a la vista de lo conocido y mientras todos los periódicos, televisiones y demás medios, nos bombardean con el asunto catalán, he podido llegar a la siguiente conclusión: Ahora no se habla de la Gürtel, Noos, Púnica, Eres…., no hablamos de corrupción. ¿Por qué? En cabeza cabe, aunque sea de un catalán, plantear, ahora semejante despropósito, cuando existen cuestiones de menor relevancia para las que se precisan mayorías del 66 %. Deberían aprender de Canadá, en donde el Tribunal Supremo acordó como necesaria una mayoría del 70 %.
También me parece una verdadera locura considerar que la propuesta independentista que se tramitará en el Parlamento es un golpe de Estado, cuando saben perfectamente que no lo es y que el Tribunal Constitucional no podrá pronunciarse hasta que el Parlament o el Govern no promulgue una ley concreta que sea anticonstitucional. De momento solo hay una propuesta y de aquí a que se proclame al República de Catalunya queda un trecho, largo y, más que probablemente, inalcanzable. La verdad, es que esta forma de entender la política, la manera de tapar corrupciones y demás pufos de la mala gente que se escuda en el “patriotismo” o en “el bien común” para realizar sus turbios negocios. Lanzando cortinas de humo que confunden a la opinión pública. Detrás del follón independentista hay muchas cosas, por eso los medios no paran de darnos la matraca mañana tarde y noche. Pero debe ser mi ignorancia, también parte de mi utopía la que no es capaz de discernir entre la honradez y la inmoralidad de los políticos profesionales.

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