Entre el azul y el rosa
“BUENA MUJER” O UN “HOMBRE DE PROVECHO”
La igualdad entre los sexos debe ser asumida desde la
diferencia sexual. Siempre orientada a la igualdad de oportunidades, en su
sentido más amplio, y sin que el patriarcado lo condicione
A través del aprendizaje de estereotipos,
valores y actitudes diferenciadas por mandatos de género, cuya finalidad es
aprender a ser una “buena mujer” o un “hombre de provecho”. Este conjunto de
cogniciones son asociadas por un lado, con las distintas emociones diferencias
que provocan, tristeza, culpa y miedo en las mujeres, y cabreo, furia y
agresividad en los hombres, con los roles y conductas de dominación masculina y
sumisión femenina.
Los
chicos y las chicas socializan y construyen sus identidades a partir de lo que
ven en casa, que no siempre es perfecto ni coherente aunque se intente. También
a partir de sus vivencias en el cole, junto a familiares y amigos o viendo la tele.
La sociedad, en su conjunto, está preocupada por identificar y asociar a cada
uno de los sexos con patrones determinados de conducta.
A
la pregunta a una embarazada: ¿Esperas niño o niña? Puede estar asociada el
color del regalito en función de su sexo. Que le regalen un tipo de ropita u
otra y complementos de unos colores u otros, pero fundamentalmente azul clarito
para niños y rosa a las niñas. También, muy probablemente, las expectativas
asociadas a ese nuevo bebé serán distintas, es un acto casi inconsciente que
marca toda una trayectoria vivencial de género desde el nacimiento.
A
los hombres se nos otorga un rol masculino, a las mujeres femenino, con toda
la carga social y cultural que conlleva, sin libertad para poder sentir,
explorar, escoger y decidir. La norma es la norma también en lo que al género
se refiere. En definitiva nuestra sociedad está interesada en establecer las
diferencias entre géneros, con las consiguientes desigualdades.
El
aprendizaje del género, para hombres y mujeres, en un sistema social dicotómico
y sexista, que promueve la dominación del hombre y potencia la sumisión de la
mujer, genera graves consecuencias para ambos sexos, pero muchos más peligrosos
para las mujeres porque las coloca en una posición de vulnerabilidad para su
desarrollo vital.
La
identidad de género de una persona llega a convertirse en un entramado tan
profundo, que en el caso de las mujeres es difícil de reconocerla como la causa
de la mayoría de sus malestares y, al mismo tiempo, dificulta su
cuestionamiento y análisis.
La última
década ha propiciado cambios en las concepciones de género al requerirse que la
mujer trabaje. Esto ha generado que las tareas domésticas sean compartidas por
ambos sexos. De la misma manera las decisiones en la educación de los hijos,
son compartidas, aunque sigue prevaleciendo la idea y las prácticas de que las
actividades públicas son más propias para el hombre y las privadas para la
mujer.
Crecer en libertad implica hacerlo al
margen de las imposiciones de una sociedad patriarcal que nos dicta cómo deben estableciéndose
los estereotipos asumidos. La igualdad entre los sexos debe ser asumida desde
la diferencia física siempre orientada a la igualdad de oportunidades en su
sentido mas amplio
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