EL INFANTA...Y MI REFLEXIÓN
PREÁMBULO: A
lo largo de la vida necesitamos de algo que nos situara entre el espejo y
nuestra realidad reflejada en su dimensión. Yo, he tenido
esta experiencia cuando me he “topado” con compañeros del colegio “Infanta”. He
retrocedido medio siglo y conquistado esta reflexión.
La generosidad no tiene ideología ni
religión.
Es llave que abre la puerta de la amistad, faena el amor y es luz
que nos saca del oscurantismo materialista en el que vivimos la más negra de
las ignorancias.
Nuestra
actual sociedad y el ascendente
materialismo han
colocado
la comodidad, el dinero y la imagen por
delante de la búsqueda de otros valores que pudieran determinar nuestra
existencia. ¿Qué
ha pasado con la generosidad? Con aquella
capacidad del corazón que despertaba
la
necesidad de ayudar a los demás, de entregar parte de nuestro tiempo, de
desprendernos de cosas que inútilmente
atesoramos,
pero que nunca usamos. Algo grave ocurre
cuando en una sociedad que nos entrega algo desinteresadamente y lo juzgamos
como una actitud con dobles intenciones.
La generosidad se vincula con el amor. El que ama
muestra lo mejor de sí mismo y de su corazón, que lo necesita para sentar bases
de confianza. Las personas generosas poseen pensamiento positivo, fe en los demás,
por esa razón tienen autoestima y disfrutan más de la vida, del momento presente,
sabiendo que los demás son importantes para su felicidad. Las personas
generosas siembran su propio destino gracias a su actitud desinteresada como sinónimo
de la solidaridad. Generosidad con las personas cercanas, también con los
desconocidos y partiendo de la base elemental que todo lo dejan al final de la
existencia.
Sin
embargo, el egoísmo lleva a la
infelicidad, dentro de esta sociedad materialista que quiere persuadir de
lo contrario, incluso apropiándose de todo aquello que no les pertenece y corrompiéndose.
Hay que dar sin esperar nada, entregar parte de tu tiempo, volcarse a los
demás, ayudar a los que lo necesitan, dar consuelo a los que sufren.
La vida del ser humano está llena de
oportunidades para servir, hacer un bien y estar en la disposición natural e
incondicional para ayudar. Sin hacer distinciones para resolver las situaciones
que afectan a las personas en la medida de sus posibilidades buscando los
medios para lograrlo y superando la propia comodidad con la conciencia de la
necesidad ajena.
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