sábado, 10 de enero de 2015

UN ALARDE MACHISTA




EL SUSURRANTE ALAGO DEL PIROPO


A veces grosero e intrusivo, invade el oído de la mujer.

Ese comentario que sorprende a la mujer mientras camina  por la calle, que surge abruptamente de un edificio en construcción o que aparece detrás de la ventanilla de un coche en boca de un "galante" desconocido. 

El piropo no establece diferencias, no es singular, convirtiendo a la mujer en objeto de deseo o de simple acoso sexual como se quiera ver. Para Ángeles Carmona, Presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género del Consejero General del Poder Judicial: el piropo supone una invasión a la intimidad de la mujer", de ahí la importancia de ir eliminando incluso cuando pudiera ser este halagador.

El piropo ha sido siempre permitido y se ha asumido como algo normal, pero lo cierto es que supone una invasión en la intimidad de la propia mujer porque nadie tiene derecho a hacer un comentario sobre su aspecto físico.

Esta discusión surgió hace unos años en master de Igualdad de Género en Sociología, mis compañeras sacaron a debatir el piropo como un atentado machista.  La inmensa mayoría coincidían que se trataba de un comentario innecesario que las abrumaba, descolocaba y lo vivían como una  amenaza, que las obligaba a apurar el paso o cambiarse  de acera. Y de modo especial ante el hecho de no poder responder por encontrarse en inferioridad de condiciones. Opinaban también que el “piropo” se transformaba en un hecho violatorio de la intimidad, en el punto de intromisión sin la  menor participación de parte y  que es una descarga resentida de quien sabe que no tiene posibilidades de empatizar o conseguir respuesta alguna.

Para Ángeles Carmona, Presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género del Consejero General del Poder Judicial,  nadie tiene derecho a hacer un comentario sobre el aspecto físico de una mujer porque supone una invasión y ha dicho que en algunas ciudades como El Cairo las mujeres van por la calle con auriculares o tapones en los oídos "para no oír comentarios de ese tipo". El piropo debería erradicarse de nuestras calles. Esfumarse como lo ha hecho el tabaco de bares y oficinas. O los locos del volante de las carreteras. Las frases muchas veces soeces y vulgares no perjudican ni la salud ni la vida de nadie, pero son una invasión en la intimidad de la mujer que atenta contra la igualdad

Para finalizar en una anécdota que narra la actriz Susana Torres Molina en el que la después  de soportar el acoso de un hombre que la perseguía con declaraciones sobre su cuerpo y sobre las intenciones sexuales. Decidió Susana invertir los papeles  y comenzar a hacer lo mismo detrás de él consiguiendo que el tipo saliera corriendo azorado. Un buen ejemplo de cuando las diferencias se transforman en desigualdades.

1 comentario:

  1. Después de muchos lances me he acostumbrado a vivir y no me consuela saber que todos tenemos que irnos algún día, ni me conformo con saber que la Tierra da vueltas porque me gustaría que el Sol girara en torno a ella.
    Pero eso de los piropos me parece un lance hortera y tercermundista, más propio de los “salidos mentales”. Afortunadamente los jóvenes están a otra y van directamente al grano. Siempre desde joven he odiado los piropos, todo tipo de requiebros los bonitos y los guarros y siempre me he revuelto contra quien me lo propinaba.

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