UN ALARDE MACHISTA
EL SUSURRANTE ALAGO DEL PIROPO
A veces grosero e intrusivo, invade el oído de la mujer.
Ese comentario que sorprende a la mujer mientras camina por la calle, que surge abruptamente de un
edificio en construcción o que aparece detrás de la ventanilla de un coche en
boca de un "galante" desconocido.
El
piropo no establece diferencias, no es singular, convirtiendo a la mujer en
objeto de deseo o de simple acoso sexual como se quiera ver. Para Ángeles Carmona, Presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género del Consejero
General del Poder Judicial:
“el piropo supone una
invasión a la intimidad de la
mujer", de ahí la importancia de ir eliminando incluso cuando
pudiera ser este halagador.
El
piropo ha sido siempre permitido y se ha asumido como algo normal, pero lo
cierto es que supone una invasión en la intimidad de la propia mujer porque
nadie tiene derecho a hacer un comentario sobre su aspecto físico.
Esta
discusión surgió hace unos años en master de Igualdad de Género en Sociología, mis
compañeras sacaron a debatir el piropo como un atentado machista. La inmensa mayoría coincidían que se trataba
de un comentario innecesario que las abrumaba, descolocaba y lo vivían como una
amenaza, que las obligaba a apurar el
paso o cambiarse de acera. Y de modo
especial ante el hecho de no poder responder por encontrarse en inferioridad de
condiciones. Opinaban también que el “piropo” se transformaba en un hecho
violatorio de la intimidad, en el punto de intromisión sin la menor participación de parte y que es una descarga resentida de quien sabe
que no tiene posibilidades de empatizar o conseguir respuesta alguna.
Para
Ángeles Carmona, Presidenta del Observatorio contra la
Violencia de Género del Consejero General del Poder Judicial, nadie tiene derecho a hacer un comentario sobre el
aspecto físico de una mujer porque supone una invasión y ha dicho que en
algunas ciudades como El Cairo las mujeres van por la calle con auriculares o
tapones en los oídos "para no oír comentarios de ese tipo". El
piropo debería erradicarse de nuestras calles. Esfumarse como lo ha hecho el
tabaco de bares y oficinas. O los locos del volante de las carreteras. Las
frases muchas veces soeces y vulgares no perjudican ni la salud ni la vida de
nadie, pero son una invasión en la intimidad de la mujer que atenta contra la
igualdad
Para
finalizar en una anécdota que narra la actriz Susana Torres Molina en el que la
después de soportar el acoso de un
hombre que la perseguía con declaraciones sobre su cuerpo y sobre las
intenciones sexuales. Decidió Susana invertir los papeles y comenzar a hacer lo mismo detrás de él
consiguiendo que el tipo saliera corriendo azorado. Un buen ejemplo de cuando
las diferencias se transforman en desigualdades.
Después de muchos lances me he acostumbrado a vivir y no me consuela saber que todos tenemos que irnos algún día, ni me conformo con saber que la Tierra da vueltas porque me gustaría que el Sol girara en torno a ella.
ResponderEliminarPero eso de los piropos me parece un lance hortera y tercermundista, más propio de los “salidos mentales”. Afortunadamente los jóvenes están a otra y van directamente al grano. Siempre desde joven he odiado los piropos, todo tipo de requiebros los bonitos y los guarros y siempre me he revuelto contra quien me lo propinaba.