Los funerales por Botín
ESPAÑA ESTÁ MUY ENFERMA
Al Sr. Botín no le hubiera importado llegar a los 100
años al frente del banco, los ejercicios diarios, los cuidados físicos, el equipo
médico pegado a los talones, si la parca no le hubiera sorprendido cuando menos
lo esperaba.
El abrupto adiós, sin embargo, le ha proporcionado la
satisfacción de contemplar desde el más allá el espectáculo inigualable de todo
un país rendido a sus pies, una auténtica explosión de jaboneo y pleitesía, una
despedida con honores de Jefe de Estado, páginas y páginas de la prensa
plagadas de ditirambos rumbosos, apoteosis del incienso, exaltación del
panegírico imposible de explicar solo por la ruina económica de los medios y su
dependencia de los amos del dinero, porque en la rendición de nuestra clase
dirigente ante un banquero cadáver hay algo más que la humana admiración que
produce el vil metal, más que esas miserias que Étienne de La Boétie describió
en su “Discurso de la servidumbre voluntaria”, más que el simple pago de
favores: lo que hay es la constatación de que nuestro establishment está muy
malito.
España está muy enferma, esta es una sociedad
amortajada, rendida al becerro de oro, unánime en el elogio al poderoso y de
una atroz avenencia a la hora de condenar con dureza a aquel que osa desafiar
al coro de plañideras. El abismo que separa a la España oficial de la real es
ya insalvable. Nunca una España con una fibra moral tan débil.
No enterramos a un político excepcional capaz de haber
sanado de una vez las viejas heridas históricas patrias, ni a un científico de
fama mundial laureado con el Nobel. Al contrario que banqueros como Sánchez
Asiaín, Botín era un hombre sin el menor interés desde el punto de vista
intelectual. Un tipo con una gran inteligencia práctica, con un enorme olfato
para los negocios y con pocos escrúpulos.
Este es el hombre, muy someramente
retratado, al que la España oficial y sus monaguillos se han rendido en
genuflexa manifestación colectiva de vasallaje, para certificar la crisis moral
de un sistema que ha perdido el norte y también la vergüenza. Para cualquier
país es muy importante contar con grandes bancos y empresas, razón por la cual
hay que desear éxito en la gestión a la nueva presidenta de la entidad, Ana
Patricia Botín, enfrentada a una tarea de caballo que precisará de unos
métodos, un estilo, mucho más cercano a las aspiraciones de regeneración
democrática que tantos millones de españoles ansían. Perteneciente a otra
generación, pocas dudas caben que las cosas empezaran pronto a cambiar en BS en
línea con el respeto a la legalidad que cabe exigir al mayor conglomerado
financiero patrio. Más difícil lo tiene esa España oficial obligada a abordar
los cambios democráticos que el país reclama. La España anquilosada y servil de
hoy parece haber retrocedido siglos respecto a aquella otra que, vital,
ilusionada y libre, estrenaba democracia a finales de los setenta. Los
funerales por Botín han sonado a epitafio de esa España muerta más que enferma.
De cualquier
forma, Dios y su infinita misericordia le habrán perdonado. El
cambio parece inevitable. Y lo harán esas elites podridas, de grado o por
fuerza, o la hará el populismo de los PODEMOS
que tanto les asusta y aflige.
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