Yo me quedé con esa copla
"TODO VA
BIEN" "TODO ESTÁ EN PELIGRO"
Mi abuelo, me
dijo una vez que a uno no le empiezan a hablar de lo bien que está de salud
hasta que empieza a estar francamente “jodido”.
Yo me quedé con esa copla y cada vez que sale alguien a hablarnos de la
fortaleza de roble de nuestro aparato institucional intuyo que la cosa está muy
malita.
Resulta que estas dos afirmaciones, "todo va
bien" y "todo está en peligro" emanan de las mismas bocas, se
imprimen con la misma tinta en la misma columna y se digitalizan en el mismo
post del mismo blog. Hablar el mismo lenguaje es importante en un momento en que,
como vemos, hay quien dice lo mismo y lo contrario e intenta llamar a eso
ejercicio de coherencia. Pedro Sánchez, por ejemplo, dice que hay que situar al
PSOE a la izquierda y a la vez dice que si fuera necesario pactaría con el PP.
Artur Mas dice que España ens roba, pero si quien "ens roba" es Jordi
Pujol, el asunto se convierte en privado por arte de magia al 3%, que es el
porcentaje al que Sherlock Holmes se metía la heroína para olvidarse de que era
demasiado listo para llamar a las cosas por su nombre y no por el nombre
contrario.
Hubo un tiempo en que decir lo mismo y lo contrario
era algo aceptable. Si no, no se entiende que expresiones como "guerra
humanitaria" se dijeran con tantísima alegría y paz de espíritu. Hoy, sin
embargo, decir que elegir a través de voto directo en clave presidencialista a
los alcaldes en las próximas elecciones municipales es un ejercicio de
regeneración democrática se ve raro. Si alguien llama a ese apaño, apaño, o
pucherazo o jeta de cemento, corre el riesgo de caer del lado del populismo.
Regeneración democrática es la forma educada de llamar
a la guerra humanitaria que vivimos aquí, en casa, desde que las constituciones
intocables empezaron a tocarse para satisfacer a los mercados financieros en
vez de a la gente a las que sirven. Es otra inversión de términos muy populista
esa que dice que los instrumentos de la democracia (constituciones, partidos,
asociaciones, medios de comunicación) deben servir a las personas y no al
revés.
Así que el discurso se tambalea. Los datos, por
desgracia, no terminar de mentir tan bien como solían mentir hasta ahora.
Max Aub decía en su biografía novelada sobre Buñuel
que en España las revoluciones nunca se habían hecho por el talento de los
revolucionarios, sino por la miserable estupidez de las oligarquías
(oligarquías decía Max Aub, que casi seguro era populista también, populista
culto, pero populista). Decía que si hubieran hecho tan solo una de las
reformas agrarias que el campo español venía pidiendo a dolor, sudor y sangre
(por este orden) desde finales del siglo XIX no habría existido jamás
movimiento obrero tan potente en España, ni anarquismo para el caso, ni ismos
en general.
Quizás si alguien hubiera escuchado lo que las calles,
plazas y redes ponían encima de la mesa desde (al menos) mayo de 2011 ahora no
estaría el bipartidismo esplendoroso de buenísima salud. Pero apenas tres meses
después de esa "revuelta cívica", que es como el PSOE llamaba sin
reírse a lo que sucedió el 15M, lo que Zapatero hizo fue reformar la Constitución.
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