La Teología de la Liberación,
ÓSCAR ROMERO. “LA VOZ DE
LOS SIN VOZ”
Fue asesinado en los inicios de la guerra. Se
distinguía por su sencillez, humildad, coraje y entrega al pueblo salvadoreño. Tres
décadas después, su nombre está en la lista de los procesos de canonización del
Vaticano. En su última homilía en la Catedral de San Salvador, el domingo 23 de
marzo, el obispo exhortó a los soldados a que no obedecieran la orden de matar
a sus hermanos campesinos. “En nombre de Dios, pues, y en nombre de este
sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos,
les suplico, les ruego, les ordeno: Cese la represión”, exclamó. Al día
siguiente, fue asesinado de un disparo al corazón cuando oficiaba una misa en
la capilla del Hospital.
A Monseñor Romero se le conoce como la
voz del pueblo, en una época de profunda represión donde los jóvenes, obreros y
campesinos eran torturados y asesinados la voz del Arzobispo de San Salvador se
alzaba para criticar a los ricos con frases como “…si estamos diciendo que la
raíz no se toca, que esta fértil, tiene que seguir produciendo malestar una injusticia
social a base de una aberración de la propiedad y de una absolutización de la
riqueza, que, para colmo, se trata de defender con la represión. Y allí está la
causa de todo: injusticia social y represión”. O aquella otra donde decía:
“Creo en la verdadera necesidad de que el pueblo se organice”. La posición que
asumió al final le costaría la vida.
El arzobispo constituye referencia clara
de “La Teología
de la Liberación, una expresión del fermento revolucionario en América Latina.
Las órdenes más bajas del sacerdocio están horrorizadas por el sufrimiento de
las masas oprimidas y han dado el paso de luchar por una vida mejor. La
jerarquía eclesiástica, con sus cientos de años ha desarrollado una relación
cómoda con los ricos terratenientes, los banqueros y los capitalistas, y
combaten esta nueva tendencia o la toleran de mala gana. Así la lucha de clases
ha penetrado en las filas de la propia Iglesia católica romana”.
Oscar Romero es una excepción de esa alta jerarquía
católica que se impacta con el sufrimiento de los trabajadores. Monseñor
terminó sirviendo no tanto a la causa de la iglesia oficial como a sus
concepciones religiosas personales, pero sobre todo la acción que le llevó a
figurar entre los mártires, no de la iglesia, si no del proletariado fue su
destacada labor de ser la “voz de los sin voz” la voz de un proletariado que a
Monseñor le recordaban a los esclavos romanos en su lucha contra el imperio esclavista,
esclavos que fueron la base del cristianismo primitivo y hacia quienes se
dirigían los apóstoles. A 28 años de su infame asesinato los marxistas del BPJ
reclamamos su legado como un legado de lucha por una sociedad justa e
igualitaria no en el cielo si no en la tierra.
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