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BIENAVENTURADOS LOS QUE TIENEN HAMBRE Y SED DE JUSTICIA, PORQUE ELLOS SERÁN SACIADOS
Nunca he estado en tal ocasión en la que esté teniendo hambre y sed me haga feliz. Regularmente, tener hambre y sed está asociado con el sentimiento de desesperación e inclusive tristeza, frustración, todo, menos ser feliz.

El mes de julio ha sido de consternación. El mundo ha descendido al exterminio hitleriano por culpa de los crímenes del Estado de Israel. España lleva su democracia al infierno por culpa de Jordi Pujol y de los tesoreros del Partido Popular: fraude, corrupción, dinero negro, mentiras emitidas sin pudor. … El infierno, entre otras cosas, es que un gobierno se parezca, en el ámbito internacional o en el nacional, a una organización de criminales asociados para el delito. Cuando el mundo estalle por fin, en su caja negra se encontrarán las huellas de la crueldad y la avaricia que han acompañado al desastre de este mes de julio.
Durante décadas, los judíos han merecido la solidaridad de la buena gente. Pero el Estado de Israel protagoniza desde hace años un nuevo Holocausto. Nos dijeron desde siempre que Hitler era un canalla por matar judíos, cuando en realidad era un canalla por matar seres humanos, fuese cual fuese su raza. La crueldad de Israel, su matanza de niños, sus ataques a escuelas y hospitales, su aniquilación programada de un pueblo. Malditos los grupos de presión millonaria que paralizan la diplomacia internacional para permitir y justificar esta matanza, merecen nuestro desprecio.
Bienaventurados sean los judíos que denuncian los crímenes de Israel, también sean Bienaventurados todos los gentiles que denuncian el horror sin caer en el antisemitismo. También sean Bienaventurados los españoles dispuestos a no vivir en un país corrupto y perciben la desfachatez de Pujol, la vergüenza de una confesión trucada para encubrir la corrupción sistemática de su familia, su partido y sus años de Gobierno, es la gota que colma el vaso. Lo que uno ve en historias como la suya, no es la corrupción de un insolente, sino un modo de entender la política como forma de corrupción. España está en peligro de diluir responsabilidades y de caer en la renuncia de sí misma, en la inercia de decir esto es así, todos somos iguales, qué más da…
No da igual ya que todos no nos consideramos iguales, no somos iguales a un o una sinvergüenza aislado o aislada, que una organización de sinvergüenzas. Y, por supuesto, no es igual un Gobierno corrupto aunque sea de un municipio que un país corrupto. La sociedad española debe hacer el esfuerzo de no confundirse ella misma con los corruptos que la han gobernado. No, es mentira, no tenemos los políticos que nos merecemos y es posible tener otros.
Bienaventurados sean los que desprecian el impudor salvaje de este frenesí corrupto que nos inunda, nos embriaga, nos cabrea incluso también nos adormece. Pero hay que empeñarse en vivir siendo dueños de nuestra misma ilusión, más allá de los ministerios de propaganda.
Hoy voy a finalizar con una frase de Miguel de Cervantes que dice así: Más vale el buen nombre que las muchas riquezas.

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