“A grandes males, grandes remedios”.



ANTE EL VOTO DEL DOMINGO 25

Hay muchas ganas, muchas, de una política distinta, hay ganas de cambio, de darle una buena lección a los de siempre, de poner sobre la mesa de una vez y sin remilgos todos aquellos asuntos que quienes protagonizaron la llamada “Transición” política española han conseguido mantener como tabú durante más de 35 años… Va siendo hora de hablar sin tapujos de los abusos de los partidos hegemónicos, del cuento que le echan tantos y tantas que convirtieron la política en su única profesión y que llevan viviendo de ella toda la vida. Ya era hora de desenmascarar a tanto cantamañanas e impedir que se continúe haciendo política contra los ciudadanos. Esto no puede ni debe continuar así.
Los españoles van a tener este domingo la oportunidad de introducir de nuevo el voto en una urna, y lo van a hacer con el país sumergido en el séptimo año de una crisis sin precedentes, crisis que, lo hemos dicho muchas veces, es económica pero sobre todo es política, crisis de agotamiento de un modelo que ha llegado hasta aquí tironeado por una corrupción, económica y moral, galopante. La responsabilidad primera en lo ocurrido hay que buscarla en los dos grandes partidos dinásticos, PP y PSOE, que se han repartido el poder en las últimas décadas, junto con los nacionalistas burgueses catalanes y vascos, y el beneplácito de la Corona en la cúspide del sistema, todo ello ungido por el apoyo mayoritario de los ciudadanos, porque, a pesar de las reservas fundadas sobre las normas electorales vigentes, su poder ha tenido un origen democrático indudable.
Es una evidencia, sin embargo, que el ejercicio del voto se ha ido viciando legislatura tras legislatura con las peores lacras de la política: clientelismo, corrupción e incompetencia, una suma de desgracias que ha conducido a España al callejón sin salida en el que hoy se halla, una tesitura que condena a las jóvenes generaciones a vivir peor que sus mayores y a desenvolverse en un clima laboral y social precario, mientras las clases medias, motor económico y garantía de la estabilidad política y social, están siendo proletarizadas a marchas forzadas. El resumen es la descapitalización humana del país, que se añade a la económica y financiera, arrastradas por los dos partidos (PSOE-PP) más corruptos de las democracias de Occidente junto con el PRI mexicano.
Pero si el futuro económico es sombrío a pesar de los tímidos signos de recuperación en curso, más negro aún, más preocupante, es el horizonte de esa crisis política que está aguas arriba de la mayoría de los males del sistema y que PSOE y PP se niegan en redondo a abordar, temerosa de alterar un statu quo que, mal que bien, les ha permitido vivir muy por encima de sus expectativas mediante el abuso del poder. Crisis política que se resume en la necesidad imperiosa de regenerar en profundidad una democracia de tan baja calidad como la nuestra, mediante la oportuna reforma de la Constitución de 1978.
La falta de autocrítica y de explicaciones sobre el agujero negro de una corrupción que tiene carcomido el andamiaje institucional entero son, además, razones añadidas que fortalecen el rechazo del que se han hecho acreedores PSOE y PP. Las esperanzas puestas por algunos en la mayoría absoluta del PP pronto se vieron defraudadas con el incumplimiento del programa y el hedor de una corrupción cuyos exponentes máximos son Gürtel y Bárcenas, dos casos que deambulan por los procelosos mares de la justicia, como lo hacen los ERES andaluces de esa sedicente alternativa llamada PSOE, asunto capital, el de la corrupción, del que poco o nada se está hablando en esta campaña.
La inminencia de esta convocatoria electoral que, aunque para el Parlamento europeo, los propios protagonistas han planteado en clave nacional -en parte por su pobreza de ideas sobre el proyecto europeo o quizá por huir de la mala imagen que ese proyecto tiene ahora entre los ciudadanos- brinda a los españoles la oportunidad de pasar factura a los responsables del actual estado de cosas, PP y PSOE, negándoles taxativamente el voto, en la esperanza de que ese castigo sirva de punto de ruptura capaz de alumbrar, bien una problemática regeneración desde dentro de ambas formaciones, bien un mapa político nuevo del que pueda surgir ese impulso regenerador que reclaman tantos millones de españoles.
Cada cual deberá calibrar el sentido de su voto en el supuesto de que no decida, en uso de su libertad, engrosar la abstención. Soy consciente del conservadurismo en los comportamientos electorales de tantos españoles, y del sentimiento de orfandad que dar la espalda a las dos grandes formaciones políticas del sistema puede provocar en muchos, sentimiento capaz de inducir a no pocos de ellos a refugiarse en la práctica inveterada de elegir el mal menor. Nos parecería un error. La situación del país reclama incluir en el frontispicio del interés nacional la vieja expresión de que “a grandes males, grandes remedios”. Urge romper la columna vertebral de esos intereses creados que impiden el cambio hacia una España más abierta, más libre, más rica y menos corrupta, sumando voluntades en pro de esa regeneración democrática a la que los dueños del sistema vienen dando la espalda. Ojalá acertemos entre todos con libertad.

Comentarios

  1. Fernando Galán. SM24 de mayo de 2014, 9:30

    Jesús, es un magnifico articulo al que me adhiero totalmente.

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  2. Alberto Stain Maldonado24 de mayo de 2014, 11:25

    Desde que hay democracia siempre voté al PSOE excepto en un par de ocasiones que voté al PCE (después IU). Nunca voté devotamente, sino como mal menor. Despues de la primera pasada por el Gobierno de la derecha de Aznar volví desesperadamemnte a votar al PSOE para que nos librara de aquella pesadilla. Y seguí votándolo con Zapatero. Pero llegué a estar tan arto de todos los políticos que decidí no votarles más (En este punto recomendaría la lectura de una novelita de Josef Roth llamada "La Rebelión") Desde hace dos años tenía decidido no volver a votar más al PSOE. Pero luego vino la campaña electoral precedida de su larga precampaña. Y aquí se dan cita todas las bajezas, imposturas, podredumbre y delirios que caracterian al buen español cabreado. La campaña electoral presenta un razgo central: El PP, por razones obvias, emplea todo su enorme poder mediático (o sea, todo el poder mediático) para descuartizar al PSOE. Y todos los demás partidos, por razones tácticas, tambien. La miseria moral de Rosa Diez y Willy Meyer despellejando al PSOE alcanza cotas de bochorno: su campaña se basa en ese slogan tan sonoro de "la mierda es" (curioso que aquí no importe la corrección política). Todos los partidos y partidillos saben que solo pueden existir arrancando votos al PSOE y a ello se dedican con saña. Se olvidan a sabiendas del enemigo verdadero y mienten. No es lo mismo la reforma laboral que pactaron El gobierno de Zapatero y los sindicato (que rompió la patronal) que la reforma laboral que nos impuso unilateralmente Rajoy y la patronal. No es lo mismo la ley de Educación para la Ciudadanía de Zapatero que la ley Wert con la religión de nuevo en las aulas. No es lo mismo la ley de plazos en el tema del aborto de Zapatero que la ley Gallardón. No es lo mismo la ley del suelo que quiso modificar Zapatero que la ley Cañete. No es lo mismo el modelo de desarrollo que pretendía impulsar Zapatero, basado en las energías renovables y la implementación al máximo de programas I+D+i que la destrucción de esos programas y la vuelta a las nucleares y el petróleo. No es lo mismo las leyes de Igualdad, de Dependencia, Contra la Violencia de Género, de Extrangería, de Zapatero que los decretos leyes con que gobierna Rajoy. No es lo mismo la ley de Autonomía de los Medios públicos de Zapatero que la conversión de esos medios en agitprop al servicio del PP. Todas estas mentiras propagadas por esos partidillos mesiánicos me empujan de nuevo a votar al PSOE. Quizás como mal menos.

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