Vivimos momentos de desasosiego
SÍ LOS QUE MANDAN PIERDEN LA VERGÜENZA, LOS QUE
OBEDECEN PIERDEN EL RESPETO.
España
ha ido perdiendo fuelle en Europa y en el mundo. Ha dejado de ser un ejemplo,
si acaso se ha convertido en un mal ejemplo. España es el país del soborno, de
la injusticia, del cohecho, del unto, de la ilegalidad, de la inmoralidad, de
la infracción, de la transgresión, de la prevaricación, de la indecencia que
convive con todo lo contrario. En el patio de monipodio nacional vivían antes
solo los pícaros de poca monta, ahora conviven, solo que en lujosas mansiones, políticos
y banqueros. Y los alcaldes se auto asignan sueldos de escándalo.
El Comisario Europeo de Derechos
Humanos de origen letón, Nils Muiznieks, pidió, hace solo unos meses, el fin de
la impunidad con la que las autoridades españolas suelen tratar los abusos
policiales en manifestaciones. También desde el Consejo General de Poder
Judicial se han confirmado muchos de los vicios de inconstitucionalidad que las
asociaciones de derechos humanos señalaron en la llamada Ley Mordaza (ley de
protección de la seguridad ciudadana, duramente criticada por la oposición y
los movimientos sociales). También los sindicatos policiales cuestionan la
política irresponsable de unos altos mandos empeñados en presentar todo acto de
protesta como una conspiración terrorista o nazi.
Los que hemos superado determinada
edad y sufrimos los desmanes policiales del “antiguo régimen”, se nos hiela la
sangre con algunos de los acontecimientos que estamos viviendo ahora ante la imperturbabilidad,
incapacidad para rectificar del gobierno, que es consustancial al Régimen del
miedo, del desprecio por los derechos, tan necesario cuando lo que se pretende
es blindar privilegios que solo pueden prosperar en las vertederos del poder.
Todo esto arroja luz sobre el sutil
pero efectivo golpe mediático que se ha producido en los últimos tiempos. El mismo
que permite a los grandes medios silenciar o ridiculizar la protesta social. Todos
los acontecimientos y la oportunidad de su muerte han forzado a recuperar la
figura de Suarez, un político vituperado y hundido por la derecha y arrinconado
durante años. Ahora al PP le interesa su recuperación como emblema de un “consenso
sin conflicto”. Borrar la memoria de la presión en la calle que forzó al
Régimen franquista a abrirse más de lo que hubiera querido, y evitar, claro,
que esta presión pueda llegar a imponer hoy la ruptura democrática que entonces
no se consiguió.
Vivimos momentos de desasosiego social
profundo, la Marcha por la Dignidad ha instigado la esperanza de miles de
personas que asistían impotentes, atemorizadas, a la expropiación de sus
derechos y de la capacidad de decidir sobre sus vidas. Ese grito de esperanza
tendrá continuidad en decenas de actos y manifestaciones para denunciar las
políticas represivas y anti-sociales aprobadas.
Cada uno de estos actos, cada una de
estas manifestaciones, será una confirmación, modesta pero irrevocable, del
viejo aforismo: cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen
dejan de hacerlo.
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