sábado, 29 de marzo de 2014

Una reflexión.



LA VIOLENCIA Y EL AMOR TIENEN LENGUAJES DIFERENTES.
La sociedad que hemos construido entre todos desde un mundo fundamentado en el poder del dinero. Mundo que se ha ido despojando de valores individuales y colectivos, que nos permitían enfocar nuestra convivencia desde otros parámetros distintos. Este mundo que nos ha conducido a una etapa de crisis económica y de valores nos tiene que poder permitir reconocer lo que se ha dado por llamar el lenguaje de la violencia.
El lenguaje de la violencia juzga, desvaloriza, insulta y niega la existencia de otros diferentes, despreciando sus emociones y sus desiguales puntos de vista. 
 
El lenguaje del amor escucha, respeta, reconoce al otro, comparte emociones y expresa necesidades, compaginando los distintos puntos de vista. En definitiva, aceptando otras culturas sin contraponerlas como superiores o inferiores.
La educación tiene una gran tarea, educamos para ser autónomos, sabiendo y reconociendo nuestra interdependencia para permitir soluciones a los problemas vitales y para crecer como personas, para compartir un mundo más justo que destierre la violencia.
La violencia no es cólera ni esta coligada con la injusticia, la herida o la frustración. Nace de la impotencia ante situaciones difíciles, nace del no reconocimiento de necesidades o de no saber pedirlas o satisfacerlas. La violencia no es cólera es precisamente su fracaso. La cólera y la rabia como emociones en si construyen energía, que no es ni positiva ni negativa. El problema reside en su desviación hacia la agresividad o violencia.
Todos los discursos sobre las hormonas de la agresividad o sobre la violencia intrínseca al ser humano en el fondo aceptan la dominación y nos dejan impotentes. Estos discursos sobran, pues reconocemos que la agresividad de los humanos, debido a la cultura, puede derivar en construcciones artísticas, literarias, filosóficas…etc. y en la construcción de proyectos humanitarios que instauren la justicia, la convivencia y la resolución de conflictos por vías pacíficas, es decir mediante la negociación y el consenso. Ello es tarea de la cultura y de la educación, es decir de todas las personas, pues nos educamos y todas hacemos cultura, aunque no todas tengamos la misma responsabilidad ante la vida y frente al fenómeno de la violencia

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