Los ciudadanos nos quejarnos con sordina



QUEREMOS DESAGRAVIARNOS A TRAVÉS DE LOS TRIBUNALES DE LO QUE NO PODEMOS HACER EN EL ÁMBITO POLÍTICO.

Durante el año que ahora termina, la ciudadanía en general ha dado muestras de hastío para con la clase política en su conjunto. Bien es cierto que existen políticos honestos, pero echamos en falta la ausencia de soflamas sonadas ante los dirigentes “enmendados” pertenecientes a sus propios partidos

Pero en realidad no es un deseo personal de satisfacción, sino una trasposición del desencanto político. Tal vez queremos desagraviarnos a través de los tribunales de lo que no podemos hacer en el ámbito político. Creemos que una buena parte del mundo político es corrupto, y si pudiéramos escarmentaríamos a todos sus integrantes. Esto es grave, pero más grave resulta la incapacidad política para enmendarlo, bien con leyes pertinentes, bien con drásticas medidas de prevención y castigo de la corrupción. Todo es laso, todo es justificable, y ello provoca la ira contenida de los ciudadanos. Todo les está permitido a los políticos: se cambian de chaqueta para ganar más dinero, se alían con los postulados que anteriormente criticaban con dureza, niegan, culpan al otro, envilecen la justicia y la política. Un ejemplo claro ocurrió en Valdemorillo, un pueblo de Madrid donde una concejala tiene el salario de subsecretario y la preparación académica de un bedel. El parido que sustentaba a esta concejala "tránsfuga", se auto inmolo después de las elecciones pero arrastro a sus votantes a postulados opuestos a la razón de sus votos en un alarde de fraude consentido por el PP para perpetuar el poder y el dinero.

Los ciudadanos no podemos hacer más que quejarnos con sordina, y cuando llega la hora de las urnas no lo solucionan porque todos los que les solicitan su voto están metidos en el mismo saco connivente de la irresponsabilidad política, ya se sabe que entre los votados habrá cien, mil, corruptos futuros. Y también se sabe, saben, que la abstención no soluciona el problema.

De modo que no queda más que el deseo perpetuo de resarcimiento expresado en repulsa hacia los tribunales y no hacia los parlamentos y organismos albergadores de malhechores. Esto constituye uno de los más importantes fracasos de la democracia. El delincuente, el corrupto, por supuesto que es culpable. Pero también lo es, y en mayor grado, quien facilita la corrupción y no la evita, sino que contemporiza. España está llena de fabras, roldanes, barcenas…., pero aún está más llena de facilitadores de la vista gorda y la comprensión. Falta implacabilidad. Por eso la tibia, aunque seguramente justa, sentencia contra Fabra no es solo contra su persona; lo es también contra quienes le apoyaron y sostuvieron y ahora reniegan de él. Lo ejemplar y lo justo sería condenarlos también a ellos de manera rotunda. Los partidos políticos no pueden ser guarida de delincuentes. Nadie es nunca responsable, y sin embargo contra ellos debería dirigirse el ansia de venganza de los españoles. Y no solo en el campo de la justicia y la corrupción. Es triste y preocupante que el desmedido abuso antidemocrático de la acción de gobierno genere en los españoles un deseo constante de venganza en todos los órdenes.

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