jueves, 5 de septiembre de 2013

Con dedicatoría



VIVIR LA VIDA COMO UNA EXCLAMACIÓN,… NO COMO UNA EXPLICACIÓN
Como “marca hojas” del libro que estoy leyendo leo una sentencia, al parecer atribuible a un tal, M.A. Palomo, que dice así”Vivir siempre la vida como una exclamación y no como una explicación”…..; de momento aparco la lectura del libro de Almudena Grandes, Inés y la alegría y me pongo a reflexionar. La frase encierra toda una filosofía de vida.   
Inmediatamente recuerdo otra sentencia que no soy capaz de localizar a su autor, que más o menos expresa: “Cuando la vida te presente razones para llorar, demuéstrale que tienes mil y una razones para reír”.
Rápidamente, me pregunto a mi mismo ¿Estás disfrutando la vida o eres de lo que dejan que las circunstancias saquen provecho de las cosas? Te has puesto a pensar que la vida es corta y muchas veces nosotros no la aprovechamos al máximo. Que hemos perdido parte de la esencia de lo que es y de lo que representa el ser humano, ese que permanece a nuestro lado la mayor parte del día, con ese o esa que en algún momento de nuestra existencia fuimos capaces de un plantearnos un compromiso de vida, aquel que vive junto a nosotros y lo está pasando mal muy mal.
¿Es importante en nuestra ética la noción de "ser humano"? ¿Es relevante a la hora de juzgar la moralidad de una acción que su objeto sea un ser humano? ¿Podemos tratar a los seres humanos como a los que no lo son? ¿Implica ser un ser humano algunas prerrogativas especiales? Desde el punto de vista de nuestras prácticas morales la respuesta parece tan clara como contundente: nada hay más importante a la hora de juzgar una conducta que considerar si su objeto es un ser humano o no.
Desde mi punto de vista, desde la óptica de los seres humanos, nada es más importante que ser humano. Juzgamos como un indudable progreso moral la captación de la importancia de ser humano. Para nosotros, uno de los mayores avances morales de la humanidad consiste en percatarse de que un hombre o una mujer es un ser humano y debe tratarse como tal, antes que cualquier otra consideración, antes que romano o bárbaro, judío o gentil, rico o pobre, listo o tonto, blanco o negro, enemigo o amigo.
Por eso, podemos entender sin demasiadas explicaciones, la exclamación de W. Holmes que llegó a convertirse en uno de las indicaciones antiesclavistas fundamentales en la guerra de Secesión americana: "un hombre es un hombre, es un hombre". De este modo, en el plano de nuestras prácticas morales, de lo que los occidentales del siglo XXI consideramos de hecho que es buena o mala, la propiedad "ser un ser humano" goza de una importancia fundamental en la valoración moral de la conducta.
Después de esta libertad filosófica sobre el hombre-mujer, vuelvo al título de este trabajito, para mostrar que la sociedad en los últimos años se ha ido alejando de los planteamientos humanistas para caer de bruces en un mercantilismo atroz que ha permitido trastocar la escala de valores en la búsqueda de la felicidad como esencia de nuestra existencia. Una felicidad que no se encuentra ni en poder, tener o cualquier percepción religiosa incluyendo, por supuesto a la católica, que desde hace muchos años se fue aliando sistemáticamente con el poder en vez de lo contrario cuando la injusticia afecta a los más pobres, esencia misma del mensaje evangélico.  
Hay que vivir nuestra existencia teniendo en cuenta los otros habitantes que conviven con nosotros, sin estar permanente de nosotros mismos. Sin los demás no somos nadie y nuestro proyecto de Trascendencia, si la hubiere, sería en compañía de nuestros semejantes.

Dedico este pequeño trabajo a mi querida amiga Pilar Barbazán. Luchadora y buscadora incansable por la vida: la suya y la de los demás.
Estoy convencido que Pilar suscribirá lo que relato. ¡¡¡Salud¡¡¡

2 comentarios:

  1. Clara López del Amo7 de septiembre de 2013, 12:15

    Magnifico relato, profesor. Lo suscribo plenamente y muy fundamentalmente ahora que la concepción de la Persona se encuentra machacada por la abstracción del capitalismo perverso. Ese cáncer social que prodiga el individualismo social.

    Sin las otras personas que nos rodean es imposible progresar y desarrollarse en la vida. La solidaridad debe formar parte de la esencia del ser humano.

    Su antigua alumna

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