Pensamiento y responsabilidad

sábado, 17 de agosto de 2013

Experiencia feminista



 GENESIS DE LA PALABRA "FEMINISMO"
Es precisamente en la Revolución Francesa, cuando comienza a expresarse, colectivamente, la voz de las mujeres. Las declaraciones colectivas en favor de los derechos políticos de las mujeres influyeron en las formuladas por los clubes republicanos de mujeres del período revolucionario.
Toda palabra tiene una historia y "feminismo" también la tiene. Es frecuente encontrar referencias a las definiciones de finales del siglo XIX contenidas en algunos diccionarios, como el de Oxford que habla de feminismo equiparado a feminidad, como el estado de ser femenina. Sin embargo, este concepto, acuñado en Francia, es, al menos desde los años 90 del siglo XIX, un término que se identifica con el movimiento político y reivindicativo de las mujeres.
En España, el Diccionario de la Real Academia, define el feminismo como: "doctrina social que concede a la mujer capacidad y derechos reservados hasta ahora a los hombres".
Virginia Woolf
No obstante, las diferencias políticas o geográficas han generado diversas experiencias que es imposible resumir. Por ello, intento señalar las principales líneas de construcción teórica y de acción colectiva, singularizando aquellos casos que nos parezcan de interés.
En la primera mitad del siglo XIX, el inicio del feminismo como movimiento colectivo, pero su arranque debe retrotraerse hasta el último tercio del siglo XVIII. Es entonces cuando se une la elaboración teórica con una organización política que permite oponerse activamente a leyes, juicios etc. No obstante, el feminismo ha venido en los últimos años recuperando una pléyade de mujeres que se opusieron a la "dictadura masculina". Adrienne Rich acuñó el término "feministas de acción", para todas aquellas mujeres que se han opuesto a esta hegemonía.
Pero junto a ellas ha habido otras mujeres que el feminismo ha definido no ya como sus predecesoras sino como feministas de pro. Me refiero al conjunto de mujeres, casi todas ilustradas, letradas y de clase superior, que a lo largo de los siglos XV-XVIII escribieron y se opusieron con las armas del intelecto a la profunda corriente misógina que desde la Baja Edad Media, hizo aún más escarnio en las mujeres que en los siglos precedentes. Este enfrentamiento recibió el nombre de la querella de las mujeres. En general las mujeres que participaron en ella, defendiéndonos, fueron las antepasadas de lo que Virginia Woolf llamó "las hijas de hombres educados", mujeres que se opusieron a los padres y hermanos que les permitieron el acceso a un conocimiento que sin embargo no era útil en una sociedad que les cerraba las puertas. Fue una polémica ya que fue, ante todo, la respuesta de determinadas mujeres a obras publicadas por hombres, que atacaban furibundamente a las mujeres y/o al matrimonio. Pero sobre todo, estas primitivas feministas sostuvieron que los sexos estaban culturales e históricamente determinados y formados, es decir, que la naturaleza no era quien hacía inferiores a las mujeres. Se centraron en lo que las mujeres llamarían hoy género. Podemos citar a muchas, y esa lista crece cada día, bástenos como ejemplos: Christine de Pisan Mary Astell, Mary de Gournay, o Josefa Amar
Mary  Wollstonecraft
Sin embargo, estas mujeres, esposas, hijas y hermanas, de clérigos, comerciantes, o aristócratas, no formaron un movimiento. Es precisamente en la Revolución Francesa, cuando comienza a expresarse, colectivamente, la voz de las mujeres. Es en esta coyuntura cuando las mujeres, que siempre habían participado activamente en motines de subsistencias, sin abandonar su participación en acciones de lucha contra la carestía o la escasez de alimentos, empiezan a demandar el reconocimiento de sus derechos políticos, como lo están haciendo sus iguales de clase. Los cuadernos de quejas recogían las demandas de las mujeres de: acceso a la educación, la eliminación de las leyes discriminatorias e incluso se exigió el derecho a la representación en los Estados generales.
Estas primeras declaraciones colectivas en favor de los derechos políticos de las mujeres influyeron en las formuladas por los clubes republicanos de mujeres del período revolucionario. Estas mujeres estaban animadas por el discurso político de la Revolución Fran cesa que se basaba en el paradigma universal de la igualdad natural y política. Sin embargo, los debates de la Asamblea Nacional durante la Revolución negaron el acceso de las mujeres a la soberanía política; era, en definitiva, la exclusión de unos derechos supuestamente universales. Una revolucionaria, Olimpia de Gouges publicó una Declaración de derechos de la Mujer y la ciudadana (1791) en la que se denunciaba la exclusión de las mujeres de la representación política y reclamaba, con insistencia, la ciudadanía de las mujeres. De hecho, la Declaración era un calco del Contrato Social de Rousseau y de la Declaración de Derechos del Hombre de 1789. Estaba influida por los iusnaturalistas y los filósofos del pacto social y adelantaban muchos programas posteriores de mujeres. Su gran contribución fue el reconocimiento de la personalidad jurídica de las mujeres como parte integrante del pueblo soberano, la equiparación de sus derechos a los del hombre, y la reivindicación del sufragio como expresión de esa pertenencia al pueblo soberano.
Olimpia de Gouges
Las sufragistas inglesas también estaban recorriendo un camino de debate político y filosófico. En el marco de la tradición igualitarista del radicalismo político del siglo XVIII, Mary Wollstonecraft encarna, como nadie, las reivindicaciones políticas y personales del feminismo. Wollstonecraft centró su discurso y su combate en las constricciones en las que debían moverse las mujeres, la asimetría entre los sexos, que se debía no a diferencias biológicas sino a la educación y a los hábitos de socialización recibidos. Negó que las mujeres fueran inferiores a los hombres en capacidad y estableció que era el predominio del orden social definido por los hombres lo que había impedido que se expresaran libremente las capacidades femeninas. Su obra Vindicación de los derechos de la Mujer (1789) fue clave para el movimiento feminista posterior.
Tras el período revolucionario, Europa se vio inmersa en una época de reacción conservadora que repercutiría directamente en la condición social y jurídica de las mujeres. Esta reacción conservadora insistía aún más en la subordinación de la mujer al varón, y en la división de esferas, considerando el ámbito doméstico y la familia el ideal de la mujer. Sin embargo, las voces feministas no callaron del todo y de nuevo los procesos revolucionarios europeos contribuirían a la reactivación del feminismo.
Nota del autor: Estudié un azaroso master oficial en Igualdad de Género en las Ciencias Sociales. ¿Qué pintaba un varón maduro y además profesor universitario, aunque fuera igualitarista haciendo un master dominado por mujeres?
Las feministas de la diferencia hicieron que mis tres años académicos que duraron mis estudios de posgrado que no resultaron demasiado fáciles.

2 comentarios:

  1. El estudiar un master en la “Complu” no debe suponer un perfil igualitario. Las mujeres de la diferencia, tenemos mucho más claro las claves feministas sin adulterar por los hombres igualitaristas, que lo único que pretenden es controlar una realidad que se desmorona. Ahí están los últimos campeonatos de natación en donde los hombres no se han comido una rosca. Los hombres sobráis en esta lucha por la igualdad.

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    1. Maruja. Ahora no deseo hacer ningún comentario. Algún dia escribiré sobre el tema.
      Un saludo.

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