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DATO
PREOCUPANTE. SOLO EL 10% DE LOS ESPAÑOLES CONFÍA EN LA CLASE POLÍTICA.
¿No
es aterrador, un espanto? qué la solución a nuestra crisis económica deba pasar
por los políticos.
El
dinero invertido por el gobierno de España en reforzar la fiscalía de
corrupción debería ser la inversión más rentable para las maltrechas arcas de
Estado. También sería una magnifica transformación para las cajas de los
españoles promulgar leyes concretas y especificas que permitan aligerar el
proceso que juzga a un insolidario
corrupto, y fundamentalmente para aquellos que se dedicaron a
administrar los dineros de todos.
Con
permiso de los jueces, me atrevo a decir que todos los delitos de robo no son iguales,
si os parece unos son muchos más desiguales. No es igual quien roba para comer
que quien quiere atesorar algo más. Tampoco se asemejan el robo privado que el público.
El trabajador que sisa a su empresa lo hace personalmente o colectivo concreto.
Pero el político que roba a la administración pública malversa a todos los
españoles. Por tanto los castigos derivados tampoco deberían ser iguales.
Caer
en la corrupción no debe ser equivalente para todos, y por ello siempre habrá corruptores
y corruptos. Tal vez por eso resulta imprescindible poner en marcha mecanismos
disuasorios ejemplarizantes. Las leyes que tenemos son lentas con montón de
recovecos, y tal vez por eso, muchos de los infectos se salvan de una cárcel
ejemplarizante. Urge devolver a los
ciudadanos la credibilidad en la política.
La
última encuesta del CIS destaca un dato extraordinariamente preocupante. Sólo
el 10% de los españoles confía en la clase política. Si tenemos en
consideración que la solución a nuestra crisis económica deben pasar por los
políticos el informe del CIS es aterrador,
un espanto que nos pone los pelos de punta.
Pero…
¿Por qué hemos llegado a esta situación? Cuando hay profesionales que su
trabajo, su compromiso discurre dentro de cauces de vocación: los médicos que
en el contacto con el dolor intentan salvar vidas, no podría cumplir
correctamente su trabajo sin vocación. Los profesores y educadores sin vocación
vivirían un martirio, de ahí que algunos docentes sin vocación, deben abonar de
su bolsillo a un psicoanalista.
Pero
el trabajo que precisaría mas vocación y que sus ejercientes mayoritarios
tienen escasa vocación es, la política, es decir aquellos que se dedican al
servicio público. Sí digo bien, a servir a la sociedad a través del trabajo, en
ningún caso servirse del poder que te asigna la sociedad para aprovecharse.
Quien
tiene vocación intenta hacer la cosa bien y eso se nota. Tal vez por ello nos
encontramos con la bajísima credibilidad de alcaldes/as, concejales/as y
políticos en general que llegan a esta actividad no movida por la vocación de
servicio sino más bien por la búsqueda y el encuentro de un modo de vida sustancioso
y seguro por algún tiempo. Personas que no hicieron más en su vida que hacer
política, que no han acreditado su valía, su conocimiento en otras actividades
de la vida.
Estos
políticos son un peligro,
fundamentalmente cuando sus decisiones están entremezcladas con intereses urbanísticos o de servicios,
además en la más de los casos son incompetentes para acometer este tipo de
trabajo y su desconocimiento con la
realidad técnica les hace tener enfrentamientos con los profesionales
competentes del consistorio.
Lo
que es peor, al no tener otras alternativas profesionales se aferran al cargo
como lapas, son capaces de mentir,
extorsionar, o sacrificar a cualquiera que se interponga en su objetivo
fundamental como es supervivir año tras año.
Capaces
de lanzar discursos grandilocuentes vacios de contenido, poniendo las frases
prefabricadas ajustadas al momento oportuno, una retorica vacia de contenido
pero grandilocuente para el gran publico.
A
estos y estas malos profesionales que hacen política, posiblemente por no
conocer otro oficio les que están atentando contra su conciencia adormecida.
Antes del discurso está el ejemplo, un ejemplo vivencial, falsearlo genera
fracaso tras fracaso.
Por
sus obras les conoceréis... A medida que me voy haciendo mayor esta clase de
políticos: me estructura cierta intimidación, que proviene de mi percepción de
la injusticia social que mamé de niño, ya hace años. Una injusticia social que
no he llegado a asimilar con la entrada de la democracia en connivencia con un
estado de derecho con importantes lagunas.
Estoy
plenamente convencido que sí esta situación no encuentra una solución a corto
plazo, la juventud venidera tendrá que resolverlo expeditivamente y de manera
no precisamente pacifica.
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