Denunciar la corrupción sin miedo.



NADIE OBLIGA A SER POLÍTICO. LA POLÍTICA ES UN SERVICIO NO UN NEGOCIO 

Ya estamos a acostumbrando a escuchar cada día que un nuevo caso de corrupción ha sido descubierto, tan solo es la punta del iceberg de la realidad, de un escenario que ha querido mirar para otra parte cuando nos mostraban que la corrupción la teníamos cerca, muy cerca, ahí al lado. La teníamos en nuestro mismo consistorio, en nuestro vecino, o colega que desde que se dedica a la política “vive como Dios”. Sin embargo nos hemos encogido de hombros y hemos pensado…, “todos somos igual”. Pues bien, todos no somos igual afortunadamente. Y cuando el enriquecimiento de unas personas es acosta de la penuria económica de otras, las más débiles, la sociedad debe “ponerse las pilas” y comenzar a denunciar los en beneficio de la justicia social.
 
A nadie se le obliga a ser político y la política es un servicio no un negocio que enriquezca a costa de los impuestos que pagamos todos y la ciudadanía en su conjunto, no puede permanecer al margen de esta realidad lamentable sin decir nada, sin ejercer nuestro derecho de crítica y nuestra obligación como contribuyentes al servicio de esta comunicación de bienes al servicio del bien común que ejercemos con el pago de nuestros impuestos.
La corrupción es una epidemia social que sobrepasa al individuo, desborda a las instituciones y nos hace a todos culpables de su existencia por acción u omisión. No es un proceso, sino un estado en el que nuestra sociedad se halla asentada, lamentablemente, desde hace algunos años.
Vivimos en la idea de que el mercado y sus flujos financieros son las únicas opciones y fuera de ellos, existe el caos. Una de las capacidades de esos flujos, está en disociar los actos humanos en dos espacios desconectados en el plano espacial pero ligado en el de la moral, en la del acto y su consecuencia. Entre una decisión del Fondo Monetario Internacional y la hambruna de miles de personas después no hay aparentemente una relación.
La distancia burocrática es tan grande entre los que deciden y los ciudadanos, que parecemos no existir. No entenderíamos tampoco el proceso de las corruptelas sin tener en cuenta el individualismo. Vamos hacia una sociedad que no es la suma de individuos que la componen, sino que el ser humano es un punto aislado y desprotegido. Se gestionan los países como si fueran unidades económicas en la que las personas son clientes, usuarios, pero jamás padres, madres, minusválidos, enfermos… Cada uno es responsable de su propia supervivencia social sin que la colectividad le ampare. 
Asistimos a la creación de una clase política que constituye una manera de destacar de la masa, de conseguir un prestigio social y de asegurarse un puesto de trabajo. Para su desempeño, las exigencias de formación y currículo son mínimas. Así los políticos presentan tres sentimientos que llevan directamente a la corrupción. Se sienten omniscientes. Como tienen acceso a mucha información creen saberlo todo. Omnipotentes, pueden llevar a cabo todo lo que quieran. Invulnerables porque se creen protegidos por enormes equipos de asesores, consejeros, coordinadores o por el propio partido. 

Cada vez existen más problemas para que personas cualificadas e íntegras se presenten a las elecciones locales. Se supone que los políticos son una clase corrupta e intentan acceder a los cargos para corromper y ser corrompidos. Un estado de ánimo social nada positivo para la democracia.
Así, es normal que el nivel de confianza del ciudadano en las instituciones sea bajo. Nada parece que pueda ser cambiado. Partimos de la idea que corromper es alterar una cosa haciéndola mala o impura. En 1994 los ministros de la Unión Europea establecieron que la corrupción minaba la confianza en la democracia, atentaba contra la primacía del derecho, desconocía los derechos humanos y ponía en peligro el progreso social y económico.
Este marco de individualismo, de políticos desvinculados de su función social, desprovistos de la culpa que pueden producir sus actos, de empresas con gestores sin escrúpulos, da las referencias para comprender la corrupción en los ayuntamientos. La modernización de las administraciones no ha venido acompañada de sistemas de vigilancia, de control y lucha contra el fraude. Estamos en una época en la que el corrupto es mucho más sofisticado, se ampara en el tráfico de influencias, en el lobby, en la información privilegiada, en la arquitectura financiera.Las investigaciones de los casos de corrupción raramente parten de los fiscales, sino de las denuncias de algunos medios de comunicación. Casi nunca de informes de los funcionarios públicos. Tienen miedo a emitirlos por las presiones de los partidos y los políticos. El mobbing, el acoso laboral ha ascendido en España hasta límites increíbles. Es difícil ver a un ministro en el día a día, pero es muy sencillo toparse con un concejal a cada momento en el puesto de trabajo.
En los ayuntamientos el dinero puede llegar de forma fraudulenta a los políticos y sus partidos no sólo por la vía del urbanismo, sino también por planes de empleo, los contratos de servicios, subvenciones… Nada más basta observar los árboles genealógicos de algunas instituciones para darse cuenta de los entramados financieros. La corrupción implica a largo plazo más carga impositiva sobre los ciudadanos. Tendrán que pagar más para conseguir cada vez menos.
La sociedad civil en España está desestructurada. Existe un bajo nivel de asociacionismo y los medios locales no pueden ser muy activos. La financiación de este tipo de periódicos, radios o televisiones muchas veces está ligada a la publicidad de los ayuntamientos. El político sólo tiene que retirar una campaña de información sobre los impuestos municipales, fiestas… para que ese mes el medio en cuestión pueda tener problemas financieros Los abogados, los poderes judiciales parece que tampoco están exentos de culpa. Ningún colegio profesional ha expulsado a ninguno de sus miembros, abogados, procuradores, jueces, fiscales, cuando están vinculados con claridad a fenómenos de corrupción. La arquitectura legal y financiera que llevan a cabo los políticos sólo es posible con el concurso de este tipo de profesionales.
¿Existen propuestas de soluciones a la corrupción? El miedo al fracaso es uno de los elementos más poderosos que se ha ido inculcando a la sociedad. No se desea explorar nuevas soluciones. Supone enfrentarse a los corruptos y a las grandes tramas de partidos políticos, empresas, asociaciones, fundaciones… Es necesario invertir en la educación, en los valores de las futuras generaciones para que comprendan que la corrupción no es un fin, no es una vía, es un cáncer social.
Para terminar, yo sugerirá un compromiso social imprescindible, empezar a defender lo nuestro, comenzando a practicar nuestro autoanálisis de ¿Cuál es mi aportación a la creación de un mundo más justo? Después que nos hayamos reconocido, denunciar la corrupción sin miedo.
                                                                                

Comentarios

  1. Cuando empezamos a acostumbramos a desenvolvernos como un estado democrático, jamás pudimos pensar que la corrupción en España tomaría la dimensión que hemos podido constatar con la crisis económica. Prefiero seguir pensando que siguen existiendo políticos honestos y que siguen pensando que la política es la mejor forma de cambiar la sociedad.
    La experiencia que hemos tenido algunos con la “gentulina” de Pivalde que prometieron terminar con la corrupción, y que cuando tienen ocasión se instalan en el poder para mostrarnos su cara más desfavorecida, más perversa capaz de superar los peores augurios.
    ¿Dónde está Villanueva que se llenaba la boca acusando de corrupción a la alcaldesa y se instala con ella para chupar de nuestros impuestos?
    Tengo la esperanza que la crisis, lo conocido y lo que nos queda por conocer, nos situé en el punto que nos corresponde y que en las próximas elecciones aparezcan otros con mas vergüenza.

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