Una reflexión técnica necesaria
LA
INDUSTRIALIZACIÓN, ARRASTRA A DESTERRAR PAULATINAMENTE PROCEDIMIENTOS
TRADICIONALES USADOS DURANTE SIGLOS.
La crisis sin precedentes
que estamos viviendo en el sector de la construcción, debe propiciar otros
procesos edificatorios diferentes al uso de los materiales de pequeño tamaño..
El comienzo de la actividad constructora del hombre va ligado a la
obtención de los materiales disponibles en el entorno y a su disposición con
determinadas técnicas. Así, la existencia de árboles da lugar a todo tipo de
chozas y cabañas, con estructura de maderos entretejidos con ramas, hojas,
cañas, etc.; la abundancia de piedra permite levantar sólidos muros; la
carencia de ambos elementos le lleva a aprovechar las tierras arcillosas,
primero en su estado natural (adobe, tapial), y después con un proceso de
cocción que mejora notablemente sus cualidades (ladrillo).
Muchos de los materiales que utilizamos actualmente, nos llegan después
de haber sufrido una transformación, desde su estado natural (materia) y
mediante un aporte energético se convierten en material. Sin embargo, esta
energía artificialmente comunicada tiende a perderse para volver a su estado
natural, completándose así un ciclo en el que su energía libre es menor. Es el
envejecimiento natural a lo que recientemente se tiende a definir como una
duración limitada de su vida en servicio.
Este tema suscita cada vez mayor interés, tanto por razones económicas
(obtener el máximo rendimiento de un material aplicándole el mínimo de
energía), como por razones técnicas de diseño (aprovechando el máximo de las
características del material con el grado de seguridad suficiente.
En la actualidad, el proceso de industrialización
que repercute en todos los sectores de producción, arrastrará irremisiblemente
a la construcción, a desterrar paulatinamente procedimientos tradicionales
utilizados durante siglos y cambiarlos por otros nuevos obtenidos, en muchos
casos, artificialmente o partiendo de materias primas naturales modificadas
industrialmente. Esta nueva situación plantea la importancia de la durabilidad
en el rendimiento económico de los materiales.
La mayor parte de los cambios tecnológicos surgen
de manera progresiva, ya sea mediante mejoras de las especificaciones de los
materiales, nuevas puesta en obra, etc. Por ello, es necesario una continúa
actualización de los conocimientos sobre nuevos productos y su colocación; la
falta de esta información puede provocar el fracaso de nuevas técnicas
constructivas.
La Historia de la Construcción ha estado condicionada por el clima y por
los materiales disponibles en cada región, además de la influencia ejercida por
los factores de desarrollo de cada sociedad; tal vez por eso los materiales precedían
del entorno próximo, debido a lo difícil y costoso del transporte. Por un lado,
cada región utilizaba sus propios materiales con unos criterios y unas técnicas
que se iban desarrollando y extendiendo lentamente hasta conseguir un alto
grado de perfección
Por otro lado la influencia de los factores, sociales, económicos,
políticos y religiosos forjaron una nueva forma de entender la arquitectura que
se entroncaba dentro de la sociología político-religiosa
del entorno. Basta citar como ejemplos el empleo de la caliza y el mármol por
los antiguos griegos, la aplicación del arco semicircular y la bóveda de cañón
por los romanos, el uso de la madera durante la Edad Media, o el arte del
ladrillo por los árabes en España.
El hierro, gran protagonista del siglo XIX se empieza utilizando en los
puentes, después en estaciones de ferrocarril, invernaderos, hasta llegar a los
edificios convencionales, permitiendo levantar al final del siglo los primeros
rascacielos, gracias a la mejora que supone el acero, aportando mayor
resistencia estructural. A principios del siglo XX, el hormigón armado, tras un
largo y penoso camino de experimentación, se abre paso para competir con el
acero esgrimiendo como ventajas su resistencia al fuego y su capacidad para adoptar
la forma de los moldes en que se vierte. A lo largo de este siglo, sus
características mejoran progresivamente, y sus técnicas se van desarrollando,
dando lugar al hormigón pretensado, proyectado, aligerado,...
Como consecuencia de este proceso iniciado hace dos siglos, se puede
decir que en lo que llamamos mundo occidental, los materiales y los sistemas
constructivos se han generalizado merced al desarrollo de las comunicaciones y
del transporte. Así mismo, la aparición en el mercado de nuevos materiales
especializados en resolver determinadas funciones es constante, y la oferta de
los fabricantes contando las ventajas de sus productos es casi inagotable.
Dentro de la historia reciente de la Construcción es preciso mencionar
los sistemas de prefabricación entendidos en un sentido integral, es decir, a
base de elementos compactos y acabados para su rápido montaje. Estos sistemas
alcanzaron su auge en Europa durante los años 50 y 60 por las circunstancias
especiales de la postguerra: escasez de mano de obra y necesidad de construir
en breve plazo gran número de viviendas. Pasados esos tiempos, la falta de
grandes programas de edificación, imprescindibles para su puesta en marcha, y
las propias limitaciones estéticas y de flexibilidad interior ha provocado que
tengan hoy una producción muy limitada.
Por lo tanto podríamos deducir que, uno de los
problemas de la construcción reside en la inercia de uso producida por los
materiales tradicionales unida a una deficiente difusión técnica (no
comercial), de los nuevos productos. Es necesaria una mano de obra
especializada, abierta a nuevos materiales y procedimientos a medida que evolucionan
las técnicas y conocimiento de aquellos nuevos materiales con un alto nivel de
transformación.
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