viernes, 21 de diciembre de 2012

A veteranos adultos en su aproximación a jóvenes




Cada etapa histórica y cada modelo de sociedad han elaborado su propia juventud, aunque existe una misma tendencia dentro de las naciones occidentales. Hay procesos comunes como ha sido el proceso de industrialización y la transformación de la familia o los cambios demográficos. Pero el reconocimiento de esta etapa de juventud, como colectividad social a proteger ha estado vinculado a los procesos de reconocimiento de sus derechos.
Hoy se suele estar de acuerdo en reconocer desde la perspectiva temporal que la infancia se acaba entre los 13 o 14 años. Se diferencia una segunda etapa de transición, la Adolescencia y Pubertad que se sitúa a caballo entre la infancia y el comienza de una juventud madura, y que estaría entre los 10 y dieciséis años. Podríamos decir que se tiende a reconocer como colectivo de jóvenes a los comprendidos entre los 13 a los 24 años.
La situación de precariedad del trabajo para jóvenes está alargando ficticiamente la etapa de juventud. Y es que un puesto de trabajo ha sido el último y definitivo peldaño del período de juventud que justificaba todo el tiempo de preparación de este ciclo de la vida.

 
Mientras el menor está protegido por el Estado, a través de las etapas de educación obligatoria, no sucede lo mismo con el joven que abandona los estudios a niveles tempranos. Ni tan siquiera con los que a mayor edad y con más formación intentan emanciparse. El trabajo impone sus reglas. La familia de origen no puede transmitir el status adquirido por los padres. Al tiempo asistimos a una demanda de formación mayor que hace necesario superar el nivel formativo de los padres para adquirir el mismo status, si no menor. Es por esto que entre las clases medias y medias-bajas se ha generalizado la creencia de que la mejor herencia que se puede dejar a los hijos es la formación.
Los jóvenes no acaban de ser redefinidos. La imagen de joven contestatario, rebelde de los años 60, habita en el imaginario colectivo pero dista mucho de ser viable en el espacio social que hoy se dispone para ellos. El joven de la protesta es hoy adulto y eso es equivalente a integración, por tanto, tiene intereses sobre todo en mantenerse en un modelo social que selecciona a los individuos que define o califica de interesantes, valiosos o competitivos. La selección social es excluyente porque aunque todos son los llamados pocos serán los escogidos.
La disponibilidad de tiempo libre es lo que tienen en común los que están fuera del mercado de trabajo y por tanto son susceptibles de consumir cultura de masas. En este universo mediático, los protagonistas son los propios consumidores. La manipulación consiste fundamentalmente en aprovechar la frustrada emancipación de los jóvenes y la sustitución que éstos hacen de su falta de protagonismo social a través de modas, conductas, valores y gustos, para hacer ver que esta forma de vida es natural, deseable o envidiable.

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